Los Vergés, hortícultores de los alrededores de la localidad correntina de Santa Lucía, decidieron dar de comer a sus animales su producción porque el valor que les ofrecen por un cajón de 20 kilos es de $50; ya tiraron 6000 kilos
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“Antes de regalarlos, vamos a darle a nuestros animales”. Ese fue el mensaje que con mucho dolor y tristeza le dio Pedro Vergés a sus hijos, Diego y Santiago, luego de que les ofrecieran comprar por $50 cada cajón de 20 kilos de tomates.
La foto lo dice todo. La situación que atraviesan los productores en los alrededores de la localidad correntina de Santa Lucía es desesperante. Los tomateros de la cuenca hortícola más importante de la provincia la están “pasando mal” porque el precio que le pagan por su mercadería no alcanza ni siquiera a cubrir algo de sus costos.
Esta falta de rentabilidad los llevó a los Vergés, familia de horticultores, a “tirar a sus chanchos y sus vacas”. Otros, en tanto, los cargaron en sus acoplados para arrojarlos al costado de las rutas o en los bajos de sus chacras.
Tienen unas 25 hectáreas, de las cuales en 20 crían ganado y cerdos y en las cinco restantes poseen 200 invernaderos, donde hacen tomate y morrón, entre otros cultivos. Hasta la fecha ya llevan tirando unos 300 cajones de tomate (alrededor de 6000 kilos).
“No nos quedó otra. Venimos castigados los productores de la zona. El año pasado con el morrón rojo tiramos más de 300 cajones de 25 kilos y este año nos tocó con el tomate. Es desesperante lo que estamos viviendo. Es una lástima que tengamos que tirar estos hermosos tomates que cosechamos”, dijo a LA NACION Diego Vergés.
Tras ver que el panorama crítico no mejoraba, los hermanos cargaron los cajones en un acoplado, se dirigieron hacia el lote donde estaban las vacas y depositaron en el suelo una montaña de tomates. En un segundo viaje, fueron a la parcela que estaban los cerdos y repitieron la operación.
“El tomate es un producto perecedero y no dura más de tres días. Después ya se pone feo y directamente no te lo reciben. Lo más grave es que la plata que nos pagaban cada día vale menos y con nuestros insumos dolarizados es difícil continuar“, contó.
Días atrás, al no tener respuesta de las autoridades locales ni provinciales, Diego se juntó con otros pequeños productores y les dijo que había que unirse y hacer una medida de protesta en las rutas para visibilizar su situación. Pero no tuvo aceptación de sus colegas.
“Somos flojos. Nadie quiere hacer nada porque dicen que nadie nos va a dar bolilla. Pero lo que va a pasar al final es que vamos a ser nosotros los que vamos a quedar tirados en el camino, porque los compradores están jugando con nuestra desesperación”, remarcó.
Con una luz de esperanza, los Vergés están esperanzados que cambie la taba y que la semana que viene el precio ofrecido sea mejor “para no seguir tirando su producción”.
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