Sin intervenciones en la actividad como hacía el anterior gobierno, y con más exportaciones, los productores esperan salir de una crisis que los llevó a un achicamiento de rodeos lecheros
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Del segundo subsuelo al primer subsuelo. Aunque falta, el sector tambero sabe que de a poco los problemas y dificultades se fueron disipando y tuvieron una mejoría, leve pero mejoría al fin. Después de un año para el olvido, donde la sequía, los diferentes dólares soja y las decisiones políticas afectaron la actividad, el panorama actual es que salieron de la crisis terminal y, de terapia intensiva, están ahora en intermedia con muchas ilusiones de que los pasen a una habitación normal. Así viven los tamberos hoy luego que en 2023 la cadena láctea perdiera valor por unos US$500 millones.
Creen que ya no tendrán que deshacerse de sus rodeos y enviarlos a faena como el año pasado porque, con pasturas en los campos y el alimento (soja y maíz) a la baja en los mercados, la vara en los descartes en cuanto a productividad de una vaca podrá bajar un poco.
Si bien los $300 de costo productivo por litro de leche de diciembre pasado continúan siendo negativos, hoy la brecha con los $244 por litro que le pagan en promedio a cada tambero es menor. Y en ese camino están: esperando que la economía se estabilice, que no hayan más intervenciones y se abran los mercados internacionales, porque es por ahí por donde está el crecimiento del sector.
Ya en el último trimestre del 2023 tuvieron el primer aliciente con la baja a cero de los derechos de exportación. Sin embargo, luego llegaría un momento de zozobra cuando el Gobierno de Javier Milei propuso pasar las retenciones al 15%. Pero, enseguida, las entidades lograron dejarlo tal cual. Agricultura excluyó al producto del incremento y luego ratificó que hasta el 30 de junio próximo seguirá en 0%. También destacan que el tipo de cambio más acomodado ayudó para una exportación que está traccionando ante un consumo interno alicaído.
En su análisis, Guillermina Mas, productora y presidente de la Cámara de Productores de Leche Cuenca Oeste (Caprelecoba), dijo que todo el año pasado la cadena destruyó valor: fueron casi 500 millones de dólares. “La cadena láctea se conforma de industria y producción primaria. Cuando vemos el valor generado por ambos eslabones vemos que fueron US$484 millones de destrucción, de los cuales el 90% lo absorbimos nosotros y fuimos quienes hicimos el esfuerzo para que no cayera tanto la producción”, señaló a LA NACION.
En rigor, el año pasado, pese a todas las dificultades, con 11.326 millones de litros de leche, la producción láctea cayó menos de un 2%. Jorge Giraudo, director Ejecutivo del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), recordó los motivos de esa merma: falta de reservas forrajeras, pasturas y verdeos, y una ecuación económica que no daba para la compra de los otros alimentos que se adquieren fuera del establecimiento. Sumó a que los precios internacionales bajos hacían que ese combo sea perfectamente dañino. Y fue más allá. “Esta caída se profundizó en 2024 en enero donde hubo una baja del 12,6%, respecto a mismo mes del año pasado”, explicó.
Es decir que ahora hay menos leche en los tambos para vender a la industria, por un tema estacional (hasta abril) y obviamente por la reducción en los stocks lecheros. “No hay tambo que no se haya desprendido de vacas productivas y no achicara su rodeo”, dijo Mas.
Por este motivo, Mas remarcó que ahora los tamberos son los que tienen en sus manos el poder de negociación frente a la industria. “La realidad es que el poder hoy lo tenemos los productores, porque falta leche, en términos de oferta y demanda. Crece nuestro poder de negociación y ahí es clave que nosotros estemos despiertos para pelear nuestro precio. Estos son los meses importantes para destinarle mucho tiempo a la gestión comercial. Hoy la exportación tiene un poder de compra superior, donde hay empresas que están pudiendo pagar más. Es ahora el momento de salir a pelear por el precio de nuestra leche. Si uno puede lograr acuerdos de largo plazo con la industria a la cual comercializa es el mejor momento para hacerlo. Hay negocios de exportación buenos, entonces los industriales necesitan esa leche, con una realidad: hay menos disponible”, subrayó.
De acuerdo a datos del OCLA, al 31 de marzo de 2023 había, según Senasa, unas 1.590.000 vacas distribuidas en unos 10.200 tambos. “El cierre de tambos del año pasado estará en probablemente dos o tres puntos en cantidad de unidades productivas y de uno o dos puntos en cantidad de cabezas. El dato lo tendremos a fines de marzo próximo”, indicó Giraudo.
El sector cree que al final del túnel hay luces verdes. “Ya en diciembre pasado el valor del litro de leche se fue acomodando y en el tambo se pagó un 30% más contra una inflación del 25%. De a poco los productores estamos recuperando precio. Pero todavía no estamos en donde queremos estar. Todavía hay cierta incertidumbre. Pero si se llega a una economía abierta y estabilizada, la lechería, siempre lo decimos, tiene todo para dar el crecimiento que sabemos que viene por el lado de la exportación”, cerró.
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