Diez años pasaron del voto "no positivo" del exvicepresidente Julio Cobos, que frenó la resolución 125 en el Senado, la medida del gobierno de Cristina Kirchner que buscaba imponer retenciones móviles al campo.
Fabián Sevilla, un sampedrino de 50 años por ese entonces, recuerda ese momento como si fuera ayer. Su memoria está intacta. "Fue una noche muy larga, pero ese instante fue de gran emoción y alivio. Me abracé con mi familia, sabiendo que el esfuerzo no había sido en vano", señaló Sevilla a LA NACION.
La resolución 125 desató una pelea que duró cuatro meses, con una sociedad en vilo por la pelea campo-gobierno. Fue un quiebre económico, político y social.
El campo tomó las rutas del país y Sevilla, en San Pedro, no fue ajeno. Con un grupo de pequeños productores de la zona decidió hacerse oír.
"Todo empezó por una gran necesidad del sector del campo porque el gobierno avanzaba en contra de nosotros y no había forma de pararlo", recordó.
Se acuerda de los discursos de la expresidenta Cristina Kirchner que generaban malestar en el campo.
Por ese tiempo, Sevilla trabajaba el campo de su mujer y, además, alquilaba dos campos en la zona y en Pergamino. También tenía camiones de transporte. Las cosas funcionaban por su esfuerzo diario. "La impotencia era enorme, ya producir a cielo abierto era muy duro, encima había que sumar esta opresión del gobierno", expresó.
Exalumno de un colegio agrotécnico de San Ambrosio, Córdoba, Sevilla describió los cortes en las rutas donde los ruralistas se pasaban "horas interminables con guardias por la noche, envueltos en ponchos y con olor a humo del fuego que prendían para hacer frente al frío del invierno". Allí estaba la resistencia, donde entre los productores se generaba un vínculo inquebrantable.
Para él, la historia del sector es de lucha permanente. "Nadie produce ni invierte como el campo, nunca se especula ", afirmó.
Pero, después de ese 17 julio de 2008, nada fue igual para Fabián Sevilla y su familia. Su vida, a pesar de que las retenciones volvían al 11 de marzo de ese año, cambió totalmente. Poco a poco fue dejando primero los camiones, luego abandonó los campos que alquilaba, hasta que al final dejó de sembrar el campo de su mujer y lo puso en arrendamiento también.
Un giro de 180 grados llegaría. Junto a su mujer, luego de largas charlas y reflexiones, decidió poner un negocio de decoración y jardines.
"Todavía se extraña. La gente de campo tiene en su ADN la pasión por su trabajo", dijo. Y concluyó con nostalgia por esos momentos vividos en 2008: "Cuando no tengo clientes en el negocio, me pongo a leer artículos y noticias agropecuarias".