Según la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), en abril pasado el sector se reactivó y entre sus causas figuran que el país no cayó en default; interés de inversores externos en el marco del conflicto armado
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En un escenario internacional complejo que llevó a que los Estados Unidos tenga una inflación anual superior al 8% y a desalentar inversiones tradicionales en dólares, y mientras la Argentina logró evitar el default con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el sector inmobiliario rural local se encuentra en una rápida recuperación de la actividad.
El dato fue proporcionado en el último documento publicado por la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), donde se refleja la actividad del mercado inmobiliario rural en todo el país, bajo el Índice de Actividad del Mercado Inmobiliario Rural (InCAIR). Otras dos causas que señalaron en el estudio sobre el repunte fueron el fuerte aumento de las commodities y el valor muy firme de los arrendamientos rurales, con respecto a la campaña anterior, “con subas de entre uno y dos quintales por hectárea en diversas zonas”.
Para la entidad, en abril pasado, el InCAIR fue de 31,89 puntos, que reflejó una “significativa suba del 39%, respecto del mes anterior”, aunque remarcaron que “la actividad sigue siendo un 7,4% inferior al promedio de los últimos cinco años para el mismo periodo”.
La base del InCAIR es de 97,5 puntos, que corresponde en forma histórica a su pico máximo registrado en septiembre del año 2011. Esa base se conforma de acuerdo a resultados de la encuesta mensual de actividad efectuada entre socios de todo el país, a la cantidad de avisos publicitarios de campos en venta o alquiler en los principales medios gráficos de tirada nacional y de anunciantes en su web, a operaciones rurales realizadas en el periodo analizado, a búsquedas y consultas efectuadas por inversores también en su web y a cantidad de avisos comerciales en las principales plazas del interior del país.
Para José María Bauzá, nuevo presidente de la entidad, ahora existe un escenario global y nacional muy diferente al del año pasado y que repercute a que, “el dueño de campo piense dos veces en bajar sus ambiciones de venta”. Aclaró que esta mayor actividad aun no se traduce ni es el correlato de operaciones reales y ciertas.
“Se restringe la gran oferta en el mercado de los campos y se vuelven a hacer de un mayor interés. En tanto que en la demanda hay un incentivo global por la devaluación del dólar, donde su valor adquisitivo va a ser un 8% menor y eso conlleva a que haya más inversores potenciales para la compra de campos”, señaló.
En cuanto a la coyuntura local, destacó que firmar con el FMI alejó “ese fantasma del default” y benefició no solo al sector agropecuario, sino a todas las actividades económicas del país: “Si no íbamos a estar inmersos en una inestabilidad brutal. No se le rompió la pata al banquito”.
En diálogo con LA NACION, Juan José Madero, director de la división Campos de LJ Ramos, destacó que, si bien este panorama actual es una evolución clásica de la actividad tras el bache estacional del verano que existe desde siempre, hoy hay un nuevo punto para prestar atención.
“Aparecieron consultas de un inversor que el año pasado no estaba. En 2021 era raro tener el ticket de inversión de más de US$3 millones e imposible encontrar uno de US$5 millones. Ahora se escuchan operaciones de ocho dígitos. Es un termómetro donde en medio de la invasión de Rusia a Ucrania ese nuevo inversor macro quiere anticiparse y está viendo que el precio de la tierra en la Argentina está retrasado con respecto a lo que pasa en el mundo. Se necesitan cada vez más alimentos y el stock de tierras fértiles es finito”, señaló.
“Nuestra zona núcleo, el cinturón maicero en los Estados Unidos y las tierras de Ucrania pertenecen a la crema del mundo, son ese 3,5% de las tierras libres de hielo y con el adicional que nosotros estamos en contra estación del resto”, añadió.
En este contexto, indicó que el acuerdo con el Fondo permitió “al menos” enmarcar un eje hacia adonde debe seguir el país. “El inversor es muy sensible a estas cosas y que el país tenga que cumplir una conducta económica hizo que se vuelva a mirar a la Argentina como inversión y ahora está empezando a querer jugar el partido. Estamos en un momento de piso de valores donde el inversor apuesta a que los valores al menos no bajen y apostar a una revaluación a largo plazo porque cuando uno entra en el negocio de tierras es condición que sea largo plazo, casi generacional”, dijo.
Según comentó, el precio de la tierra en la Argentina está retrasado versus otros países productores. Ronda los 14.000 a 15.000 dólares por hectárea en la zona agrícola núcleo. En tanto, en Illinois, en el cinturón maicero norteamericano, el valor de la hectárea está en alrededor de US$40.000.
“La guerra te pateó el tablero y este escenario mundial está traccionando sobre el valor de la tierra en todo el mundo; sin embargo, la diferencia del precio de la hectárea con esa región en el país del norte nunca fue tan grande. Los campos en Uruguay y Paraguay, donde existen una política ‘normal’, subieron también de manera firme, pero acá seguimos retrasados por las políticas de este Gobierno que siempre tiene el freno de mano puesto hacia el sector, generando incluso inseguridad jurídica. El principal problema es el cepo cambiario que viene hace años y que impide que las operaciones se puedan concretar”, aseguró.
Por último, Madero dio detalles de una incipiente variable que también trajo el conflicto bélico. En este sentido, explicó que en Europa, para los inversores, más allá de la seguridad jurídica de sus negocios ahora está la seguridad personal.
“Está comenzando a hacer un ruido, aunque de manera incipiente, la posibilidad de que inversores internacionales vengan al país, con la compra de algún campo para instalarse y desde aquí manejar sus negocios globales. Antes de la guerra no existía esta variable. Aunque es algo embrionario, apareció este nuevo componente que puede movilizar a esa figura extranjera a venir a esta región más segura”, contó.
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