Frente a un consumo en el mercado interno en alza al ofrecerse como alternativa a la carne vacuna, las granjas enfrentan el desafío de las importaciones brasileñas que tienen una mejor ecuación económica; mejora la productividad general
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CORDOBA.- La producción de cerdos en la Argentina es la de mayor crecimiento en los últimos 15 años, con un promedio anual de entre seis y siete por ciento. Sin embargo, por la suba del maíz y la soja (el alimento representa alrededor del 70% del costo total), hasta junio el sector arrastraba problemas de rentabilidad, en especial las granjas medianas y chicas. A ese factor hay que agregarle el crecimiento del 76% interanual en el primer semestre de la importación de carne de cerdo. Recién en las últimas semanas el sector tuvo un respiro.
Hasta fines de junio el precio del capón había aumentado 9,2% frente a una inflación del 36,2%. El economista del Ieral, Juan Manuel Garzón, explica que esa diferencia complicó a las granjas más chicas y menos productivas. Analiza que en la primera parte del año, China que venía comprando 450.000 toneladas de carne por mes pasó a 150.000; en ese contexto, su principal proveedor que es Brasil buscó otros destinos y Argentina fue uno de los apuntados.
“El cerdo local estaba bastante más caro -agrega- y las importaciones podían entrar con facilidad. Eso mantuvo controlado el precio interno y deterioró los márgenes de las granjas. En las últimas semanas hubo un alza interna de alrededor del 10% y una baja de las importaciones porque China está volviendo al mercado y, además, porque hubo un cambio en el régimen que pasó a ser de licencias no automáticas”. Así, en la actualidad, el precio de argentino quedó por debajo del de Estados Unidos y Europa; sólo el brasileño queda atrás.
El anuario del sector para el 2021 da cuenta de una mejora interanual del 7,6% en cabezas y de 7,4% en toneladas producidas; la diferencia tiene que ver con una leve baja en el peso de faena de los capones, de apenas 200 gramos. También se registró una caída del 19% en la cantidad de establecimientos (en especial en la franja de los más pequeños) y hubo 8000 cerdas menos. La cantidad de capones por cerda y año mejoró 9% y de 8,9% los kilos por cerda/año.
En junio por la suba del dólar y la depreciación del peso, se generó una baja en la cotización del cerdo en pie en dólares del 3.2% (un alza del 1,2% en pesos) teniendo valores similares a los de octubre del 2021. Si la comparación es interanual la diferencia es del 20,6%, con lo que empieza a “normalizarse” la situación. La baja del maíz y de la soja, permitió hacer una pequeña diferencia a favor de la rentabilidad del negocio.
El consultor Juan Uccelli ratifica que en las últimas dos décadas la producción porcina “siempre” creció porque la inversión realizada es “muy alta”. “En los momentos buenos, se recupera y, en los difíciles, se soporta -dice-. Hay un aumento de la eficiencia; hace 20 años eran 1300 kilos por cerda productora y hoy se está en 2900 kilos. Hay granjas que tienen hasta 4.300, se fue corriendo la vara y eso implica que, en la medida en que se es más eficiente, baja el costo de producción y mejoran los precios de venta”.
Repasa que el consumo interno de cerdo fue aumentando porque en los ‘90 era la carne más cara y el precio fue decreciendo. En los últimos 10 años 1 kilo de asado vacuno equivalía a 650 gramos de pechito de cerdo y hoy alcanza para 1,5 kilos de pechito. “En el 2012 estaba cerca de la carne vacuna y termina en la actualidad cerca del pollo. En todo ese período el salario básico tuvo una caída real en dólares del 44.8%; el asado un alza del 2,6%; el pollo una baja del 14,1% y el cerdo una de 41%, la más cercana al ingreso de los trabajadores”, grafica.
Desde Las Chilcas, el productor Mario Aguilar está convencido de que al sector le queda “mucho por crecer” porque la brecha respecto del consumo de carne vacuna es amplia y se puede achicar. Estima que de los actuales 16 kilos por persona se puede llegar a los 25 kilos y ahí está la perspectiva positiva del negocio: “El potencial es mucho. En el cortísimo plazo empieza la recuperación porque aumenta la demanda de la industria hasta enero. Este es un sector que, pese a las trabas y los incrementos de costos, es muy eficiente”.
También remarca que los precios están altos para exportar. “No somos competitivos”, apunta y reseña que “hay mucho por hacer” para conquistar mercados. Lo que se vende afuera es a Rusia, China y a Centroamérica, pero se “pierden” oportunidades. Cuenta que Chile, que importa maíz, exporta cerdos a Japón, un destino “apetecible porque paga muy bien”.
Desafíos a resolver
José Dodds, coordinador de la Federación de Productores Porcinos de Argentina, subraya que el incremento de la importación no sólo afectó a las granjas sino también a los frigoríficos de ciclo 1 y 2: “Han atravesado problemas muy serios. Para la producción que no cuenta con tecnología y alta eficiencia ha sido difícil sobrevivir en estos tiempos”.
“No pedimos subsidios, no pedimos cupos de maíz; jugamos con cartas abiertas. Son las externalidades las que nos perjudican porque el sector es muy fuerte, invierte, gana productividad y tiene estándares altos de bienestar ambiental”, repasa. Doddts plantea que se deben agilizar los trámites de recupero del IVA fiscal que con plazos muy extensos de devolución se convierte en dinero frenado; también señala que la brecha cambiaria superior al 130% es más perjudicial que las retenciones del 35%.
La Asociación de Productores de Cerdos de Oncativo (Aprocer) es una experiencia visitada desde distintos puntos del país para tratar de imitarla. Produce lechones para 22 socios, algunos de los cuales los engordan en su campo y otros los dejan en Granja Oncativo para venderlos. Nacida hace una década, el objetivo de ganar productividad se cumplió “ampliamente, superó lo previsto”, dice Francisco Servetto. El año pasado produjeron 322 lechones por semana; cuentan con 510 cerdas que dan un promedio de 32 crías por año (al inicio eran 25).
Respecto de la iniciativa de Granja Oncativo, reconoce que si bien se alcanzó una mejora de los precios, de la calidad de la carne y de poder de negociación (venden medias reses, cortes frescos y registraron la marca), “falta es obtener la rentabilidad adecuada; la que se logró fue para recuperarnos de la tendencia negativa que arrastrábamos. No fue pareja, sostenible”.
Servetto coincide en que en las últimas semanas la realidad del sector “mejoró mucho; el precio se recuperó entre 10% y 15%” y señala que, en los últimos dos años, los pasaron “de sobresalto en sobresalto; con una caída fuerte de la demanda fuerte en 2020 por la pandemia que fue acompañada por una baja de precios; el año pasado la recuperación no fue completa y la guerra entre Rusia y Ucrania incrementó los costos de una forma muy rápida”.
Energía
Una tendencia creciente entre los productores es utilizar los residuos y efluentes de los cerdos para producir biogas y energía eléctrica; una variable que contribuye, además, con la reducción de la contaminación. Cabaña Argentina, en la provincia de Buenos Aires, por caso, lleva dos años produciendo un MW/hora que comercializan a la red. Tiene una población estable de entre 80.000 y 90.000 animales.
“Hay criaderos que no producen energía pero utilizan los efluentes como fertilizantes -relata Daniel Fenoglio, agrónomo y Presidente de Cabaña Argentina-. Hay que tener en cuenta que la la mayor parte de los nuevos productores provienen del sector agrícola”. Señala que en los últimos años no hubo inversiones en granjas nuevas; seguramente ahora habrá por los créditos que salieron”. Lo que sí hubo fue incremento de la producción, los establecimientos son más eficientes, subraya.
Sostiene, como el resto de los referentes, que piden “reglas claras” para poder seguir creciendo y consolidándose. El alza de la importación llevó a frenar la oferta por unos meses. Para Fenoglio la ventaja de Brasil está en el tipo de cambio. “Hay una ecuación no balanceada; debemos tener las mismas condiciones para exportar que para importar y no que los ingresos sean con un dólar subsidiado”, añade.
Las granjas chicas, muy complicadas
Ariel Cogo, oordinador del Centro de Información de Actividades Porcina (CIAP), describe que la actividad es muy heterogénea aunque está “dominada” por pequeños y medianos productores. El 90% de los establecimientos cuenta con menos de cien madres y producen alrededor del 30% de la carne. “Es una virtud tener esa cantidad de productores; el único sector que tiene esta característica es el porcino, pero ese activo está retrocediendo; hay concentración”. A su entender la incógnita es que si para el 2030 se duplica el consumo por habitante y se alcanzan los 30 kilos/año habrá inconvenientes para atender el mercado.
Plantea que los establecimientos de baja escala tienen problemas significativos en coyuntura como la que se atravesó de una fuerte suba de los granos que el precio del capón “no pudo acompañar”. Cogo sostiene que la “única” manera de “mantenerse” es ganando volumen lo que se puede lograr con cooperativas o asociaciones. “Es un proceso difícil y lento -admte-, pero va quedando como única salida. Se están dando algunas cooperativas nuevas, grupos de productores”.
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