Pedro Sheridan, natural de Dublin, Irlanda, llegó a con 24 años a Buenos Aires en 1817 era “alto, rubio, de ojos azules, nariz larga y barba escasa” y se dedicó con su hermano James al comercio de paños; tres años después pasó por Montevideo a Inglaterra donde lo esperaba Mary Butterworth con la que se casó en agosto de 1820. La imprevista muerte de su hermano hizo regresar al matrimonio a hacerse cargo del negocio en 1823, pero pronto cambió el mostrador por las tareas rurales y la cría de ganado y compró en sociedad con Thomas Whitfield y John Harrat una estancia de 800 varas de frente por legua y media de fondo en el partido de la Magdalena, que habrían de ampliar en 1826 con otra de dos leguas y cuarto de frente y fondo cerca del antiguo pueblo de Ranchos.
La sociedad llamada “Tres Amigos” comenzó en 1824 la explotación de un lote de ovejas Southdown, que llegaron al país por iniciativa de Rivadavia; que agrandaron con otro de ovinos sajones y después merinos. Ricardo Hoog, recuerda que en estos campos poblados de abrojos y pajas bravas, todo se había preparado para recibir a los ovinos, y que el paisanaje, acostumbrado a dormir a la luz de luna, quedó impresionado ante los lujosos galpones que se habían construido para albergar a los lanares finos, tanto que desde entonces la cabaña fue conocida como “Los Galpones”.
Sheridan y Harriat, verdaderos promotores, tuvieron éxito en su empresa y buen rédito económico, que fue imitado por otros productores, como que Maxime Hanon recuerda aquella definición de Carlos H. Pellegrini la “Merinomanía” o chascarrillo de Juan Manuel de Rosas “¡Vamos a tener que esquilar las vacas!”.
En Buenos Aires, Peter vivía en la calle de la Paz (Reconquista) en una casa que le alquilaba al general Pueyrredon y habitaba una quinta en la zona de la Recoleta. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Mary (1826), Alfred (1827), Elizabeth (1829) y Henry. Dispuesto a darle una excelente educación a sus hijos, en 1835 la esposa con tres hijos, el segundo había fallecido el año anterior, viajaron a Liverpool, donde se instalaron. Maru Butterworth, falleció a fines de 1835 y los niños quedaron bajo la tutela de sus parientes. Sheridan, ampliamente vinculado a la sociedad local como que frecuentó a Manuelita Rosas, benefactor de la comunidad británica murió en la estancia “Los Sajones” el 6 de enero de 1844 y fue sepultado en el cementerio protestante de la calle Victoria.
Elizabeth y Henry regresaron al país en 1857 para hacerse cargo de la herencia paterna, luego de un engorroso juicio ya que fueron representados por ser menores de edad, lo que finalmente se zanjó cinco años después. Henry, que había nacido en Buenos Aires el 13 de setiembre de 1833, heredó sin duda el refinamiento de su padre que poseía en la estancia una selecta biblioteca de autores ingleses y franceses y, a su llegada, La Tribuna destacó su fama de pintor romántico. En el taller de Fusoni en la calle Cangallo 114, donde exponían los más destacados plásticos del momento, en 1859 exhibió con su maestro José León Palliere unas 60 obras, algunas de ellas como la tropa de carretas en la pampa; fue subastada en una conocida casa de remates en Londres.
Esta obra de 3,20 x 2m144 m, mereció este comentario de J. J. Long en La Tribuna del 26 de febrero de 1864: “un gran cuadro al óleo que representa y convoy de carretas arrastradas por bueyes en medio de inmensa pampa; el suelo y el cielo ejecutados por Sheridan, pintor inglés (era porteño) distinguido en este género”. Se propuso instalar en nuestra ciudad, con una academia de dibujo; pero una úlcera perforada acabó con sus días, a los 22 años el 29 de agosto de 1860, y sus restos fueron sepultados en el mismo cementerio que los de su padre.
Mulhall, que editaba The Standard afirmó que Henry había dejado los mejores paisajes de Sud América que haya pintado un artista nacido en este continente. Padre e hijo honraron uno como ganadero e impulsor de nuestra riqueza y el otro como artista a nuestro país.
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