CORDOBA.- Para la Bolsa de Cereales de Córdoba (BCC) la decisión del gobierno nacional de frenar las exportaciones de maíz hasta el 1ro. de marzo cuando comienza la cosecha de la nueva campaña con el argumento de garantizar la provisión del mercado interno no tiene sustento real y provocará una caída en la producción debido a los menores precios que recibe el productor y a la alteración de los precios relativos que genera un cambio en la asignación de tierras.
Un estudio de la institución repasa que el sector exportador lleva compradas 37,29 millones de toneladas de maíz, por lo que hay una diferencia de 3,06 millones con las 34,2 comprometidas para exportar. Si las ventas externas alcanzaran los 38,5 millones, deberían sumar 1,2 millones de toneladas. Con esas cifras y con la producción de 58,5 millones de toneladas, "no debería haber problemas de abastecimiento en el mercado local y no se justificaría la medida tomada".
La BCC indica que la decisión genera restricciones por la incertidumbre de cuándo exportar y, por ende, impacta negativamente sobre los precios. La asimila a otras anteriores como el Registro de Operaciones de Exportación (ROEs), que autorizaba operaciones (funcionando en la práctica como cupos). Sumadas a las retenciones, sostiene, modificaron las decisiones de los productores y golpearon tanto "el área de los cultivos como en la generación de divisas producto de menores exportaciones".
Una de las consecuencias que menciona el informe es el cambio en la relación en el área sembrada con los principales cultivos de Argentina, maíz y soja. Con restricciones para el cereal más fuertes que para la oleaginosa, la relación de precios se modifica: en períodos con mayor intervención estatal, el diferencial entre el FAS teórico (precio que debería recibir el productor) y el precio disponible (precio efectivamente recibido) se agranda.
Entre 2008 y 2015, el precio del maíz se ubicó, en promedio, en un 10% por debajo del FAS Teórico; el productor, además de las retenciones del 20%, recibía un descuento adicional del 10% sobre el precio. Desde diciembre de 2015, cuando se eliminaron las restricciones, el precio disponible superó incluso al FAS Teórico, "producto de la mayor competencia por el cereal". La soja experimentó un crecimiento continuo desde la campaña 2000/2001 en detrimento a la de maíz hasta la 2015/2016, donde esa relación se revierte debido a los mejores precios del cereal.
En la campaña 2008/2009, se sembraron 5,2 hectáreas de soja por cada hectárea de maíz, mientras que, en la última campaña agrícola, esa relación fue de 1,8. Para la Bolsa los números muestran claramente que una "mayor intervención en el mercado perjudica la producción y, por lo tanto, el abastecimiento en el mercado interno y la generación de más divisas por más volúmenes exportables". La cosecha de maíz pasó de un promedio de 26 millones de toneladas entre 2008 y 2015 (período de mayor intervención) a 50 millones de toneladas entre 2015 y 2020.
Exportación
En 2019, se exportaron 36,2 millones de toneladas de maíz por US$ 5900 millones. A noviembre pasado, las ventas externas superaban las 36 millones de toneladas, por lo que -con las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) realizadas- el año cerraría con un volumen récord de más de 37 millones de toneladas.
El documento también enfatiza que el maíz tiene una diversidad de usos mayor a la de la soja, presentando un gran potencial de industrialización. Además, al tener una mayor producción por hectárea, el impacto sobre el transporte es más grande. Por cada hectárea de maíz que se produce en Argentina, se requieren 2,5 camiones para transportar el cereal, mientras que para la oleaginosa se requiere sólo uno: "Una mayor siembra de maíz genera una mayor sostenibilidad de los suelos además de requerir una inversión por hectárea y generar una cantidad de materia orgánica superior a la oleaginosa".
"Si bien el precio de los granos genera un impacto sobre las actividades de transformación en proteína animal y otros alimentos de consumo masivo, no explican por sí solos los aumentos de estos en el mercado interno –subraya el trabajo-. Por el contrario, hay aspectos estructurales que presentan una mayor incidencia sobre el costo de los alimentos como impuestos, transporte y aspectos laborales".
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