Si de jinetear crisis se trata, Mariana "China" Müller tiene varios másteres en su haber. En los 25 años que cumple su restaurante Casa Cassis en el sur, el matrimonio Wolf-Müller debió sortear varias tormentas, incluido esta última: el coronavirus. Sin embargo, nada parece hacer mella a su tenacidad por el trabajo.
Su infancia en Esquel y su contacto con la naturaleza y el campo le marcó a fuego la manera para vivir. Aún recuerda los momentos en la cocina y en la huerta junto a su madre y su abuela húngara. "De chica me divertía compartir ese espacio con ellas donde me sentía protegida. Eran esos instantes eternos de aprendizaje de huerta, cocina y vida. Era mi refugio y mi paz ", cuenta a LA NACION.
Sin saber que la vida le tenía preparado otro destino, se puso a estudiar asistente materno infantil. Un día, su padre le comentó a un amigo que tenía una hija que desde chica disfrutaba de la cocina. Ese hombre la invitó a conocer la cocina de Harrod’s en la calle Florida. "Fue bisagra para mi porque a partir de allí nunca más salí de esos lugares: la cocina y la huerta eran mi vocación", relata.
Pasaron algunos años y un día trabajando en un restaurante conoció a Ernesto Wolf, que era floricultor, con quien al tiempo se casó y lo convenció de volver al sur con un proyecto gastronómico.
En 1995, en la casa familiar de Esquel abrieron Casa Cassis, un restaurante con una impronta bastante osada para el pueblo. Los primeros años fueron ásperos porque el concepto de comida sofisticada era difícil de conformar a los lugareños.
A pesar de que sus amigos les decían que estaban locos de no elegir Bariloche, un lugar donde el turismo estaba más aceitado, ellos privilegiaron un estilo de vida a un beneficio económico. "Yo tenía mi corazón puesto en Esquel y me parecía un gran desafío probar allí. La idea nuestra era tener una cocina de autor con identidad centroeuropea, un mix de mis raíces húngaras y alemanas de mi marido", relata.
Para no claudicar y poder subsistir en el tiempo, una de las primeras medidas que tomó la China fue achicar el menú, que sea únicamente de noche y solo seis mesas. Cuando todavía no terminaban de estabilizarse, el hantavirus apareció en la zona a menoscabar lo poco que habían encauzado el negocio. Era otra vez a pelearla.
Pero en 2001 la crisis económica del país los obligó a sacar la bandera blanca de rendición. Dejaron la Argentina por un tiempo y se fueron a Alemania, donde Ernesto tenía familiares. Cerraron el restaurante, vendieron el mobiliario y con tres hijos viajaron hacia Europa: "Nunca fue un plan pero la situación económica nos llevó a irnos".
Pero como la querencia tira, dos años de experiencia en el país germano fueron suficientes como para pegar la vuelta. Y convencidos que la gastronomía regional era lo suyo, decidieron esta vez empezar en Bariloche la nueva etapa de Casa Cassis.
Si bien el dinero nunca fue el motivo para emprender, esta vez Müller sintió que era tiempo de ganar dinero. Pusieron el restaurante en el centro de la ciudad y lo mudaron luego al barrio cerrado de Arelauquen. Más tarde, pudieron comprar un terreno pegado al barrio y allí alzaron su casa, la huerta y el restaurante.
Proyecto Vinagres
Todo parecía encaminarse cuando en el 2011 el volcán Puyehue entró en erupción y cien millones de toneladas de cenizas, arena y piedra pómez acabaron con el turismo por dos temporadas completas y trajeron consigo problemas económicos para la zona.
El matrimonio no se dejó intimidar y enseguida pensaron qué hacer para sostener el trabajo. Para ellos, el volcán fue un cambio de paradigma y un gran aprendizaje. En esos días de nubes de cenizas y polvo, motivada y con ganas de seguir adelante, ella recordó dos cosas: la vez que de un año para otro conservó un vinagre con flores de sauco en la alacena y esa feria de productores en Austria en donde comercializaban toneles de madera con vinagre con distintos sabores.
"Nosotros hacíamos dressing con distintos sabores para el restaurante, pero claro cuando la cosecha de sauco terminaba no había forma de guardar tamaña cantidad en los frezzers que teníamos disponible para usarlos durante el año. Ahí fue que pensé que si mezclaba vinagre, que es un conservante natural, con jugo de sauco podría resultar algo bueno", dice.
A su emprendimiento gastronómico y la huerta biodinámica, se sumaron los dressings y vinagres, que ya tienen ocho años. En la bodega propia albergan 25 variedades como de cassis, frambuesas y sauco, donde parte de las materias primas para la elaboración vienen de El Bolsón, Del Hoyo de Epuyén y Las Golondrinas. Las flores y algunas de las hierbas, como el cedrón, se extraen de su propio lugar. Hoy se comercializa en todo el país y pronto cree que se podrá exportar: "Es el principio del camino".
Para la "China", el Covid-19 es un inédito palo en la rueda y nuevamente "se sienten desnudos". Sin embargo, le hicieron frente a la situación porque esta vuelta los encontró mejor armados. "Si bien no tenés el control de nada en esta pandemia, estamos más livianos, sin tantas presiones y viramos el negocio para no tener tantos costos. Todos lo hacemos nosotros: la huerta, la bodega de los vinagres y el restaurante", concluye.
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