El proceso de consolidación de bancos a nivel global, que se aceleró con la crisis financiera del 2008 y desembocó en el Big Four, llevó a que en casi todos los países sólo cuatro bancos lideren sus mercados, y en China los cuatro bancos líderes son, además, los más grandes del mundo.
Si bien la banca es clave para cualquier economía, si las empresas no pueden diversificar sus fuentes de financiamiento en los mercados de capitales, con fondos de deuda u otras alternativas, cualquier crisis que cierre la canilla del crédito puede dejar a las empresas, sobre todo pymes, con poco margen de maniobra, y correr el riesgo de cerrar o de ser absorbida por otros, acentuando la consolidación.
El sistema financiero argentino es sólido, pero de baja profundidad, en parte porque a diferencia de otros países donde las personas invierten sus ahorros en sus mercados de capitales, en la Argentina, a falta de una moneda estable, prefieren enviar el dinero al exterior, comprar dólares o propiedades.
Según el Banco Mundial, al 2018 la relación crédito/PBI de la Argentina del 16% era la más baja de la región, (México 35%, Brasil 61% o Chile 90%) y lejos del promedio mundial del 127%.
Actualmente, el crédito de corto plazo podrá alcanzar para financiar la campaña agrícola, pero sin financiamiento de largo plazo, negocios como la ganadería, lechería, cultivos intensivos o economías regionales, tienen mayores dificultades, y muchos se descapitalizan para sobrevivir.
Además, los defaults de Vicentín y el Grupo Navilli por más de US$2500 millones (sumados ambos grupos), fueron un cachetazo a todo el sistema, llevando a que algunos bancos reduzcan su exposición al sector, otros prioricen a las multinacionales, pero todos ellos tengan una mayor aversión al riesgo, que se exacerba por la crisis actual.
Por otro lado, con la economía en caída libre, el gobierno debería reducir la brecha cambiaria para que sea rentable invertir en el sector, no sólo por ser el más competitivo y de mayor generación de divisas, sino porque su efecto multiplicador es clave para que el país salga a flote.
Pero para las empresas del sector, no es fácil obtener financiamiento de largo plazo y competitivo del exterior cuando el sistema financiero internacional está ya cansado del maltrato e imprevisibilidad de la Argentina.
Sin embargo, la Argentina podría aprovechar a países de Asia o Medio Oriente con déficits estructurales de alimentos pero superávits financieros, donde las sinergias e intereses de largo plazo puedan estar más alineados, y desarrollar un plan multisectorial de suministro sostenible de alimentos a cambio de que financien las inversiones de empresas nacionales.
Aunque para implementarlo, el país tendrá que garantizar un marco institucional mínimo de seguridad jurídica, reglas claras y competitividad para el sector privado. Y además, para mitigar el riesgo de cualquier restricción estatal al giro o conversión de divisas, los préstamos se podrían estructurar como un programa de prefinanciaciones de largo plazo bajo el paraguas de acreedor preferente de la banca multilateral, mientras que el riesgo performance de las empresas se podrían garantizar con seguros de crédito o hipotecas instrumentadas en fideicomisos.
Siempre parece imposible, hasta que se hace. Nelson Mandela.
El autor es socio de Grupo Agrarius
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