La actividad, que invierte unos US$60.000 millones, necesita previsibilidad para desplegar todo su potencial
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La estrategia de negociación de eliminar de la ley ómnibus el capítulo fiscal trae aparejados nuevos escenarios para la agroindustria.
En la misma se encontraba el aumento de los Derechos del Exportación (DEX) para los diversos productos que exportamos, llevándolos a un máximo del 15% y la eliminación del diferencial aceitero manteniendo y equiparando los valores al 33%.
Si bien esta estrategia favorece a la agroindustria, plantea la posibilidad de que este aumento en la carga impositiva se trate por separado luego de aprobarse la ley ómnibus. Por lo tanto, se deberá estar atentos a esta nueva discusión que podría plantearse en las próximas semanas.
La diferencia de ingresos fiscales era irrisoria, pero para las empresas rurales muy relevante, ya que, si bien se estimaba alrededor de 700 millones de dólares adicionales por exportaciones, la disminución de ingresos a los productores es por la totalidad de la producción.
Las principales cadenas afectadas, eran o podrán ser las de los cultivos tradicionales como el maíz, soja, trigo, girasol, cebada, sorgo y la carne, con un impacto que podría superar los 700 millones de dólares y en el caso de las economías regionales hasta ahora exceptuadas cerca de los 200 millones de dólares adicionales. La región productiva que realizaría mayor aporte es la pampa húmeda, pero los productores más perjudicados son los alejados de los grandes centros de procesamiento y los puertos, por lo altos costos de transporte.
La pérdida de ingresos en la totalidad de la producción atenta en contra de la inversión tecnológica y la sustentabilidad productiva.
Productos
La propuesta de la ley llevaba la mayoría de los productos al 15%, en el caso del aceite esencial de limón y el complejo vitivinícola pagarían el 8%; mientras que los productos de economías regionales como olivícola, arrocero, cueros bovinos, lácteo, frutícola, hortícola, porotos, lentejas, arveja, papa, ajo, garbanzos, miel, azúcar, yerba mate, té, equinos y lana, no sufrían retenciones y se mantenían en cero.
Este intento de aumentar la carga tributaria al sector más dinámico de la economía argentina, generó un gran desconcierto entre los productores y el resto de los integrantes de la cadena agroindustrial, quienes esperaban que los derechos de exportación se eliminaran progresivamente hasta su desaparición total. El principio de libre mercado sin intervención y ahogo fiscal era lo esperado.
La previsibilidad para la agroindustria es fundamental, ya que los tiempos biológicos de algunas producciones requieren de fuertes inversiones en el corto, mediano y largo plazo, tal es el caso de la forestación, la fruticultura, la olivicultura, la vitivinicultura, la producción de yerba mate y té, la ganadería bovina y ovina, entre muchas otras, llevan años para poder tener ingresos.
Por otra parte, el impacto negativo en el ingreso de los diferentes sectores por la reducción que producen los derechos de exportación en los precios FOB, y que disminuyen los precios a todos los productores exporten o no, diluye fuertemente la mejora competitiva que se obtuvo con la devaluación del dólar oficial, que hoy se está quedando retrasado con respecto a la inflación y que supone una nueva devaluación futura. A pesar de poderse liquidar el 80% de las exportaciones a través de MULC y el 20% restante por el CCL.
En una argentina nueva, liberal, desregulada y con mínima participación del Estado, la política debería ser la anunciada, es decir, tender a la eliminación progresiva y continua de los Derechos de Exportación, y es aquí en donde se debe realizar el mayor esfuerzo para desarrollar el cronograma correspondiente para cada producto.
De esta manera, para el 2028 no deberían existir más, en una argentina seria, equilibrada, abierta al mundo y competitiva.
Recordemos que la agroindustria invierte más de 60.0000 millones de dólares al año, siendo el único sector de la económica que arriesga semejante monto con alto riesgo climático y de mercado. Este nivel de inversión es el que ha permitido a lo largo de la historia salvar a nuestro país de las sucesivas crisis y esta no será la excepción, ya que aportar las divisas necesarias para despegar, dinamizará todos los pueblos del interior y creará empleos legítimos, consolidando el arraigo y la soberanía.
Por ello es relevante impulsar la inversión, con previsibilidad y brindando una mejora de la competitividad a los sectores productivos.
El autor es consultor en agronegocios y energías renovables
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