Las abundantes cosechas globales observadas en el ciclo 2015/16 han elevado los niveles de inventarios de los principales granos deprimiendo los valores de mercado de los mismos.
La caída en los precios no fue mayor debido a la sostenida demanda china, que continuó en alza dentro de un contexto de mayor urbanización, aumento del ingreso medio per cápita y cambios en la dieta alimentaria del gigante rojo.
Por el lado de oferta, vemos que la producción mundial se encuentra concentrada en un puñado de jugadores. Según el USDA, unos pocos concentran el 69% de la producción de trigo, maíz, arroz y soja a nivel mundial. Estados Unidos y China representan más del 40% de la producción mundial de estos granos, secundados por la UE (9%), India (8%), Brasil (7%) y Argentina (4%).
Por el lado de la exportación vemos que además de jugadores claves como Estados Unidos, Brasil y la Argentina hay otros de gran relevancia. En trigo se destacan la Unión Europea, Rusia, Ucrania, Canadá, Australia y Kazakstán. En maíz, Ucrania ha sido la revelación de los últimos años. Por su parte, en arroz vemos una predominancia asiática con India, Pakistán y Tailandia al tope del mercado internacional.
Para seguir creciendo en el comercio global, dentro de un contexto de abundantes cosechas, la Argentina debe aumentar los rindes incorporando tecnología al tiempo de reducir los costos de producción con un foco muy grande en los de logística donde más del 80% del transporte se hace en camiones a costos prohibitivos. En paralelo, debe revisar profundamente su política fiscal para hacerla más equitativa y que favorezca la producción.
Finalmente, si nuestro país quiere convertirse en un gran jugador agroindustrial y exportar valor agregado en forma de alimentos, energía y textiles, debe trabajar a largo plazo para crear un ecosistema sustentable con altos estándares de calidad, control y sanidad en todos los eslabones de la cadena con organismos gubernamentales que abracen el futuro y dejen atrás cuestionadas prácticas del pasado.