El Indec anticipó resultados del Censo Nacional Agropecuario (CNA) 2018. Si bien preliminares, los datos confirman la tendencia de largo plazo a la reducción de unidades y al aumento de tamaño medio de los predios. Entre 1947 y 1968 el número de explotaciones agropecuarias (EAP) era de alrededor de 500 mil unidades, con un tamaño medio de 350 hectáreas. A partir de 1968 se inicia una tendencia decreciente que continúa hasta el presente. Existirían actualmente unas 237 mil EAP, con una superficie media aproximada de 700 ha. Sin enfatizar en el dato preliminar, y su eventual corrección, la tendencia es clara.
La característica de la política sectorial de los últimos 70 años ha sido la fuerte imposición fiscal sobre la producción agropecuaria, y esto debe mencionarse como elemento relevante de análisis. Sin embargo, el sesgo antiagropecuario de la política no es el único factor en juego. Por ejemplo, en los EE.UU. el número de explotaciones era de unos 6 millones en el año 1930 y se redujo a unos 2 millones hacia el año 1970, período en que la agricultura contó con amplios subsidios y mecanismos de apoyo.
En nuestro país la mayor parte de la producción y provisión de servicios agropecuarios está en manos de pequeñas y medianas empresas familiares. Los niveles de utilidad mínima requerida por las familias para continuar trabajando en el sector agropecuario ("utilidad de reserva") pueden ser un importante determinante de la permanencia y tamaño óptimo de la empresa.
Dado que el costo de oportunidad y las alternativas fuera del sector agropecuario aumentaron en el tiempo, esto pudo inducir a algunas familias a incrementar la superficie operada para alcanzar la utilidad mínima requerida, y a otras a abandonar la actividad.
En 1967 se eliminaron las prórrogas de arrendamientos, situación que se mantenía desde principio de los años cuarenta, y esto fue in importante cambio institucional. El ajuste de número y tamaño de fincas resultó una respuesta previsible luego de casi treinta años de rigideces contractuales e imposibilidad de adaptación al cambio.
Otro elemento importante es el riesgo de producción, que se transmite al ingreso y consumo de las familias. En la medida en que los mercados de crédito y seguros funcionan de manera limitada, los productores más pequeños pueden encontrar en la renta de la tierra una fuente más segura de ingresos. Mayor riesgo climático, mayores utilidades de reserva y aversión al riesgo pueden inducir el ajuste y salida de EAP.
La indivisibilidad del capital (maquinarias) puede dar ventaja a las firmas grandes. Sin embargo, si hay un mercado de servicios agrícolas (contratistas) la indivisibilidad del capital puede no ser un determinante claro de la reducción de EAP. El capital que es complementario a la tierra (maquinaria, tecnologías de información) puede inducir el incremento del tamaño óptimo, mientras que el capital sustitutivo de la tierra (genética vegetal, alimentación animal) puede llevar a una reducción de la cantidad de tierra operada.
La acumulación de capital físico y humano pudo inducir a muchas empresas a especializarse en la provisión de servicios y dejar la producción primaria. Muchas empresas contratistas pueden haber sido EAP previamente y se especializaron en brindar servicios con mayor eficiencia y productividad. También existen importantes complementariedades entre el capital físico y el humano. Esto implica que mayor capital humano incrementa la habilidad gerencial, hace más eficiente la toma de decisiones y la adaptación al cambio, permitiendo manejar empresas más grandes y complejas.
Hay importantes motivos económicos detrás de este fenómeno y deberían analizarse cuidadosamente. Interpretaciones apresuradas y regulaciones o políticas de corto plazo que traten de evitar artificialmente la reasignación de tierra y otros factores hacia usos más productivos pueden tener impactos negativos sobre la eficiencia sectorial. Por el contrario, menor presión fiscal, inversión en capital humano, mejora de habilidades gerenciales y reducción de riesgos podrían minimizar los costos de ajuste y contribuir a la mejora de la productividad agropecuaria.
El autor es director de la Maestría de Agronegocios de la Ucema
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