Por la pérdida de rentabilidad, Alejandro Palazzo, de Mendoza, cortó sus viñas y las hizo leña. Ahora se radicará en ese país de Europa
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“Con mucha tristeza me veo obligado a hacer de mi viña, leña. Ahí van nuestros sueños, esfuerzos y alegrías de cuando podíamos cosechar, sorteando la suerte de la naturaleza, con heladas y granizos y con políticas que acompañaban al pequeño productor y que permitían vivir del suelo con nuestra gente dignamente. No me queda más que hincarme a la par de mis cepas y decirles gracias y perdón”.
Las palabras pertenecen a Alejandro Palazzo, un vitivinicultor de Santa Rosa, en la provincia de Mendoza, en un posteo en redes sociales. Con 58 años, su vida ha pasado por los viñedos. Sin embargo, porque los números “no cierran” decidió cortar las plantas para venderla como leña, dejar la actividad y radicarse en Italia.
“Nunca los pequeños y medianos productores la tuvimos fácil. Pero en 2016 un incendio en una finca vecina me quemó un espaldero de 11 hectáreas de uvas finas de las 21 que tengo y aunque traté de seguir adelante, fue imposible remontarla”, contó a LA NACION.
Según el viñatero, desde hace tiempo que los números no cierran “por más empeño que uno le ponga”.
“No soy el único que está en estas condiciones porque tras 12 meses, en donde uno arriesga entre heladas y granizos y, luego de la cosecha, debemos esperar un año para poder cobrar pesos. No todos aguantan, con la inflación que hay sumado a los insumos dolarizados, todo se torna cuesta arriba.”, explicó.
“En mi caso particular, las plantas a las que les había agarrado el fuego ya no servían y había que poner nuevas y no tenía manera de hacerlo porque un Estado ausente lo único que me dio como ayuda fueron 10 bolsas de abono orgánico”, agregó.
“Somos muchos los que la venimos luchando desde hace tiempo, donde siempre le pusimos el corazón. Me da pena y angustia tener que desarmar la viña pero estoy agotado”, sentenció.
Fue así que con pocas hectáreas activas, decidió vender la madera que cortó de sus viñedos improductivos, levantó el alambre que también vendió y, por último, liquidó su tractor para comprarse un pasaje a Italia, la tierra de sus ancestros, donde espera rehacer su vida.
Según relató, sus abuelos Pietro y Severina llegaron a Mendoza desde Piamonte en el año 1903, escapando de la hambruna europea y se pusieron a trabajar en el campo. Poco a poco, fueron entrando en la actividad y llegaron a tener una bodega pequeña que luego la continuó su padre.
“Soy descendiente de inmigrantes, mis abuelos se instalaron en la provincia con el sueño de trabajar y progresar. Yo traté de seguir adelante con el proyecto familiar pero me vi doblegado y no puedo continuar. Me cuesta dejarlo porque representa todo mi vida, pero estoy resignado”, describió.
Por último, contó que ya ha hecho contacto con su prima Bruna, a la que no conoce, para instalarse en Alfiano Natta, un pueblo piamontés de 800 habitantes de donde son sus familiares. Ya tiene pasaje para el próximo 15 de septiembre y espera que Italia le abra los brazos como la Argentina se los brindó a sus ancestros hace casi un siglo.
“Es la primera vez que voy a salir del país. La finca no la vendí, se la dejo a la familia que ha trabajado conmigo para que vivan allí y, a la vez, exploten las dos únicas hectáreas productivas que quedaron”, finalizó.
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