El próximo martes se cumple el sesquicentenario de la muerte de Prilidiano Pueyrredón, arquitecto recibido en la Ecòle de París, notable pintor de escenas costumbristas y retratos y un avanzado en lo que es el medio ambiente. Fue productor rural y aficionado a la caza, dejó un autorretrato que lo presenta con su perro setter disfrutando de esos momentos y que obsequió a su amigo Bartolomé Mitre. Se encuentra dicho óleo como lo dejara el fundador de la nacion, en la antecámara o escritorio de su dormitorio, un lugar de su más estricta intimidad.
El 9 de enero de 1856 Prilidiano vendió ante el escribano Marcos Agrelo la quinta de San Isidro a su pariente Manuel Aguirre, en 2500 onzas de oro sellado y ese dinero lo invirtió en explotaciones agropecuarias que daban muy bien rédito, asesorado por sus amigos Leonardo Pereyra, José Iraola y otros estancieros.
Aconsejado por muchos propietarios y no siendo un conocedor del tema del manejo de un campo, constituyó una sociedad con su primo Adolfo Pueyrredón y la hermana de éste Victoria Pueyrredon de Pueyrredón conocida familiarmente como "Mamá Totó", arrendando un establecimiento en Baradero llamado "Atalaya Verde". Esa zona era bien conocida por estos hermanos ya que su madre pertenecía a una vieja familia, además de haber ejercido el curato de esa ciudad y de la vecina San Pedro su tío el presbítero Feliciano José Pueyrredón. Una correspondencia privada que aparecerá in extenso próximamente en nuestro libro "Prilidiano íntimo" revela esa faceta rural.
Adolfo, con los bríos de la juventud, casado y padre ya de dos hijos, solo tenía como bien su espíritu de trabajo, y vivía en el campo en una carreta mientras se levantaba la casa. Prilidiano, próximo a viajar en octubre de 1856, con su invariable buen humor le escribió: "las casas, siento que no estén hechas, porque no se cómo voy a estar yo, que pienso ir dentro de dos o tres semanas. Sería bueno hacer aunque no fuese más, un techito de paja, cuanto antes, porque en tu carreta no cabemos los dos, ni aún cuando yo fuese más esbelto".
Al comenzar en julio de 1856 el negocio, Prilidiano le había comprado 1500 cabezas de ganado a don José Iraola, pero sin consultar a Adolfo, preocupado, le escribió: "No se si debo alegrarme o entristecerme de participarte que ya he hecho un contrato sobre ganado, del cual te incluyo copia, sí como la carta orden de entrega. Si mi compra no es acertada, ya tú sabes que no habrá nada extrañar, por cuanto yo no lo atiendo, y justamente estos días, ¡he tenido tanto que hacer!".
Sin embargo, Prilidiano no se quedó muy tranquilo porque a los dos meses volvió al tema: "Con Iraola he hablado largamente sobre los ganados vendidos. Él dice que esa hacienda ha de prosperar, porque está habituada a las marchas diarias por ser de pastoreo, y cree que en dos meses quedara perfectamente aquerenciada. Dice que debes emplear en este tiempo más que tres hombres, uno para rondar de noche y dos para pastorear de día. Esto te lo digo, no para que tu lo hagas así, sino porque dice que debes oír los consejos de la experiencia. Tu tendrás los hombres necesarios". José Gerónimo Iraola era un hombre de sobrada experiencia en manejar campos, que además les llevaba 15 años a los socios, no olvidemos que no existían los alambrados y para tener hacienda se buscaban accidentes geográficos que se llamaban "rincones" para arrinconar el ganado.
La relación entre los primos fue siempre excelente, cuando por razones de clima u otros factores el negocio no rindió como era de esperar Prilidiano le renovó su confianza a Adolfo en éstos términos que hablan a las claras de su señorío: "Yo apruebo como siempre lo que has hecho y aprobaré lo que hagas, porque no soy hombre que doy mi confianza sino a quien se la merece enteramente. Dispón sin consultar".
En definitiva, un aspecto desconocido de Prilidiano Pueyrredón, como lo fue su afición por los carruajes, que se suma a su obra artística sobre temas rurales en la que habremos de insistir más adelante.
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