Con Don Milagro, Gastón Cruz, de La Quebrada de Humahuaca, participó en la Slow Wine Fair en Bologna; el origen con un abuelo agricultor y la responsabilidad de producir en armonía con el ambiente
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Cuenta la historia que don Milagro Cruz, agricultor de toda la vida al pie del Cerro de los Siete Colores, en Purmamarca, cuidaba con especial esmero entre sus cultivos los parrales de Torrontés y de Criolla que él mismo había plantado para, en el tiempo de Carnaval, tener vino para compartir con la familia y con los amigos que llegaban hasta la Quebrada de Humahuaca a celebrar en una mesa común todo lo que la tierra les brindaba.
Más de cincuenta años después, Gastón Cruz, nieto de aquel hombre de tierra y vino, cerró el mes del Carnaval en Bologna, Italia, compartiendo vinos que encontraron su origen en algunos de los viejos parrales plantados por don Milagro en la Slow Wine Fair, donde entre el 25 y el 27 de febrero se congregaron más de 1000 expositores en representación de los diversos eslabones de la cadena del vino de todo el mundo para reafirmar objetivos y misiones comunes: producir vino bueno, limpio y justo, donde el cuidado del ambiente y el desarrollo social equitativo de las comunidades estén en el centro de la escena.
“Desde el nombre de nuestra bodega, Don Milagro, a la línea de vinos que llamamos Carnaval, son una evocación del legado dejado por el abuelo y por el resto de los mayores de la región de La Quebrada que pusieron todo su esfuerzo y trabajo en ser agricultores de tiempo completo y en cuidar de la tierra”, contó Gastón a LA NACION desde el salón de la Feria internacional organizada por la rama vitivinícola del movimiento Slow Food y a la que llegó invitado por Slow Wine Latinoamérica para representar a los productores de Jujuy, una provincia que comienza a mostrase como productora de vinos de calidad y de máxima altura.
“Lo primero que comunicamos fue que se produce vino en nuestra región de La Quebrada, aunque no sea una zona convencional para la vitivinicultura argentina. Como es lógico, la referencia que tienen los europeos en cuanto a nuestros vinos es Mendoza y un poco de los Valles Calchaquíes. Se sorprenden cuando les contamos que producimos vinos de calidad en alturas que van de los 2400 a los 2800 metros sobre el nivel del mar, para ellos eso es toda una novedad”, relató el productor.
Como buena parte de los establecimientos productores de vino de la región, la Bodega Don Milagro, que ya cuenta con 12 años de actividad comercial, es pequeña. En dos hectáreas y media conviven cepas Torrontés, Criolla Grande, Criolla Chica, Malbec y Cabernet Frac, a las que recientemente se incorporaron Tannat y Merlot para nuevos proyectos.
Esperanza de una buena vendimia
Carolina Ruiz, esposa de Gastón y enóloga de la bodega, dijo a LA NACION desde Purmamarca que se está llegando al tiempo de la vendimia, que en la región se da entre marzo y abril, “con plantas que se están manifestando hermosamente”, tras sortear noviembre sin problemas de heladas tardías. Contó que con mucho trabajo lograron recuperar y mantener en producción algunos de los parrales plantados por don Milagro de Torrontés y de Criolla que ya cuenta con cerca de 80 años.
“Nos costó recuperarlas, pero están y nos aportan uvas para el Carnaval Torrontés y para el Carnaval Rosado de Criolla. Ambos son vinos muy amables, muy aromáticos que creemos don Milagro hubiera querido compartir con sus amigos en el Carnaval”, aseguró Carolina. La línea de vinos de la bodega se completa, de momento, con un blend tinto de Malbec y Cabernet Franc llamado Pueblo Rojo, que tiene un paso de unos 4 meses “por barricas remanufacturadas que le aportan un toque muy sutil de madera, pero que permiten que prevalezca la uva”. Agregó que el vino de altura tiene como virtudes el color y el aroma y destacó que “en Purmamarca el color de los cerros está en nuestros vinos”.
En el mismo sentido, Gastón explicó que los tintos de La Quebrada son vinos con carácter. “Al ser producidos a mucha altura reciben una insolación muy fuerte y soportan una amplitud térmica de más de 20 grados durante muchos días del año. Todo esto obliga a las plantas a generar pieles más gruesas en sus uvas, para ser más resistentes a las condiciones del ambiente. Esto potencia los taninos y los polifenoles y da como resultado vinos complejos, con estructura y mucho carácter. Además, dada la composición mineral de los suelos y del entorno montañoso, surgen vinos con muy buena acidez y muy aromáticos, característica esta última que destaca al Torrontés de nuestra región”, detalló el viticultor.
Carolina explicó que las viñas de las zonas más altas, a 2700/2800 metros, tienen una maduración más lenta. “Eso no lo vemos como un problema, sino que, en el ensamble con las uvas de las zonas más bajas, en torno de los 2400 metros, balancean el nivel de acidez del vino. Es decir que los distintos niveles de altura nos aportan equilibrio al producto final”, reconoció.
Hoy la producción de la Bodega Don Milagro oscila de 5000 a 5500 botellas por año, pero Gastón contó que el objetivo para un mediano plazo es superar las 10.000 botellas, pero siempre priorizando “hacer un vino de buena calidad”. Para ello, además de la incorporación del riego por goteo al tradicional riego por vertiente, se están agregando cepas y reemplazando plantas.
“Con Gastón manejamos los viñedos a la par, yo hice la tecnicatura en enología y él está en las últimas materias para ser sommelier, sabemos qué le pasa a cada planta, dado que por el manejo sin productos químicos tenemos que estar mucho más presentes en el campo. Sí, es un dolor de cabeza trabajar en forma agroecológica; el trabajo es el doble al que sería si usáramos insumos químicos para controlar malezas y bichos, pero estamos convencidos de que este es nuestro camino y de que podemos dar garantía que desde la planta la uva llega sana a convertirse en vino. Ese énfasis que ponemos en los modos naturales de producción, en preservar la tradición de respecto por la tierra de la familia Cruz y en ponerle amor a lo que hacemos es lo que ahora queremos prolongar en nuestros hijos Herlina, Constanza y Lisandro”, contó Carolina con la voz entrecortada por la emoción. Y agregó: “La tierra de La Quebrada es mágica, porque luce agreste y pobre, pero, sin embargo, nos da cuanto queramos producir y con una calidad de sabores que sorprende a quienes no son de acá”.
Gastón destacó que más allá de ser productores de vino no dejan de ser agricultores tradicionales. “Esta es una región con un profundo arraigo por la agricultura, nuestros pueblos vivieron y viven de la agricultura. Siempre admiré el modo en que los pequeños productores aquí cultivaron desde tiempos muy lejanos tierras escarpadas y pedregosas. Y al involucrarme en las tareas de producir entendí que se puede. Tanto es así que nosotros también hacemos pequeñas producciones de duraznos, peras, maíz y de papas”, relató.
Cerros y bodegas
Para la Quebrada de Humahuaca, que tiene un lugar destacado entre los destinos turísticos de la Argentina, la prolongación de una ruta del vino que ya conecta puntos de la Patagonia más austral con este norte “alto” suma atractivo. “A quienes visiten la Quebrada queremos contarles que a las opciones que la zona ofrece por sus paisajes con montañas de colores también estamos los productores de vino, que los esperamos en nuestras pequeñas bodegas, en una zona completamente novedosa para esta actividad en el país, con vinos distintos a los de otras regiones vitivinícolas que, creo, deben ser tenidos en cuenta”, dijo Gastón. Y añadió que producir vino implica para él “un afecto hacia la tierra que nos cobija y nos alimenta, y un reconocimiento hacia nuestros antepasados que la abrazaron y la cuidaron con su trabajo. En cada botella queremos transmitir esa identidad del terruño donde producimos”.
Carolina ponderó que se comience a comunicar y a valorizar la región como productora de vino. “Es muy importante para los pequeños agricultores y nos enriquece como provincia el poder ofrecer un servicio más para el turismo. La Quebrada y Purmamarca ya no son solo la foto de sus cerros, sino que también comienzan a ser un circuito de bodegas que suman encanto y que se complementan con las comidas regionales, las picadas con queso de cabra y todo lo que podemos ofrecer”, destacó. Agregó que cada productor de la región es difusor del emprendimiento del otro, “nos recomendamos mutuamente para que los turistas conozcan y recorran la mayor cantidad posible de bodegas. Tenemos una muy buena convivencia entre todos y priorizamos el bien común al interés particular”.
Bodega vocera de la región
Pia Graziosi, sommelier y una de las organizadoras de la primera Feria Slow Wine Latinoamérica que se concretó en diciembre último en Buenos Aires, dijo a LA NACION que la Bodega Don Milagro fue propuesta para representar a la provincia de Jujuy en la Slow Wine Fair Bologna por el cuidado de la tierra, el empleo de metodologías ancestrales de cultivo y por el respeto que guardan por la cultura de la región.
“Esta es de las pocas bodegas de La Quebrada de Humahuaca que viene de una tradicional familia de agricultores y que conserva las costumbres locales. Su intención es producir vinos que tengan que ver con su historia, con la manera de consumir vino en la región y con la preservación de las viñas viejas que plantaron sus abuelos”, explicó.
Pia, que junto con Guadalupe Conti llevan adelante Rito, un emprendimiento especializado en enoturismo y en consultoría enogastronómica en la Quebrada de Humahuaca, contó que se está trabajando con los productores que se identifican con los valores que promueve el movimiento Slow Food, en cuanto al modo respetuoso de cultivar la tierra; a la conservación de la historia y de la cultura local, y a la tarea de producir alimentos de calidad, en este caso, vino. “Los proponemos para participar de las actividades que realiza la organización para que puedan nutrirse en el intercambio con otros productores del mundo y, de ese modo, ayudar a que la región crezca hasta posicionarse como la zona vitivinícola única que es”, destacó.
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