Sergio Bonansea y Christopher Kilmurray, microbiólogos de la Universidad Nacional de Río Cuarto, fundaron Ceres Demeter con el propósito de llegar a soluciones agrícolas sostenibles
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RÍO CUARTO-. Ser el nexo entre la ciencia y el sector productivo. Es el objetivo que se propusieron Sergio Bonansea y Christopher Kilmurray, dos productores agropecuarios que, tras recibirse de microbiólogos en la Universidad Nacional de Río Cuarto , quisieron romper la barrera que impedía que numerosos descubrimientos científicos trascendieran más allá de artículos y publicaciones.
“Empezamos a detectar que mucha información quedaba en artículos o publicaciones científicas, pero cuando íbamos al campo y queríamos producir con lo que se estaba investigando no podíamos”, contó Bonansea. Eso, relata, fue el punto de partida que los hizo conscientes de la necesidad de un mecanismo más ágil para convertir ese conocimiento científico en productos que sean rentables y utilizables por el productor agropecuario.
Con la idea de dar respuesta a esa necesidad en 2010 fundaron en esta localidad cordobesa Ceres Demeter, una startup que actúa como puente entre el ámbito académico-científico y el sector agropecuario para el desarrollo de bioproductos que buscan reemplazar agroquímicos y fertilizantes tradicionales.
En un primer momento se autofinanciaron con ventas de productos que habían desarrollado a productores agrícolas que confiaron. Luego, en 2019, recibieron a tres inversores: Luciano Nicora, Sergio Asis y Carlos Becco.
Este año estiman alcanzar un millón de dólares de facturación con un crecimiento del 100% respecto al ejercicio del año anterior. “Planteamos mantener un crecimiento similar en los próximos años gracias al lanzamiento de nuevas tecnologías”, dice.
Kilmurray explica que, en primer lugar, lo que hacen es analizar información científica publicada o en desarrollo en equipos de investigación de entidades públicas. “Detectamos microorganismos que están siendo estudiados por la ciencia que puedan cumplir una función para el desarrollo de productos biológicos que resuelvan un problema en el agro”, comenta.
Una vez que seleccionan estos microorganismos los incorporan en la empresa para iniciar el proceso de desarrollar de los bioproductos. El mismo consta de tres fases: una primera de investigación en laboratorio donde se diseñan las formulaciones específicas para cada uno de estos microorganismos y se realizan las primeras pruebas de concepto funcional.
En la segunda fase este potencial producto (prototipo) se estudia a escala piloto. “Allí entra en juego la maquinaria industrial de la empresa, para estudiar el comportamiento del producto a escala real (de la forma que saldrá al mercado). Además en esta misma fase se hacen las primeras evaluaciones a campo donde se selecciona la mejor formulación y condiciones de aplicación, para obtener el producto más eficaz y eficiente posible”, expresa.
Una vez obtenido el producto final se comienza con la ultima fase, que es la de registro tecnológico y validación. “Presentamos todos los requerimientos necesarios para la aprobación del producto en el Senasa y al mismo momento generamos demostraciones comerciales a nuestros potenciales clientes para que conozcan el producto que luego licenciarán”, relata.
Por último, indica, que una vez que el producto está listo generan acuerdos comerciales con compañías que sean capaces de escalarlo comercialmente a nivel global. “Estos acuerdos pueden ir por dos vías, por un lado, la licencia del know-how, y donde el cliente se encarga del producto y nosotros cobramos una regalía, o nosotros mismos lo producimos para que la compañía lo comercialice bajo su propia marca”, detalla.
Ofrecen, entre otros productos, inoculantes y fertilizantes. Desarrollaron inoculantes para soja, gramíneas y maní. También estimulantes foliares para maíz y soja.
“Nuestro objetivo es lograr que el productor agropecuario, quien representa al usuario final de estas tecnologías, pueda aumentar la producción de alimentos sin causar daño al medio ambiente, al planeta y a la salud de las personas”, cuenta Bonansea.
Actualmente, integran el equipo 27 personas, entre abogados, científicos, biotecnólogos, microbiólogos, ingenieros.
La compañía está en pleno crecimiento. En las oficinas de Río Cuarto realizan una ampliación general del laboratorio. “Vamos a contar con 200 metros de laboratorio de investigación y desarrollo. Nos va a permitir ampliar nuestra capacidad de desarrollo de manera considerable. Incorporaremos más personal técnico y nuestra capacidad de producción 10 veces respecto a la actual. Lo que nos va a permitir abastecer de productos biológicos alrededor de 5 millones de hectáreas para 2024″, detalla.
En ese sentido, destaca como hitos que este año lanzaron al mercado el primer tratamiento de semilla de maíz en origen adaptado para que las semillas sean tratadas por los semilleros. El producto estimula al cultivo para aumentar la tolerancia al estrés hídrico. También presentaron el primer biopolímero para el tratamiento de semillas de maní que fue adquirido por una empresa internacional.
“Nuestro próximo lanzamiento es una plataforma para combinar los mejores microorganismos en una misma formulación; combinará los mejores microorganismos de nutrición, control biológico y prevención de enfermedades”, afirma.
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