En Tránsito, Córdoba, Pablo Tosolini vendió para faena 500 vacas lecheras porque ya no podía soportar el costo de la alimentación debido a la crisis del sector
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“En dos horas se desarmó un tambo de 40 años”. Pablo Tosolini, un productor lechero, hace un esfuerzo para no emocionarse mientras describe el momento en el que 15 camiones ingresaron a su campo, ubicado en la localidad cordobesa de Tránsito, para trasladar sus 500 vacas a un frigorífico. Hace 20 días, el tambero se vio obligado a cerrar uno de sus tambos porque ya no podía sostener más la producción a pérdida.
“Desde hace mucho tiempo que los números ya no nos cerraban y la situación se hizo insostenible; perdíamos 80 pesos por litro de leche, y ya no podíamos seguir alimentando a los animales”, dice.
Desde hace seis años, Tosolini está al frente del negocio familiar, cuyas raíces se remontan a su abuelo, seguido por su padre. Tiene una fábrica de dulce de leche y quesos, además de, hasta hace dos semanas, dos tambos, uno de 25.000 litros y otro de 40.000 litros diarios.
“Nuestra idea era llevar el tambo de 40.000 a los 50.000 litros diarios, pero desde hace dos años que nos venimos enfrentando a una tormenta perfecta, que es la combinación de la sequía, bajos precios de la leche, altos costos de la alimentación y medidas perjudiciales del gobierno”, dice.
Así, el sueño familiar se vio truncado y, en lugar de expandir el tambo, tuvo que cerrarlo dejando a 18 familias sin trabajo. “Cuanto más producíamos, más perdíamos. Actualmente, todos los insumos para alimentar a nuestros animales tienen sobreprecios. El grano de maíz cuesta entre $120.000 y $130.000 [la tonelada], el expeller entre $300 y $350.000 la tonelada y un kilo de rollo puesto en el campo $120, mientras que la leche de octubre la cobramos a $125 el litro″, explica.
La prolongada sequía, que azotó la región durante los últimos tres años, dejó al establecimiento sin pasturas para la alimentación del ganado y la producción de forraje.
Esto hizo que dependieran de la compra de forraje a terceros y se complementaran con fuentes adicionales como los balanceados y otros subproductos. En este contexto, empezaron hace tres meses a evaluar la posibilidad de cerrar el tambo y lo que finalmente los llevó a tomar la decisión fue la implementación del último dólar agro. “Con ese nuevo tipo de cambio se nos dispararon los costos”, señala.
“Nos subieron entre un 80 y 100% en dos meses. Una tonelada de soja pasó de valer $100.000 a $180.000 y una de maíz de 50.000 a más de $100.000. Mientras que a nosotros las industrias lácteas nos aumentaron el litro de leche solo un 12% más. Es decir, que en dos meses quedamos con una pérdida del 80%”, dice.
Los 15 camiones que se llevaron las vacas fueron directo a un frigorífico para faena porque el productor no conseguía tamberos interesados en adquirirlas para seguir la producción. “Nadie quiere ampliar el tambo siendo que es un negocio en el que actualmente se pierde plata. Por eso, tuvimos que vender todas las vacas preñadas y las que empezarían a producir en enero y febrero para carne. No nos quedaba otra opción porque ya no teníamos cómo alimentarlas”, agrega.
Tosolini alerta sobre el impacto de que en octubre pasado se hayan enviado más de 17.000 vacas lecheras al Mercado Agroganadero de Cañuelas para faena. “Eso significa que en un mes se perdieron entre un millón y dos millones de litros diarios de leche. Es una vergüenza que ningún político haga algo a menos que en unos meses quieran importar leche, pero no saben la cantidad de gente que va a quedar sin trabajo en empleos de tambo, entre camioneros, veterinarios, venta de insumos y la producción industrial, entre otros”, apunta.
En su otro tambo quedaron 850 vacas de ordeñe y más de 200 animales entre vacas secas y preparto. Actualmente, el establecimiento produce unos 25.000 litros. Ahora, con un cambio de gobierno, el productor dice que le gustaría hablar con Milei para contarle la problemática que enfrenta el sector. “Tenemos esperanzas de que se libere el tipo de cambio para la leche y que se equilibre con el precio de los granos”, comenta.
Con las máquinas ya apagadas, el tambero evalúa la opción de dejarlas como repuesto para el otro tambo que aún tiene en funcionamiento o, en su defecto, venderlas junto con las instalaciones.
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