En las últimas semanas se ha hablado y escrito sobre las inundaciones ocurridas en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal, pero poco se ha dicho sobre el anegamiento de casi un millón de hectáreas en el Delta entrerriano, a escasos 130 kilómetros del centro porteño.
Allí nos encontramos con el Humedal Delta del Paraná, cuyos servicios ambientales son fundamentales para el futuro: garantiza la reserva de la diversidad biológica, es moderador natural de las inundaciones proveniente de las cíclicas crecientes del río Paraná y es un importantísimo reservorio de agua dulce para uso humano.
La realidad nos muestra que todo esto está en peligro, pues se están incorporando a esta zona técnicas de producción agrícolas diseñadas para tierra firme: se modifican totalmente las condiciones naturales de sus suelos y del movimiento del agua en todo el sistema. La construcción de obras públicas y privadas sospechadas de irregulares sin responder a un proyecto que garantice la sustentabilidad y sin ningún control, han sido decisivas para que esa superficie continúe aún inundada.
El Delta está surcado por innumerables cursos de agua y la napa freática está muy cercana a la superficie, en consecuencia la aplicación de agroquímicos para hacer agricultura como en tierra firme, lleva indefectiblemente a la contaminación de las aguas. Su uso es ilegal, ya que, según las mismas empresas agroquímicas, no hay un solo producto probado y registrado por la industria para ser aplicado en un humedal.
Sin embargo, son utilizados furtivamente en estas nuevas explotaciones; con el impacto inmediato sobre la flora y la fauna autóctonas, iniciándose el proceso de contaminación que irremediablemente llegará a las aguas del Río de la Plata.
Los principales centros de estudio y los científicos especializados en esta disciplina, por caso, la Fundación Humedales, la Universidad de San Martín, la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Lomas de Zamora y técnicos del INTA y del INA, han levantado reiteradamente la voz de alerta sobre los resultados negativos de estas prácticas, que ponen en riesgo la existencia misma del humedal. Lo propio hemos hecho varios integrantes de la Comisión de Recursos Naturales de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación (HCDN), al expresar la preocupación por el avance de los endicamientos en la región.
Sin cambios
Sin embargo, se continúa con esas prácticas destructivas. En efecto, dragados proyectados sin respaldo técnico ni estudios de impacto ambiental, endicamientos y cambios de hábitos productivos, todos sin control, están generando un panorama desalentador pues atenta contra las producciones tradicionales, muchas de ellas orgánicas, y en consecuencia contra la gente que desde hace más de un siglo las lleva adelante como modo de vida.
No se está queriendo obstaculizar cualquier emprendimiento en estas zonas, sino reclamando una producción sustentable, en consonancia con las ventajas naturales que brinda la misma, reflejando una conducta ética ambiental tal como lo establece el Programa de las naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) "Cuidar la Tierra", donde no se rechazan las opciones económicas, pero se va más allá de ellas: por ejemplo se podría intensificar la forestación con álamos y sauces, la producción ganadera para exportación y como región receptora de la hacienda expulsada por la sojización de la pradera pampeana, la producción orgánica, la apicultura, el turismo y muchas más.
Para muchas culturas el agua, o condición de humedad, es sinónimo y relativo a la vida, a la fertilidad. Debemos incorporar el tema medio ambiental dentro de las agendas políticas para generar una sociedad consciente del cuidado de los recursos naturales y su uso responsable. Más que de un tema económico o productivo, se trata de una decisión ética inherente a la condición humana.
"Pensar es fácil. Actuar es difícil. Actuar conforme al pensamiento propio es lo más difícil de todo", palabras del poeta alemán Goethe, base del concepto de ética.
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