Pocos, casi nadie, puede dar hoy, con algún grado de certeza, cómo será el mundo cuando la pandemia del Covid-19 no sea la principal preocupación mundial. Sin embargo, hay señales que permiten conjeturar que el agro será de los sectores de la economía que podrá recuperarse con mayor velocidad que otros.
El interrogante que se mantiene abierto es si la Argentina, como uno de los principales productores de alimentos a nivel mundial, se decidirá a jugar un papel importante o si, nuevamente, dejará pasar oportunidades.
Este mensaje volvió a resonar en los últimos días con el trigo. Con un potencial de área sembrada de 6,8 millones de hectáreas, según la proyección de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en la cadena triguera buscan que el Gobierno adopte una definición estratégica. Lo dijo el presidente de la Federación de Acopiadores de Cereales, Fernando Rivara, en la jornada, online, A Todo Trigo. "Es necesario que el Gobierno tome el compromiso público de respetar normas que hoy nos rigen y así despejar temores y estimular la siembra hasta debajo de la cama, con la mejor tecnología posible, porque la Argentina necesita exportar todo el trigo posible", dijo. El mensaje ya lo conoce el ministro de Agricultura, Luis Basterra. Pero no es de él de quien se espera esa definición, sino de la cúpula del Poder Ejecutivo.
Puestos a soñar en grande, los propios exportadores creen que "la Argentina no tiene techo" en la cadena triguera, según una definición de Gustavo Idígoras, presidente del Centro de Exportadores de Cereales (CEC) y de Ciara. En su presentación en la jornada de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, dijo que el país podría ponerse una meta ambiciosa y llegar a 30 millones de toneladas de trigo. Para eso, opinó, debería afirmarse la responsabilidad de la cadena de valor, en calidad, sanidad y logística, y una decisión del Estado para establecer una política que incluya los temas impositivos y científicos y que resuelva temas como el de las semillas. "¿Le interesa al Estado?", se preguntó Idígoras. "Vemos un mundo mucho más complicado a nivel internacional, con restricciones sanitarias", dijo y expresó: "la salida y la solución no es discutir la pobreza, sino un aumento de la riqueza", añadió.
No solo el trigo busca una inyección de optimismo. El resto de la producción agropecuaria necesita entrar en "modo mediano plazo" para que pasen rápido las turbulencias del presente. Lo demostró la encuesta de abril de "Ag Barometer", del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, que se dio a conocer esta semana. El trabajo recoge consultas a unos 400 productores agropecuarios que tienen un valor bruto de producción igual o superior a los US$ 200.000. En el Índice de Condiciones presentes, que incluye "la situación financiera actual comparada con la de un año atrás y la oportunidad para realizar inversiones en activos fijos", según la definición, tiene un valor de 50, lo que indica que el 58% de los productores piensan que están peor financieramente y solo 27% de los productores "considera que es un buen momento para realizar inversiones".
La crisis del Covid 19, pese a que la actividad se mantuvo, no fue neutra. "El 64% de los productores plantea la postergación de inversiones y restricción de gastos, en tanto que un 28% sugiere que las decisiones de inversión y gasto no se verán afectadas", dice el informe.
En ese escenario, hay quienes ven una luz al final del túnel. Según la encuesta, "apenas un 9% de los productores ve una oportunidad en medio de la pandemia". ¿Qué están viendo esos optimistas? "Dentro de estas oportunidades, un 28% identifica ventajas crediticias, un 25% promociones en insumos y 31%, otras oportunidades de negocios", añade el trabajo.
Hay, sin embargo, una visión negativa en términos del resultado económico de la campaña. "Un 70% de los productores señala un resultado peor o mucho peor en relación a la campaña pasada. Solo un 8% de los productores indica que el resultado será mejor que el del año pasado", afirma la encuesta.
Aunque el trabajo no lo afirma, la baja de precios del maíz y de la soja parecen ser determinantes en esa visión. Un informe de la Bolsa de Cereales de Córdoba señaló que el valor bruto del maíz en la provincia se redujo en US$414 millones, y el de la soja, en US$246 millones. "A nivel del productor, la rentabilidad promedio se redujo severamente, y existen departamentos con resultados negativos tanto para soja como para maíz", dice el informe.
Los números reflejan que la actividad está muy lejos de ser identificada como "especuladora", como reza el imaginario de cierto sector ideologizado que pretende que sean otros y no ellos los que vendan el valor de su producción y su trabajo a un precio inferior al que corresponde.
En un contexto de elevada incertidumbre por la renegociación de la deuda externa y la escalada de la crisis económica, el país tiene pocos sectores en los cuales apoyarse y pensar en la recuperación en el mediano plazo. El campo está en la primera fila. Si tiene las señales correctas podrá ser uno de esos pilares.
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