La progresiva consolidación de los productores, la creciente integración vertical de empresas privadas en ciertas cadenas y el peso relativo de las cooperativas, puede ser el inicio de una tendencia disruptiva que desafíe a la industria de insumos y de procesamiento.
Con esta incipiente equiparación de fuerzas, las empresas industriales que no se anticipen y ajusten sus estrategias comerciales podrían perder volumen y/o caer en una puja de precios que les impacte en su rentabilidad.
En los Estados Unidos, si bien el censo agropecuario de 2017 presenta distorsiones al incluir todos los productos agrícolas y proteínas animales (como el pollo o el cerdo donde la concentración es elevada), de los dos millones de productores encuestados tan solo el 5% de ellos produce el 75% del total, mientras que unos 1,9 millones productores aporta el otro 25%.
En términos de escala, la producción agrícola en unidades productivas mayores a 800 hectáreas pasó del 15% en 1987 al 36% en 2015, mientras que las unidades productivas más grandes tuvieron un mejor desempeño financiero que las más pequeñas: el 25% de unidades con ganancias operativas mayores a US$5 millones obtuvo un margen operativo entre el 10% y el 25%, mientras que de las más pequeñas, más del 50%, obtuvo márgenes inferiores al 10%.
Por otro lado, entre 1987 y 2012 el tambo promedio pasó de 80 vacas a 900, las granjas de huevos de 117.000 a 900.000 animales y los productores de cerdo de 1200 a 40.000. Aunque estos últimos datos no son los más recientes, confirman el avance e impacto de la consolidación.
Rebalanceo de fuerzas
En la Argentina, si bien las mayores escalas pueden traer eficiencias y sinergias, es el nivel de retiros de los productores el que define su sostenibilidad en el negocio, mientras que el factor tecnológico, el acceso al financiamiento, recursos humanos capacitados y una sucesión familiar planificada contrastarán entre gerenciamientos profesionales y amateurs, marcando la brecha entre los diferentes perfiles.
Si bien el proceso de consolidación de los productores tiende a expulsar a aquellos de menor escala y eficiencia, la contracara es que los que empiecen a ubicarse cerca del principio de Pareto (el 20% de los productores concentrando el 80% de la producción) podrían impulsar cambios disruptivos a través de nuevos liderazgos, sobre todo con las nuevas generaciones.
Es solo cuestión de tiempo que el espíritu emprendedor e innovador que destaca al productor argentino transforme y reinvente su actual gremialismo por un lobby con peso político que empiece extirpando las retenciones de la política económica. Y, al mismo tiempo, que desarrolle nuevas plataformas comerciales y asociativas que generen masas críticas para negociar mejores términos de intercambio con las diferentes industrias.
Quienes no entiendan que en la geopolítica de los alimentos los productores se convertirán en un eslabón estratégico y de mayor poder podrán sufrir en carne propia la historia bíblica de David y Goliat.
El autor es socio de Grupo Agrarius (www.grupoagrarius.com)
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