Originario del Medio Oriente, llegó al país en 1980 de la mano de dos productores de San Juan, la superficie para cultivarlo se multiplicó por siete; el INTA realizó una zonificación para determinar las áreas del país con mayor potencial de expansión
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Lo llaman “oro verde”. En los últimos cuatro años en la Argentina, un cultivo no tradicional tuvo un crecimiento exponencial y el furor no divide a productores grandes con chicos. Se trata del pistacho, que multiplicó por siete la superficie implantada y en ese tiempo pasó de 1000 a 7000 hectáreas. El valor de exportación del kilo es de US$18 y al productor le pagan entre 5 a 6,5 dólares por kilo.
Originario del Medio Oriente, llegó al país en 1980 de la mano de dos productores de San Juan que trajeron material vegetal de Irán y de California, Estados Unidos. Desde ese momento, las hectáreas implantadas se multiplicaron hasta que explotó puntualmente en el sur de San Juan y en el norte de Mendoza. Solo San Juan cuenta con 6500 hectáreas dedicadas a la producción de pistacho, lo que representa el 85% del área cultivada en el país.
Fue durante la pandemia que el consumo de frutos secos creció de manera vertiginosa, sumado a una tendencia global por una alimentación saludable, con múltiples beneficios, de alto valor energético y fácil de llevar. Esta demanda mundial llevó a que varios productores locales decidieran en corto tiempo volcarse a esta economía regional.
“Y, entre los frutos secos, el pistacho es el que ha tenido un mayor consumo y sus ventas se ha disparado a nivel mundial, por marketing y por estar incorporado en la dieta mediterránea, italiana y de Medio Oriente”, comentó en diálogo con LA NACION, Eduardo Trentacoste, especialista en fruticultura del INTA La Consulta, Mendoza.
Por este boom y luego de sistematizar una década de datos meteorológicos e información fenológica del cultivo, el INTA realizó la primera zonificación agroclimática del pistachero. Es decir un mapa sobre los requerimientos ambientales para que el cultivo alcance la floración y fructificación en el país. “Se trata de información clave para la toma de decisiones en un contexto de auge de la producción”, dijo el especialista del organismo.
Trentacoste señaló que “a partir de las demandas recurrentes de los productores, se decidió sistematizar datos meteorológicos e información fenológica del pistacho y así se logró esta primera zonificación agroclimática de la variedad de pistacho Kerman, la más difundida en el país”.
“Este mapa aporta conocimiento para hacer más redituables las inversiones del sector privado, al reducir los riesgos y tener mayor probabilidad de éxito en la producción de un cultivo en auge con un consumo en alza”, indicó.
Recordó que el pistacho necesita condiciones ambientales muy específicas, no solo en la Argentina sino en todo el mundo. Son pocos los lugares donde el cultivo pue se puede producir y florecer. Además de esas regiones en San Juan y Mendoza, donde se sabe que el pistacho funciona, el trabajo del INTA es buscar otras áreas en el país donde pueda ser implantable.
Negocio a largo plazo
Entre las limitantes que tiene es el tiempo de espera para ver sus frutos. Son al menos siete los años que hay que esperar para comenzar a cosechar. Es por eso es tan importante la zonificación. “Uno no puede tomar tantos riesgos de poner este cultivo en una zona que no es productiva, porque los resultados lo vas a poder ver recién al final del séptimo año. Este tipo de estudios ayuda a que los productores reduzcan el riesgo de su inversión que, a diferencia de otros cultivos similares, como el olivo o el nogal, por ejemplo, tienen un tiempo improductivo menor de tres o cuatro años”, expresó.
En este sentido, en la actualidad, solo hay 1000 hectáreas en producción, el resto está en un periodo de crecimiento. El rendimiento promedio está entre 2500 y 4500 kilos por hectárea y pueden alcanzar los 5000 kilos si se dan buenas condiciones.
“Es por eso por lo que lo llaman la inversión para los nietos”. Pese a esto y por su alto valor de comercialización, han aparecido productores en otras provincias en busca de emprender esta producción, como en Casa de Piedra, en 25 de Mayo, en La Pampa y otros en las provincia de Córdoba y Santa Fe y en el sudoeste bonaerense.
El mapa sugiere que, en la Argentina, la zona agroclimáticamente apta para la producción del pistacho abarca una franja que conecta el sur de San Juan; norte, centro y este de Mendoza; sur de San Luis y; centro-sur de La Pampa.
Luego, otras zonas de estas mismas provincias presentan una aptitud media o condicionada, lo que significa que algunos años la producción puede verse comprometida. ”El pistachero es tolerante a déficit hídrico, por la profundidad que alcanzan sus raíces y por sus adaptaciones anatómicas en las hojas, lo que lo hace un cultivo interesante para zonas áridas. Sin embargo, para alcanzar altas de producciones, la disponibilidad de agua es clave”, dijeron.
Según datos del organismo, el costo de inversión sin tierra, incluyendo el sistema de riego, está entre los US$10.000 y US$15.000 y el recupero de inversión total se da a los 15 años. En este contexto, se necesitan al menos diez hectáreas para que sea rentable el negocio, o sea que para arrancar se requieren una inversión de entre 100.000 y 150.000 dólares. Luego hay que pensar también en el mantenimiento.
Con un consumo doméstico incipiente, el mercado todavía mira al exterior, que se lleva un 90% de lo producido en el país y, según describió, la comercialización puede darse con cáscara o la semilla pelada. “En Italia, uno de cada tres helados que se consume es de sabor pistacho”, cerró Trentacoste.
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