Finalmente vino la revancha. Y empezamos a darnos cuenta de los límites de la naturaleza. Veamos por qué. Tuvimos la enorme oportunidad de capitalizar el agro, con precios internacionales muy buenos. Y el Gobierno la dilapidó. El actual fue el que más dólares ha recibido del campo, en lo que va de este siglo. Sin embargo, ahora, faltan.
En los pasados meses, los dirigentes políticos, en lugar de alegrarse por la suba de precios, se dedicaron a hostigar al eslabón agrícola, afirmando que debía gravarse la presunta “renta inesperada”. Y así, en vez de que el eslabón se sienta estimulado para invertir y comercializar según su capacitación y la información que recibe, prefirió, como es lógico, tomar una posición conservadora, expectante.
La necedad de la dirigencia ha sido mayúscula. ¿Acaso no sabe que en la agricultura todo es inesperado? Porque lo inesperado es resultado del clima y del precio internacional. Y ninguno de ellos es manejable. Hace miles de años, un sabio brindó una lección que aun perdura: José, en los comienzos del pueblo judío, alertó al Faraón de Egipto sobre la importancia de guardar granos durante las buenas campañas para superar las malas. Esto se denomina estrategia.
Sin embargo, el Gobierno tiende a aplicar tácticas para salir del paso; y deja de lado toda visión estratégica. Es el caso del dólar soja. Salimos de una para entrar en otra.
Tuvimos la ventaja de los precios internacionales. Y ahora, la desventaja del clima. Las zonas con sequía, desde enero a la fecha, se extienden por todo el centro y norte de la Argentina. Solamente la provincia de Misiones queda afuera de este patético cuadro. La falta de humedad es muy severa en la zona núcleo, el norte de Buenos Aires y el sur de Santa Fe, y se extiende hacia Entre Ríos, Córdoba y San Luis. Recién el fin de semana pasado hubo precipitaciones que trajeron algo de alivio.
Los cultivos
Estamos a las puertas de la cosecha de trigo. Y en vez de un volumen de 24 millones de toneladas, como se aguardaba a principios de campaña, difícilmente supere el nivel de 12 millones. La mitad. Muchos agricultores han aplicado herbicidas sobre sus trigos o han permitido la entrada de vacunos para que los coman. En tal caso, el ingreso de divisas por este cereal alcanzará para muy poco.
¿Qué pasa con el maíz? En la zona núcleo, la siembra de maíz temprano es un fracaso. La humedad del suelo afecta también a los que cuentan con riego artificial. Apenas poco más del 10 % del área dispuesta para maíz temprano en la zona núcleo se ha cubierto. Por lo tanto, el resto irá maíz tardío, que tiene menor productividad. Y la del tardío corre enormes riesgos pues los suelos no están en condiciones. Como van las cosas, la producción será muy mala. Algo nunca visto. La zona núcleo es clave para la oferta de maíz a nivel nacional. También, lo que pasa en Entre Ríos y otras regiones es central, pues una parte de la producción se destina a la industria avícola.
Como si estuvieran en las montañas de Ubeda, los técnicos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (Usda en sus siglas en inglés) establecen proyecciones que, a la luz de las condiciones climáticas, parecen ridículas.
Queda entonces la soja. En muchos partidos o departamentos de las provincias productoras no se ha podido sembrar ni una hectárea. Gran parte de los agricultores reducirán las dosis de fertilizantes y algunos no van a fertilizar ni aplicar inoculantes.
Toda estimación productiva, en tal caso, no tiene asidero. Pretender proyectar es hoy cosa de magos.
En tanto, además de la carga impositiva y de los derechos de exportación, el eslabón asiste a la depreciación del peso que corre raudamente, con un dólar oficial que a duras penas solo camina.
Algo ya es seguro. El cumplimiento de las metas de acumulación de reservas fijadas en el acuerdo con el FMI es un imposible. Menudo problema enfrentamos.
A modo de final, una reflexión. Quizás, lo que sucede sea una lección. Deberíamos acogernos a lo que Paul Hawken y Hunter Lovins llaman “ecocapitalismo”, es decir un sistema económico que estriba en estructuras mentales y valores distintos, estratégicos. Porque así como un pez presupone la existencia permanente de agua, los humanos presuponemos inconscientemente la de la naturaleza como si fuera infinita. Pero no lo es. Por eso, cuando las políticas económicas pierden el sentido estratégico, terminan jugando en contra de la gente.
El autor es economista
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