En una entrevista con LA NACION, Ernesto Ambrosetti y Daniel Asseff, extécnicos de la Sociedad Rural Argentina y Coninagro, respectivamente, contaron la estrategia que tuvo el campo en el conflicto por la resolución 125
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Pasaron 15 años desde que el exvicepresidente Julio Cobos pronunció: “Que la historia me juzgue. Pido perdón si me equivoco. Mi voto no es positivo, mi voto es en contra”. Estas palabras le pusieron fin al proyecto del Gobierno de la expresidenta Cristina Kirchner de convertir en ley la resolución 125, que ponía retenciones móviles al campo. Fue un momento donde, además del sector, la ciudadanía entendía que se estaban vulnerando derechos.
Antes de ese desenlace, y en el marco de un conflicto que se había trasladado a las rutas, las cuatro entidades de la Mesa de Enlace estaban en una carrera contrarreloj con sus respectivos equipos técnicos para poder avanzar en negociaciones con sectores del Gobierno y tratar de frenar la resolución.
Ernesto Ambrosetti era por entonces el economista Jefe de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y habla de aquellos días en presente, como si el tiempo no hubiese transcurrido en el medio. “La 125 fue un antes y un después. Fue una prueba a nuestra capacidad de negociación, de evitar un conflicto hacia adelante”, recordó. La resolución 125, que le presentó el exministro de Economía, Martín Lousteau, a la expresidenta Cristina Kirchner, buscaba establecer un sistema de retenciones móviles para distintos cultivos. En el caso de la soja, la alícuota subía del 35% a casi un 44,1%, y alcanzaría un tope de 48,7%.
“La 125 coartaba la intención de tener un negocio creciente y sustentable en el tiempo, ya que le limitaba los ingresos al sector agropecuario. Aparte, hubo un montón de medidas que te restringían tanto las exportaciones de los granos, las carnes y las economías regionales”, explicó.
A lo largo de los 120 días que duró el conflicto, la Mesa de Enlace hizo una tarea en el Congreso. Los cortes de rutas generaban una gran tensión. El país vivía en una tensa calma. El Senado rechazó esa madrugada de julio el proyecto de retenciones móviles. La oposición, con el voto de Cobos, consiguió imponerse con 37. El oficialismo solo logró 36. “Podía generarse un chispazo y un problema grave en la sociedad. Lo más interesante es que se llevó de un conflicto sectorial a un conflicto social en toda la nación”, narró.
La caída de toda la actividad económica, por el cese de comercialización que había dispuesto el agro, comenzó a hacer mella. “Todas las fuerzas vivas del interior de los pueblos acompañaron al sector agropecuario. Incluso, a lo largo del tiempo se aliaron con nosotros en la lucha por la defensa de los derechos del productor agropecuario y toda la nación, porque era sesgar la posibilidad de generar negocios del sector agropecuario, las inversiones que eran grandísimas, por una medida que llevó al país a un punto muy crítico, tanto en lo político, económico y social”, analizó.
En algunos discursos, Cristina Kirchner pronunció frases que quedaron en la retina de los productores. Por ejemplo, que “los argentinos no comían soja” y que por eso no tenía impacto en el consumo interno, sin saber que se utilizaba para su transformación como alimento en feedlots y los sectores avícolas y porcinos. A la oleaginosa también se la tildó de “yuyo”.
“Lo más importante de la 125 es que le ponía un techo a las ganancias del sector. Esto era lo que obviamente no se podía aceptar en todos los sectores de la economía: no poder ganar con tu inversión y esfuerzo”, explicó el extécnico.
La Mesa de Enlace estudió todos los frentes posibles. “Elaboramos propuestas para su modificación, pero no encontramos una respuesta favorable para ir suavizando esta medida para que no tenga un impacto importante en el sector. Lamentablemente, las propuestas nuestras no fueron aceptadas. Después, esto le costó la renuncia al ministro Lousteau. Seguimos con la crisis desde marzo 2008 hasta que en el Senado se pudo derogar esta norma en julio”, indicó.
Lo que se aprendió de aquellos compulsivos meses fue a coordinar acciones, negociar propuestas y buscar un camino diferente a lo que las históricas políticas de país han llevado al sector agropecuario. Los productores se dieron cuenta de que tenían que involucrarse y participar desde el recinto.
Daniel Asseff, quien por entonces era el técnico del equipo económico de Coninagro, recordó que se ponía al secretario de Comercio, Guillermo Moreno, autor de las “descabelladas” medidas económicas basadas en casi un 64% de retenciones a la soja, con una impronta muy agresiva. “Buscaba distintas formas de presión... Realmente era la forma de mostrar de que no había debilidad de parte del Gobierno. Fue muy tensa esa situación. Hasta otros sindicatos se nos pusieron en contra”, recordó. El sindicato de camioneros comenzó a confrontar con los “piquetes de la abundancia”, como los denominó en aquellos días Cristina Kirchner, apoyado en las “fuerzas de choque”.
“Fueron momentos muy tensos. Cada vez, la grieta se fue ahondando más hasta ver el desenlace que tuvo. Los piquetes de la abundancia era una forma de descalificarlos, porque se había creado de la unión de la Mesa de Enlace, del yuyo. Eso tuvo un efecto contrario a lo que ella esperaba: hizo que la ciudadanía acompañara mucho más al campo”, recapituló. Asseff se detuvo en el papel de Luis D’Elia en las plazas a donde se manifestaban los productores: “Eso fue parte de la agresividad del gobierno contra el sector”.
Los equipos técnicos trabajaron mancomunadamente en sus respectivos intereses. “El Gobierno no dio marcha atrás con la resolución porque es gente que no sabe retroceder. Siempre apunta y no mide en consecuencia. Fueron [decisiones] carísimas para todos. Dañó todo el tejido social y encontró una reacción tan fuerte; ellos apostaron a más”, analizó. De aquellas multitudes que apoyaban al sector, calculó, un 15%, eran productores, el resto ciudadanos que veían cómo un sector enfrentaba al gobierno.
“Los porteños acompañaron de una forma impresionante, al igual que los autoconvocados. La Mesa de Enlace coordinaba y manejaba los tiempos para volver al costado de las rutas, en el momento en que se estaban negociando distintos puntos. Hubo cientos de reuniones con políticos para destrabar esto”, señaló.
Asseff recordó el primer día del conflicto, en la Casa Rosada, a donde se acercaron para pedir, junto a dirigentes políticos, una prórroga de 90 días. Allí vieron un Gobierno muy duro y firme en su decisión. “Lo que aprendimos fue la posición que tomó el sector. Existen distintas entidades de la producción, pero hay cosas que nos unen, aunque siempre se pensó que cada una iba para distintos lados en ese momento”, consideró.
Luego del conflicto por la 125, al año siguiente varios protagonistas del sector se metieron en política y consiguieron ser “agrodiputados”. Pero algunos hoy consideran que no se interpretó como se debía. “Hubo partidos centenarios, que tenían posiciones políticas que no las cambiaron. Lo lamento porque fue el sacrificio de mucha gente. No entendimos la política como debió ser. Hoy tendríamos como Brasil un bloque agrario mucho más fuerte”, sintetizó.
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