El consumidor y el productor pueden acercarse para alcanzar un entendimiento mutuo
- 4 minutos de lectura'
Una encuesta publicada hace algún tiempo por la consultora Gioacobbe & Asociados concluye que una porción importante de la sociedad califica al agro como un sector basado en el uso de recursos naturales, con escasa preocupación ambiental, y que trata de maximizar su propio beneficio. Sin embargo, el agro tiene una mirada de sí mismo distinta, se define como productor de alimentos y como un sector que crea valor para la economía local, genera empleo e invierte todos los años independientemente del escenario económico, y donde la innovación y la sustentabilidad tienen cada día más relevancia.
Para intentar acercar estas opiniones, en principio diferentes, podríamos imaginar un mundo sin agricultura ni agricultores. Esto sería sin dudas un gran desafío, ya que tendríamos que dar respuesta a varias realidades que van más allá de la pérdida de ingresos de divisas para países agroexportadores como la Argentina. Entre otros, deberíamos resolver cómo daríamos sustento a cerca de 2000 millones de personas que se relacionan hoy económicamente con la actividad agropecuaria a nivel global; cómo se compensarían las brechas de alimentos que hoy se cubren con la producción de excedentes exportables de algunas regiones hacia otras que lo necesitan; o cómo compensaríamos la escasez de ciertos materiales para abrigo, construcción, energías y elementos sanitarios.
La agricultura tiene más de 10.000 años de antigüedad y es la base sobre la cual se han desarrollado civilizaciones y construido economías. Entonces, el camino más acertado parece ser el de acercar las partes hacia un entendimiento mutuo, ya que se trata de dos actores fundamentales del sistema alimentario: el productor y el consumidor, el campo y la mesa.
En dicha encuesta, también se encuentran evaluaciones negativas de algunos cultivos como el de soja, y al mismo tiempo, la mitad de los encuestados manifiesta no saber si técnicas como la siembra directa (masivamente utilizada en la superficie de soja) son mejores o peores en términos de impacto ambiental. Del mismo modo, hay valoraciones contrapuestas respecto de los cultivos de trigo y soja, siendo que ambos son parte fundamental de un mismo modelo de rotación ampliamente utilizado en el país, como es el sistema trigo-soja, es decir, que podrían ser evaluados como un mismo cultivo a lo largo de un año.
Consecuentemente, podemos ver una gran oportunidad para brindar más y mejor información sobre la realidad y los desafíos de los agricultores, con el objetivo de crear puentes entre la sociedad en general y quienes forman parte del agro, buscando así acercar las miradas entre ambas partes.
Escuchar las necesidades de los consumidores, es y será fundamental para el futuro del agro. Las demandas de la sociedad se relacionan no solo con producir más alimentos, sino también con hacerlo de un mejor modo. Encontrar el balance correcto entre producir más y mejor es, sin dudas, una de las claves para acercar el campo a la sociedad, así como mostrar a través de sistemas de trazabilidad cuán sustentable es en realidad la actividad agropecuaria.
La facultad del consumidor de decidir cómo y con qué alimentarse será cada día el factor más importante a la hora de definir el norte del agro en términos productivos. Es importante abrir las tranqueras y hablarle al público en general sobre cómo se producen los alimentos, para encontrar puntos de entendimiento que maximizarán los beneficios de toda la sociedad y además vincularán el propósito de la agricultura con la vida diaria de los consumidores.
Ha llegado el momento de trabajar con más profundidad en el entendimiento mutuo de todos los eslabones de la cadena, ya que ser consumidor de alimentos es una realidad de la sociedad, mientras que ser agricultor, además de ser una actividad económica, es una filosofía de vida.
Doctor en Ciencias Agropecuarias (UBA) y gerente senior de Investigación y Desarrollo en BASF