La obra del fotógrafo santafecino Fernando Paillet, que entre 1894 y 1940 reflejó a los hombres y mujeres de la ciudad de Esperanza -una de las primeras colonias de inmigrantes-, se destaca, a la par, por su calidad estética y por su valor documental
Nadie puede contra el tiempo, que transcurre indiferente a nuestro utópico afán de detenerlo y de evitar que fagocite sin piedad presencias o escenas que quisiéramos más durables.
Como consuelo, contamos con una ilusión de rescate del pasado fenecido: la historia, que fija nombres y episodios ilustres. Sin embargo, esta severa disciplina no suele ocuparse de la existencia de los seres anónimos que van conformando la identidad de un pueblo y hay, para ello, que acudir a lo que Miguel de Unamuno llamaba la intrahistoria, una ciencia que aspiraría a rescatar los hechos menudos que desdeña la historia grande.
Viejas fotos
Hoy son mayores las posibilidades de asomarse al pasado. Los finales del siglo XX ofrecen al futuro hurgador de archivos el inmenso material que suministran el cine o el video, pero para enterarse de los comienzos de esa misma centuria acudimos a las estáticas pero reveladoras fotos viejas.
En cuanto a los argentinos, señalados al mismo tiempo por la opuesta fama de desmemoriados y nostálgicos, no disponen -para asomarse a su intrahistoria- de la deseable cantidad de material gráfico, que otros países más cuidadosos poseen en abundancia.
Sin embargo, algo se salvó de la incuria y el olvido, y entre lo rescatado están las obras de Fernando Paillet, un fotógrafo provinciano que registró para la posteridad la transformación social e histórica de la ciudad santafecina de Esperanza, una de las primeras colonias agrícolas asentadas en el país, formada por más de 1000 familias suizas y alemanas.
Contemplar sus fotografías produce hoy un impacto atribuible a que al valor documental de las imágenes se añade el que otorga la calidad estética.
Las imágenes, recopiladas en un libro editado por la Fundación Antorchas y prologado por Luis Priamo, no se agotan en una sola mirada. Con Paillet nos adentramos en la vida cotidiana de quienes habitaron, durante los primeros años del siglo XX, un núcleo urbano bien representativo de lo que se dio en llamar la pampa gringa. Mucho vislumbraremos al observar más de una vez las vestimentas, miradas o gestos de los personajes de esta suerte de comedia humana gráfica registrada por Paillet.
La obra gráfica legada por el fotógrafo santafecino responde a dos modalidades de igual relevancia estética: las fotos de estudio y las documentales, de interiores o de exteriores. Nos muestran, las primeras, grupos familiares de la sociedad pueblerina, niñas de inocente mirada o matronas de autoritario porte. Las otras configuran un amplio conjunto de escenas captadas en el campo o en el interior de negocios, talleres y distintos lugares de trabajo de la ciudad. Gracias a ellas penetramos en la intimidad de la peluquería, la farmacia o el taller de zinguería de una ciudad de provincia de entonces.
Imágenes de una pampa gringa
La lente de Paillet lo captaba todo. Tuvo la consigna de pintar su aldea natal para ser universal. Cuando nació, en 1880, Esperanza era una flamante ciudad donde inmigrantes suizos y alemanes afrontaban los riesgos de cimentar la colonización agraria en la Argentina Veinte años después, al comenzar su carrera profesional, la ciudad ya se iba transformando en uno de los más importantes centros agroindustriales, comerciales e inmobiliarios de Santa Fe. En este contexto fue perfeccionando su práctica hasta instalar un estudio fotográfico propio, donde trabajó durante 40 años.
El libro de Priamo no contiene las fotografías que realizaba Paillet en su estudio. Muestra exclusivamente fotos documentales o de exteriores, donde la maestría en el dominio de la luz y del encuadre es manifiesta. Paillet, que conocía a la perfección hasta los últimos rincones de su ciudad, aplicaba un criterio de estricto realismo y casi no se nota en sus personajes fotografiados el empaque y la falta de naturalidad propios de quienes en esa época se enfrentaban a una cámara.
Priamo destaca "la exquisita sensibilidad puesta en juego por Paillet para registrar la poderosa luz del verano santafecino en puertas, ventanas, claraboyas o portones".
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