Lautaro Villagra, que vive en una zona rural en Catamarca, se había quedado sin el animal que usaba para trasladarse ocho kilómetros todos los días; participó de un concurso con un dibujo donde reflejó las dificultades para llegar hasta el colegio
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El lunes pasado, sobre la ruta nacional 40, en la escuela rural Nº 357 (primaria) y Nº 21 (secundaria), en Punta de Balasto, a más de 400 kilómetros de la capital catamarqueña, fue una jornada de fiesta y alegría. Los 29 alumnos del establecimiento educativo recibieron una bicicleta cada uno, producto de un concurso de dibujo llamado “De mi casa a la escuela”.
Firme y orgulloso estaba, con sus 16 años, Lautaro Rodolfo Villagra, quien resultó ser el ganador de la muestra, entre más de 300 chicos rurales participantes de todo el país. El joven estudiante vive junto a sus padres y sus tres hermanos en la aldea Pajanguillo, a unos ocho kilómetros de la escuela. Allí ayuda a su familia en la cría de cabras. Si bien la primaria la pudo hacer en su localidad, en 2019, ya en la secundaria, debió comenzar en el poblado vecino de Punta de Balasto.
Desde un principio, las formas de llegar a la escuela para los hermanos Villagra siempre fueron complicadas. A pesar de que la familia tenía una moto, eran cuatro quienes debían movilizarse hasta la escuela. Fue ahí que en 2019, al comenzar la secundaria, Lautaro decidió viajar a lomo de su burrito, con el que tardaba algo más de media hora. Pero al tiempo nomás el animal se murió, entonces no le quedó otra que ir caminando.
Sin embargo, cuando llegó la pandemia, por la falta de conectividad en su paraje no pudo continuar con las clases virtuales y eso lo llevó a perder el año. Un día, a mediados de mayo pasado, llegó a oídos de la profesora de matemáticas del establecimiento, Erica Frías, la existencia de un concurso de dibujo que organizaba por segunda vez el Renatre y la fundación del gremio, Fundatre, cuyo premio era bicicletas para todos los alumnos de la clase del que ganara el premio. Ahí nomás le propuso al joven participar, quien decidió a través de su dibujo plasmar cómo es vivir en la ruralidad más profunda y contar la problemática que tienen los chicos para concurrir a la escuela.
En diálogo con LA NACION, Frías contó que le pareció una buena oportunidad de participar no solo por el premio sino para visualizar la vida de miles de jóvenes y niños rurales que tratan por todos los medios, y a pesar de las dificultades, seguir estudiando.
“Fueron cinco alumnos de la escuela los que participaron y Lautaro resultó el ganador. Es una felicidad y una alegría inmensa la que tengo y tienen los chicos”, dijo la profesora de 41 años que vive en Santa María, a unos 30 kilómetros de la escuela y donde hace siete años es docente.
“Gracias al concurso, tanto Lautaro como los 29 alumnos de la escuela tienen una bicicleta nueva porque, si bien era solo para la clase, solo son ocho; entonces se les repartió a cada estudiante (del colegio) una bicicleta. Ahora ya nadie tiene excusas para no venir a la escuela”, añadió.
Frías contó que Lautaro estaba feliz no solo por él sino también por sus compañeros. “Cuando le dieron el premio hacía willy con la bici de la felicidad que tenía. ‘Estoy contento porque son muchos los que veníamos caminando a la escuela’, me dijo”, relató la docente.
Por su parte, el presidente del Renatre, José Voytenco, quien estuvo presente para la entrega del premio, señaló: “Desde el gremio, entendemos la importancia de estas acciones sociales, con las que llegamos a lugares donde nadie llega y poder brindar beneficios para los hijos de los trabajadores rurales”.
El concurso, según contaron los organizadores, tiene carácter federal, donde participan niños y jóvenes de las escuelas rurales de todo el país. “En la primera edición, los ganadores fueron de las provincias de Tierra del Fuego, Entre Ríos y La Pampa”, indicaron.
“Con estos actos de reivindicación, de equidad y de igualdad de oportunidades, podemos generar y fortalecer nuestros lazos con la comunidad a la que representamos”, expresó la vicepresidenta del gremio, Carolina Llanos, quie también estuvo en el lugar.
Para Frías, que trabaja asimismo en otros colegios públicos y privados urbanos, los chicos del campo son especiales, tienen un modo de vida y una manera de expresarse diferente a los de la ciudad. “Son muy respetuosos y cariñosos, siempre es señora o profesora. Las cosas que por ahí son comunes en la ciudad, aquí se valoran un montón, como es venir a la escuela. Por eso siempre insisto en la importancia de la educación rural”, remarcó.
Si bien perdió este ciclo lectivo, Lautaro prometió retomar sus estudios el año que viene. Ya tiene un ofrecimiento de un trabajo en la provincia de Salta el día que finalice la secundaria. Mientras tanto y hasta marzo, cuando comience el año escolar, piensa seguir disfrutando de sus paseos en bicicleta por la montaña junto a sus hermanos.
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