En las últimas semanas, con la ola de calor, se intensificó el impacto del fenómeno climático sobre los cultivos de soja y de maíz, y ahora estiman que las mermas productivas se traducirán en una caída de US$20.811 millones en las exportaciones, una reducción del 48% respecto de 2022
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Mientras las cosechadoras ya avanzan sobre los lotes de soja y de maíz en una campaña que, por lo vivido por los productores, quedará como una de las peores de la historia, a raíz de los drásticos episodios que tuvo, con sequía, heladas tempranas e intensas olas de calor, el drama se escenifica en números de pérdidas nunca vistas, proyecciones del impacto para la economía del país y duros testimonios de quienes apostaron a producir. Por tercer año consecutivo, el campo enfrentó el fenómeno La Niña, que ocasiona lluvias por debajo de lo normal.
“Me va a llevar al menos 10 campañas de rendimientos normales recuperar las pérdidas económicas que tuve este año”, dijo el productor Germán Millet, al estimar que perdió US$720.000 de los US$915.000 que invirtió en esta campaña. Millet, quien hizo soja y maíz, solo va a cosechar un 20% de lo que había proyectado al inicio de la temporada, cuando sembró 600 hectáreas. En total, maneja unas 800 hectáreas, 200 de su familia y 600 arrendadas, en la localidad santafecina de Wheelwright y en Colón, Buenos Aires.
Como en una película de terror de nunca acabar, los números que reflejan esta debacle se actualizan rápido. Solo esta última semana, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) recortó de 29 millones de toneladas a 25 millones de toneladas su previsión de soja. La cosecha de este grano tendrá, así, una merma de 18,3 millones de toneladas respecto del ciclo agrícola pasado.
Esta entidad proyectó, frente a los 130 millones de toneladas del año pasado (entre trigo, cebada, soja, maíz, girasol y sorgo), que el volumen final del ciclo 2022/2023 será de 84 millones de toneladas, una merma del 35% contra la campaña anterior. Hay que remontarse a 2011/2012 para ver una producción de granos más baja, cuando fue de 81 millones de toneladas, según las estadísticas.
Por el cimbronazo climático, las pérdidas para los productores ascenderán a US$14.800 millones. El derrumbe productivo implicará que las exportaciones caerán US$20.811 millones o un 48% contra 2022, cuando totalizaron US$43.363 millones. Además, la recaudación fiscal, entre retenciones y otros impuestos, bajará en US$7376 millones sobre los US$17.646 millones del ciclo previo. Para la entidad, el impacto de la sequía significará una caída equivalente al 3% del PBI. No se descarta que sea mayor.
“Estoy agotado, totalmente desilusionado y ya sin esperanzas. Lo único que sigue en carrera son los lotes de soja de primera, que espero que al menos den 15 quintales por hectárea de rendimiento, siendo que en realidad su potencial es de entre 45 y 55 quintales. El maíz está ‘quemado’, lo voy a picar o hacer rollos; otra soja que resembré en algunos casos tres veces está toda perdida”, comentó Millet.
En rigor, los productores esperaban un cambio en la situación climática que, con el paso de los meses, no solo no se produjo sino que se agravó. “Lamentablemente, la transición hacia un escenario climático neutral fue más lento de lo previsto, lo que perjudicó aún más el desarrollo de los cultivos. La reducción en los niveles de producción alcanzó un récord absoluto desde que la Bolsa de Cereales realiza estimaciones propias; la caída productiva a la fecha es de 46 millones de toneladas”, alertó Ramiro Costa, director de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales porteña.
“La disminución en la producción agrícola afecta principal y directamente a los productores y genera un efecto dominó que se extiende a otras actividades relacionadas, como el transporte y venta de insumos, disminución en la demanda de servicios, y de otros sectores, lo que tiene consecuencias negativas en la economía en general”, agregó.
Para Ernesto Ambrosetti, consultor en agronegocios y socio de la firma SolarLink Argentina, habrá 1.600.000 menos de viajes de camión por la caída de la producción. Además, comparó que los más de US$20.000 millones menos de ingresos de divisas equivale a cerca de siete años de ventas de fitosanitarios en todo el país.
En este contexto, Costa explicó que la mayor caída en contribución a la economía la provocará la merma en la producción de soja, que bajará su aporte en US$12.981 millones respecto del año anterior. “Solo la soja explica el 54% de la caída proyectada del PBI agropecuario de este año”, advirtió.
El impacto de la sequía, en verdad, ya se refleja en la economía argentina. En febrero pasado, la recaudación por derechos de exportación cayó un 55% respecto a igual mes de 2022: pasó de $110.256 millones a $48.666 millones. “Se empezaron a sentir los 10 millones menos de toneladas de trigo que faltan en el mercado”, indicaron en el sector a este medio. Vale recordar que la Argentina vio reducida casi 50% la cosecha de ese cereal también por la sequía.
A muchos productores les preocupa cómo van a afrontar las pérdidas y las deudas. “El mayor impacto lo tengo con los alquileres. A los lotes que ya pagué los voy a tener que dejar y a los que no necesito renovar el contrato, pagarlos en el tiempo. Les estoy avisando a los dueños que no hay nada [de producción]”, explicó Millet.
“Anímicamente estoy destrozado. Pongo mucho esmero y esfuerzo, pero son tres años consecutivos de frustración y este último fue terrible. Es muy difícil de remontar”, expresó Fernando Parodi, un productor agropecuario de San Nicolás que, en total, maneja 1000 hectáreas, un 30% con producción propia y el resto en tierras arrendadas. Esta campaña sembró 1000 hectáreas entre soja, maíz y sorgo: en soja solo va a cosechar 150 hectáreas con rindes de 7 a 8 quintales por hectárea contra los entre 30 y 35 que esperaba.
“Voy a tener que acordar a quienes les alquilo el campo, porque, si les tengo que pagar no voy a poder afrontar la próxima campaña. Es una cosa o la otra”, agregó. El productor estima que las pérdidas serán de US$1.238.095. “Eso es este año, pero hay que sumar lo que venimos perdiendo hace tres temporadas”, dijo.
El drama por la sequía se repite en otros testimonios. Adrián Barrau, productor del sur de Santa Fe, ya tiene una pérdida del 50% de lo que cosecha normalmente en soja y maíz. “En esta campaña únicamente aspiro a recuperar lo que invertí bajo tierra cuando decidí sembrar. Nunca en mi vida viví algo similar, desde hace 37 años que soy productor y este verano vi todos los días ir muriéndose de a poco las plantas en el campo”, contó.
Pese a las mermas productivas ya estimadas, el piso de caída parece que todavía no se ve. Cristian Russo, analista jefe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), aclaró que prevén nuevos recortes. “Para gran parte de los lotes de soja, el agua que podríamos recibir en los próximos días llega tarde”, dijo.
En tanto, sobre el maíz de siembras tardías para la región pampeana evaluó: “Era el buque insignia que teníamos para escapar a la sequía, pero esta semana fue torpedeado de una manera tremenda. Al principio hablábamos de 50 o 40 quintales de rinde, y hoy estamos estimando que bajaron de 30 a 15 quintales. Lamentablemente, vamos a seguir con los recortes”, dijo.
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