Para Sudamérica, China se ha convertido en un destino vital de sus exportaciones. Y la Argentina no es en absoluto una excepción. De acuerdo con el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA, en sus siglas en inglés), este gigante asiático resulta ser el mayor importador agrícola del mundo. Es más importante aún que la Unión Europea (UE).
Pero, así como para Sudamérica es gravitante la relación con China, para ésta también lo es con nuestra región, porque, quizás, la pata más débil de su economía está en su necesidad de alimentos.
La seguridad alimentaria es el corazón de la seguridad nacional china. Acá está el Talón de Aquiles. Es obvio que China, en su plan estratégico toma a la región como una suerte de almacén para su abastecimiento alimentario.
El impresionante crecimiento de la economía china, de los últimos años, ha derivado en un constante aumento de los ingresos de la población y un arrollador proceso de urbanización. Ambos factores son el componente central que explica la entrada creciente de commodities agrícolas como soja, cereales, aceites y carnes, desde el exterior.
No extraña, entonces, que sus importaciones totales agroalimentarias en el último año, por ejemplo, hayan crecido alrededor de un 10%.
La pregunta es si todavía hay margen para nuevos aumentos. Una mirada a los indicadores macroeconómicos contribuyen a vislumbrar el futuro.
De los grandes, China será el único país que, al finalizar el año, su PBI crecerá. Se estima que el aumento superará el 2%. Y lo más relevante de todo: los datos oficiales revelan que, en el tercer trimestre de este año, creció un 4,9% interanual.
Es curioso, pero es así: fue el primero en entrar en la pandemia y, por ahora, también lo sería en salir.
El futuro inmediato parece alentador. Para el año que viene se prevé un incremento del PBI superior al 7%, fundamentalmente, por la extraordinaria capacidad exportadora de su aparato industrial, que pese a la pandemia no ha decaído. Así lo muestra su balanza comercial superavitaria. China ha logrado tomar una parte mayor de la cuota de mercado –básicamente, de Europa y del resto de Asia-, a consecuencia de la propia pandemia, que ha impulsado la demanda mundial de elementos médicos y electrónicos.
El Banco Popular de China, además, continúa firme en su postura, sin cambios en la política monetaria, con la influencia de un dólar debilitado. A partir de esta política, el yuan sigue fortalecido frente a las demás monedas. Obviamente, esta postura cambiaria favorece la demanda de productos del campo.
En suma, por el lado de la demanda, las variables macroeconómicas alientan una perspectiva favorable para nuestra agricultura.
El autor es economista
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