Por la caída de precios que no cubren los costos, una baja en las exportaciones a Brasil y la falta de mano de obra para la recolección, productores del sur bonaerense alertan sobre una situación crítica
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En el último tiempo, a los 1200 productores de cebolla del valle bonaerense del Río Colorado les va siempre como “el revés de la taba”. La suerte no está de su lado y la situación que atraviesan es de quebranto. Son varios los pueblos de esa cuenca hortícola afectados: Mayor Buratovich, Hilario Ascasubi y Pedro Luro, en el distrito de Villarino, al norte del cauce del río, y Juan A. Pradere y Villalonga, en Patagones, al sur del río. Por una conjunción de factores que van desde la caída de las exportaciones a Brasil, comprador clave, baja de precios y falta de mano de obra para la recolección, se estima que dejarán millones de kilos de cebollas sin levantar de los campos.
En su gran mayoría son pequeños y medianos agricultores que arriendan las tierras para cultivarlas o se asocian con los dueños de ellas para trabajarlas de manera conjunta. Benito Rodríguez es uno de ellos.
En busca de progreso, hace 32 años, su padre llegó desde Tarija, Bolivia, a trabajar en horticultura en Pedro Luro. Allí se asentaron y en la actualidad en un emprendimiento familiar se dedican a producir tomates, chauchas, lechugas, morrones y en dos hectáreas plantan cebollas. Pero este año fue muy crítico para los cebolleros.
Son muchas las causas que llevaron a tener un panorama desolado como dejar la cebolla en el campo: una inflación imparable, los costos de los insumos dolarizados, dificultad para conseguir mano de obra registrada, una crisis hídrica de larga data, una importante caída en la exportación a Brasil, y como si fuera poco, una precio bajísimo en el mercado interno.
“La cebolla no tiene valor, nos pagan $3 por kilo. Se va a tirar millones de kilos porque no conviene ni levantarla. El precio es tan bajo que es más caro recoger la producción que dejarla tirada en el campo”, contó Rodríguez a LA NACION.
La buena producción de la temporada parecía señal de augurio para los agricultores del sur. Sin embargo, en medio de la pandemia y tras una buena cosecha en Brasil -ese país compra unas 150.000 toneladas-, las ventas hacia ese destino bajaron más de un 30%.
Si bien a comienzos de 2020 se pagaba hasta $30 el kilo en el campo, en poco tiempo el precio tuvo un descenso vertiginoso y hoy está por debajo de los costos de producción. En rigor, Rodríguez remarcó que les están pagando $3 el kilo.
Para Eduardo Juárez, coordinador gremial de la Asociación de Productores Rurales de Villarino Sur (Aprovis), los productores de cebolla se encuentran en una encrucijada muy complicada. “El productor recibe entre 10 y 13 veces menos de lo que paga el consumidor en la zona donde la producimos y ese número se incrementa si se va a las grandes ciudades. Cuando uno anda en la ruta puede ver en los campos las pilas de cebollas protegidas con un plástico que no tienen destino”, describió.
“El problema no es solo de los productores sino de toda la región. En el producto bruto agropecuario del valle la cebolla tiene un incidencia de más del 50%. Esta actividad es prioritaria en el encadenamiento económico de los pueblos que dependen de la horticultura, donde todo se retroalimenta”, añadió.
Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), la Argentina tiene una superficie cultivada total de entre 18.000 y 20.000 hectáreas. De allí sale una producción de entre 700 y 750.000 toneladas anuales aproximadamente. El 30% se exporta y el resto se destina al consumo local.
En este contexto, Rodríguez explicó que la inflación y los costos en dólares no son problemas menores. “Las cosas aumentan, nosotros vendemos en pesos y debemos comprar insumos en dólares. Con estas variables es imposible que puede cerrar el negocio”, puntualizó.
Juárez detalló que a la falta de comercialización se sumó la carencia de mano de obra temporaria no solo para la cosecha sino también para el sector de empaque, como la falta de agua para regar los cultivos.
“Hace 10 años en la zona la cebolla tenía una superficie de 13.000 hectáreas pero ahora bajó a 9000 hectáreas. La crisis hídrica está llevando a que la superficie baje aun más porque en particular la cebolla necesita más agua que el resto de las verduras. Se pronostica que si no nieva pronto solo hay para 78 días de riego”, planteó.
En este sentido, Rodríguez describió que la cebolla debe tener en total 150 días de riego. “El ciclo dura más o menos ocho meses. Se puede comenzar a sembrar ahora y se tiene tiempo hasta el 15 de septiembre. Yo esperaré hasta fines de agosto para ver cómo está el panorama; si no mejora destinaré las dos hectáreas a otro cultivo”, finalizó.
Un problema que se repite en Mendoza
Martín Calafiore es productor de cebolla, ajo y papa en la zona de Beltrán y dirigente de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines. Calafiore explicó que, si bien se pudo levantar la cosecha de la cebolla en las 3000 hectáreas de superficie que se cultivan en Mendoza, allí los cientos de productores atraviesan los mismos problemas que en el sur bonaerense. En Mendoza, se realizan dos variedades de cebolla: la temprana o tipo valencianita y la tardía o valenciana. En cada hectárea se cosechan unas 30 toneladas.
“La dificultad fue que Brasil, nuestro principal mercado, aumentó su producción y tuvo problemas por la pandemia, lo que llevó a tener una sobreoferta local en un mercado interno deprimido y contraído. A eso hay que sumar la falta de mano de obra, la inflación y los costos dolarizados de combustible, energía y de fertilizantes que han aumentado más del un 35% en dólares”, dijo.
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