En estos días se cumplirán 120 años del nacimiento de uno de los más trascendentes escritores argentinos
Nació en Buenos Aires el 13 de febrero de 1886, recorrió varios países europeos, americanos y asiáticos, permaneció largas temporadas en París, pero nunca se despegó de la pampa, el lugar que moldeó su sensibilidad y se erigió en eje central de su producción poética y narrativa.
En los círculos académicos se suele señalar que gran parte de los autores gauchescos han vivido esporádicamente en el campo; de Güiraldes podemos decir que nunca se apartó de él, a pesar de su alma viajera. Pocas veces se ha dado un fenómeno como el de este escritor de los pagos de Areco de tan sólida identificación con el medio y sus personajes.
Los gauchos poblaron el mundo de su infancia, templaron su carácter y se instalaron en el centro de su producción literaria: "...en mí han podido más, por ser primeros y cercanos, los relatos y diálogos que he oído de chico y con imborrable emoción, que las ampliaciones intelectuales y sobre todo de expresión que estas emociones han sufrido con mi cultura". Su obra intenta captar la magnificencia de la pampa y el temple del gaucho como tesoros que permanecen desconocidos, por lo que todos sus esfuerzos poéticos se vuelcan en esta dirección: "Me parece que hay tanto que decir en este país que me desespera no ser un hombre orquesta capaz de de- sentrañar el aspecto poético, filosófico, musical y pictórico de una raza inexpresada. No pretendo por eso ser capaz de hacerlo; hablo sólo de una tentación".
Al principio los introdujo intuitivamente, hasta que después de largos viajes y angustiosas búsquedas comprendió que esos seres tan cercanos eran poseedores de una clave, de esa dimensión de la existencia que buscaba con tanto ahínco: "Entre extraños aprendí a ver lo que en mí había de nacional, lo que hay en mí no de individual, sino de colectivo y común a todo mi pueblo. Los contrastes evidenciaron lo propio de lo extraño. La incomprensión obró como piedra e hizo nacer el reflejo que me apareció como luz, como mi luz, como nuestra luz".
La mirada del otro fue el espejo que le ofreció su propia imagen de hombre de la pampa estimulándolo a desarrollar un tema que estuvo presente en su obra desde el primer libro de poemas publicado en 1915 - "El Cencerro de Cristal"-, recorrió los cuentos y novelas creados a lo largo de su vida, y alcanza un primer plano en su obra magistral "Don Segundo Sombra". La pampa es el ámbito de sus búsquedas existenciales; son esas inmensidades las que han alimentado su "sed de horizonte" y lo impulsan en su afán de trascendencia: "... y mi alma va tras el infinito, infinitamente". Tendido en la llanura, esa "pequeña antena de carne alucinada de imposible" puede acoplar su voz a los ritmos y cadencias del cosmos, esperando "que algo grande como un Dios" lo "eleve a la armonía universal".
Su obra mayor, Don Segundo Sombra, rápidamente obtiene la aprobación general, dando cuenta del arraigo que el tema tiene en el público.
El propio Güiraldes reconoce y destaca esta pertenencia: "Don Segundo Sombra lo hemos escrito todos. Estaba en nosotros y nos alegramos de que exista en letra impresa". El autor reconoce al personaje como un tipo humano tan fuertemente instalado en la cultura que es capaz de sobrevivir a las grandes transformaciones económicas y sociales que lo han afectado. Su mirada no es nostálgica o retrospectiva sino que busca rescatar la dimensión antropológica del gaucho, reconociéndolo como un legado cultural que permanece a pesar de los cambios generados por el progreso.
Permanencia
Algunos autores la consideran una novela de iniciación por el lugar de "maestro" que el personaje Fabio Cáceres atribuye a Don Segundo, y es cierto que el joven se transforma en "resero" imitando al hombre experimentado.
El aprendiz lo sigue como "un abrojo de los cercos prendido en el chiripá" y se deslumbra por su habilidad en las tareas rurales, en los "floreos de la guitarra", en las "mudanzas en el zapateo", en los retruécanos, en el galanteo, en la habilidad para contar historias, lo que no era sino "un resplandorcito de sus conocimientos".
Pero lo más importante es su temple, su nobleza de espíritu, su afán de libertad. Siente que su "padrino" es portador de una sustancia, de una savia invisible que transmite con actitudes, con acciones que no admiten obsecuencias ni claudicaciones y que sólo esboza en palabras cuando se limita a decirle: "¡Hacéte fuerte, muchacho!"
Don Segundo Sombra es el representante de una cultura tradicional que no acepta la disolución y no reniega de su trayectoria ni de su originalidad, y esto ocurre en 1926 cuando la intelectualidad consideraba que el gaucho era un tema que había quedado sepultado en el pasado.
Güiraldes lo reactualiza, lo convierte en la condensación de un saber ancestral y logra que un personaje tan característico de la pampa alcance universalidad y ocupe los primeros lugares en la producción literaria latinoamericana.
lanacionarTemas
Más leídas de Campo
Advertencia. El CEO de una cadena francesa de supermercados no quiere comprar carne del Mercosur
Excelencia Agropecuaria. A pura emoción, se consagraron los mejores del campo en 2024
Murió Luciano Miguens. Por qué fue la pieza clave de la Mesa de Enlace durante el conflicto donde el campo se defendió del kirchnerismo