Cyndi Gimenez y Julio Palacios son una pareja de formoseños que hace cinco años están en Ranchos, Buenos Aires, y despuntan el oficio de preparar animales para exposiciones
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La temperatura por las mañanas en Ranchos, provincia de Buenos Aires todavía suele ser muy baja y el frío penetra en la piel de los cabañeros Cyndi Gimenez y Julio Palacios, una joven pareja que trabaja en la cabaña Los Figari.
Igual poco importa: el orgullo y la satisfacción del deber cumplido los hace sentirse anchos frente a sus patrones. Hace poco participaron con varios animales de la Exposición Nacional Angus de Primavera en el predio de la Sociedad Rural de Olavarría, en la que obtuvieron varios logros. No fue una muestra más, esta vuelta ya no estaban solos. Al costado de los corrales donde cuidaban los ejemplares, siempre estaba estacionado un cochecito de bebé; adentro plácidamente dormía bien arropado Lautaro, su hijo de solo seis meses.
Gimenez, de 28 años, y Palacios, de 35, están en pareja hace más de una década. No son de la zona, son oriundos de la provincia de Formosa y llegaron hace un tiempo a Ranchos para hacerse cargo del plantel de pedigree Angus de Gerardo Figari.
“Yo me crié y trabajé siempre en el campo, en Misión San Francisco de Laishi, ahí aprendí junto a mis padres de ganadería. Siendo más grande, me fui a trabajar a otro campo cerca de la capital formoseña, donde estaba también un tío de Cyndi, y un día ella llegó a visitarlo. Así nos conocimos y nos pusimos de novios”, cuenta Palacios a LA NACION.
Pero un día, “cuando la vida se puso más difícil”, en busca de un futuro próspero, decidieron emigrar para encontrar mejores oportunidades laborales.
“Primero fuimos a Córdoba a trabajar en un campo de cría. Yo también trabajaba, Julio me enseñó a manejar el tractor y yo lo ayudaba en las tareas. Después de estar un año ahí, un conocido nuestro que había conseguido un trabajo en Tucumán nos ofreció su puesto en el campo de Ranchos”, dice Gimenez.
Aunque sabían poco del trabajo en una cabaña, no dudaron en aceptarlo y se embarcaron hacia la provincia de Buenos Aires. De eso, hace cinco años que están allí, donde fueron aprendiendo de la raza, de la preparación de un animal, de cómo pelar, arreglar las pezuñas, bañar y dar de comer, entre otras labores.
“Todos los días comenzamos temprano para dar de comer y después bañamos los animales para luego sopletearlos. En todo este tiempo, Julio aprendió a pelar. Yo lo que hago muy bien es sopletear. También ayudo en los nacimientos, en los partos. En conjunto llevamos las planillas de la cabaña”, relata la joven.
Para Jiménez, este trabajo, sacando el nacimiento de Lautaro, es lo mejor que le pasó en su vida. “En las exposiciones, vivimos una emoción tremenda. Estamos felices con trabajar en una cabaña bovina”, asegura. Lo mismo le sucede a Palacios: “Esto es una pasión. Es mucho sacrificio, no es fácil pero la pasión a uno lo motiva para hacer bien las cosas”.
En el último tiempo, las cosas para el matrimonio cambiaron medianamente. La llegada de Lautaro fue un acontecimiento esperado aunque de pronto transformó sus rutinas. Sin embargo, enseguida lograron adaptarse y se reacomodaron muy bien a esa nueva tarea de ser padres.
“Desde que nació nos acompaña a todos lados y le gusta estar entre los animales. Ya fue al Centenario de Angus, donde sacamos una campeona, una reservada y un tercer mejor macho. Va a ser un futuro cabañero”, detalla Jiménez.
“Para poder trabajar, trato de que mi hijo se quede un rato en el coche, si no nos turnamos con Julio o la gente de acá me da una mano y lo tienen un momento alzado, son muy buenos compañeros todos”, añade.
Según contaron, en el futuro se ven en el mismo lugar, donde se sienten muy a gusto con sus patrones. “La cabaña viene creciendo, hay muy buenos nacimientos este año. Día a día, espero seguir aprendiendo y creciendo, haciendo bien las cosas. Gracias a Dios nos está yendo bien. Más que un trabajo, esto es una pasión. Pero te tiene que gustar y tenés que poner pasión porque si no, no funciona. Es mucho trabajo, mucho esfuerzo y dedicación. No esfuerzo físico, pero sí constancia. Me gusta lo que hago y me gusta cuando las cosas salen bien. Para tratar de mejorar, a cada exposición que voy observo y aprendo de gente más experimentada que yo para copiar cómo hacen las cosas”, finaliza Palacios.
Esta nota se publicó originalmente el 1° de octubre de 2022
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