Como todas las mañanas, desde hace ya un tiempo, Facundo Balboni tomó la ruta 20 desde la capital sanjuanina hacia el departamento de 25 de Mayo. Las tierras áridas y desérticas, entremezcladas de olivares, lo acompañan durante los cincuenta kilómetros que dura el trayecto. Nunca falta el Zonda, que le recuerda que está en la provincia de San Juan . Allí tiene un emprendimiento de casi 100 hectáreas de plantación de pistachos.
Balboni tiene 40 años y hasta los 36 años vivió en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, como se dice "un porteño hasta la médula". Ni bien terminó sus estudios de administración se metió de lleno a trabajar en la empresa familiar: el colegio St. Matthew's en Belgrano .
Pero su vida tuvo un giro inesperado: un viaje a la región de Córdoba, en España, le hizo plantearse un cambio de trabajo y, sobre todo, de vida. "Fui a España por un casamiento de un amigo. En el sur de ese país las plantaciones de olivares son infinitas y se pierden en el horizonte. En ese momento supe que por ahí iba a pasar mi futuro laboral", cuenta a LA NACION.
En 2015, Magdalena, su mujer, embarazada de su primer hija, Carmela, le dijo: "Es ahora o nunca". Y así fue con las ganas de emprender en un mundo desconocido.
Habló con sus hermanos-socios para plantearles un nuevo desafío. Con la anuencia de ellos y el guiño de su mujer, se subió a su camioneta en un largo camino hacia al oeste argentino sin saber con qué se iba a encontrar. "Lo único que tenía era un clasificado de una finca en venta en La Rioja que se promocionaba por Mercado Libre . Con ese dato llegué a Aimogasta", recuerda.
Pero al llegar el panorama no fue el esperado: solo tres árboles solitarios de olivas componían la finca. No le cerró por ningún lado ese negocio pero no se dio por vencido. Hablando con la gente del lugar le comentaron sobre el auge de los frutos secos.
De La Rioja bajó a San Juan. Allí se contactó con productores de pistachos, producción a la que se le reconocen beneficios nutritivos y para los sistemas nervioso y cardiovascular, por ejemplo.
Investigó sobre ese fruto del que poco sabía y conocía. "Horas y horas en Google hasta que se convirtió en un especialista del tema. Todo lo que podía encontrar sobre pistacho en Internet lo tiene impreso y leído ¡Te lo juro!", afirma Magdalena, entre risas.
Así nació su primer proyecto de pistachos. En una finca a la que le puso "Boni", en honor a su apellido, plantó 50 hectáreas y solo se instaló en un motorhome bajo uno de los pocos árboles crecidos que había. El vehículo hacía la suerte de casa y oficina para hacer "carne" su emprendimiento que empezaba a asomar. Pero esa ilusión duró poco. A los cinco meses un granizo enorme y "sin seguro" pulverizó todas las plantas y su ilusión.
Era vuelta empezar. Al otro día nomás compró nuevas plantas para ponerlas una a una en los surcos de las plantas devastadas. "Fue duro. Un mundo y un clima desconocido para mí. Era aprender sobre la marcha: hacer agricultura en el desierto", dice Balboni.
Ahora faltaba lo más importante: con todo el circo armado debía traer a su familia de Buenos Aires y no iba a ser tarea fácil. "Yo no quería saber nada de irme para San Juan, él estaba cada vez más embalado, se había convertido en un apasionado. Los mismos productores del lugar me decían que era un loco enamorado del pistacho", recuerda su mujer.
Un día Balboni llevó a su finca a Louise Ferguson, una norteamericana experta y reconocida en el tema que quedó fascinada con su trabajo. Fue allí que la decisión de su compañera de vida de emprender el viaje rumbo a San Juan y sumarse al proyecto no tardó en llegar. "Hoy a la distancia sé que fue la mejor decisión que tomé en mi vida", asegura Magdalena.
Luego se sumaron dos proyectos más: la compra de una nueva finca de unas 25 hectáreas y un vivero modelo para proveer plantas a los productores de la zona, donde contó como socio a su amigo Lucas.
El pistacho se produce sólo en cuatro países: Estados Unidos , especialmente en California , Irán , Australia y la Argentina. Según datos del Relevamiento Nacional de Frutos Secos, la Argentina cuenta con 1008,5 hectáreas implantadas con pistachos, donde la provincia de San Juan lidera la producción con 776 hectáreas, seguida por La Rioja, con 200 y Mendoza, con una superficie de 32,5 hectáreas.
En 2017 se exportaron 397 toneladas del llamado "oro verde" por un valor FOB de 3,3 millones de dólares, donde el principal país de destino fue Italia, seguido por Brasil. "Cada hectárea puede producir hasta 3000 kilos y el año pasado se pagó al productor siete dólares por kilo", informa.
Las plantas de pistachos entran en producción entre los seis y ocho años y de ahí en adelante tienen una vida útil por cien años. Balboni sabe que todavía faltan dos años para empezar a cosechar pero la paciencia que antes no era su fuerte hoy la trabaja para sobrellevar la espera.
Se enamoró de San Juan y ya no siente el desarraigo porque tiene a su familia que lo acompaña. "Acá todo es distinto: todos los días el sol te penetra la piel", cuenta. "Este proyecto significa todo para mi. Es lo que más me gusta hacer en la vida, es la misma sensación de cuando tenía un grupo de rock y disfrutaba tocando la batería", concluye.
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