Acaba de terminar el ciclo del llamado “dólar soja”. Son muchas las conclusiones económicas que podemos sacar, pero muchas más las que hacen a los valores y principios de mercado. Vayamos a lo primero tomando algunos datos de distintas fuentes.
Durante el mes de septiembre se negoció un récord de más de 16 millones de toneladas de soja (entre ventas nuevas y la fijación de precio a toneladas que se encontraban a fijar). A su vez, se liquidaron divisas por US$8770 millones (récord total para un mes en los últimos años), de los cuales US$7665 millones correspondieron al complejo sojero. Además, la recaudación por derechos de exportación alcanzó los $530.000 millones, de los cuales el dólar soja habría aportado $506.000 millones, siendo excepcional si se la compara con la recaudación de agosto.
Dejo para los economistas las conclusiones de si esto fue o no conveniente para la economía argentina y cuáles serán las consecuencias por la consecuente sobreemisión monetaria y por la pérdida entre la compra de dólares a $200 y la venta a $140; pero como simple observador solo puedo hacer notar que se adelantó el ingreso de divisas futuras en aras de incrementar las reservas presentes, reconociendo a todas luces el atraso cambiario y la discriminación a la producción. Desde un punto de vista político, puede decirse que, además, se lo hizo para cumplir ciertas metas con el Fondo Monetario Internacional, respecto al nivel de reservas y el déficit fiscal.
Pero vayamos a sus efectos en los mercados de una medida como tal. En primer lugar, fue una medida discriminatoria del resto de los productos exportables y del resto de los granos en particular. En segundo lugar, fue una medida discriminatoria en el ámbito de los exportadores, por referirse a unos pocos que podían aspirar a entrar en el esquema. En tercer lugar, generó una caída de los precios de la soja disponible del 21% (mientras en Chicago bajaba el 7%), aunque fuera más que compensada por el aumento del valor del dólar soja.
Además, significó en un primer momento una serie de confusiones en el mercado doméstico con las compras locales, la liquidación de canjes y arrendamientos que se subsanó mediante reglamentaciones a todas luces opinables en cuanto a potestades de los organismos resolutivos.
Asimismo, la medida que pretendía claramente favorecer a la industria aceitera y al agregado de valor, terminó resultando en que se renovaron los negocios de exportación de poroto de soja que hasta comienzos de septiembre estaban en tan solo 1,8 millones de toneladas, pasando a registrarse casi 4 millones de toneladas durante el mes.
Asimismo, podríamos decir que este Gobierno terminó de meter mano en el último de los mercados grandes de productos exportables que quedaban. Primero lo hizo en el mercado de la carne estableciendo cupos y prohibición de cortes de exportación sin ningún efecto positivo en la “mesa de los argentinos”. Después lo hizo en el mercado de trigo y posteriormente en el de maíz, estableciendo restricciones a los registros de exportaciones a través de los famosos “volúmenes de equilibrio” para regular los “saldos exportables”.
Con esto completaba el ciclo de medidas para resguardar los precios internos (nunca logrado) de los “bienes culturales” decretados por el exministro de Agricultura Julián Domínguez (carne, trigo y maíz). Más tarde estableció los fideicomisos: aceiteros, molineros y “anticíclicos” (inútiles por dónde se los mire) y al final terminó también metiendo su mano en el mercado de la soja.
Con todas estas medidas el Gobierno logró distorsionar precios, beneficiar a unos y perjudicar a otros y generar mayor incertidumbre sobre lo que hará durante la próxima campaña que resulta afectada por una sequía de la que aún no ha tomado cabal nota de sus consecuencias.
Conclusión: el “ventajismo” no es una característica de la economía de mercado ni de un sano capitalismo, sino una característica del capitalismo prebendario, el capitalismo de amigos o como quiera llamárselo. Sus efectos son nocivos en cuanto a seriedad, previsibilidad, seguridad jurídica y generación de confianza, entre otras cosas.
Por eso, más allá del silencio de quienes reciben o recibirán “ventajas” de este Gobierno, debemos mantener siempre una conciencia clara de sus nefastas consecuencias y a los propulsores de las mismas, tanto del ámbito público como privado, hacérselos saber. Y a tener cuidado con el proyecto de Ley de Presupuesto, donde se pretende meter entre gallos y medianoche la posibilidad de que el Ejecutivo pueda aumentar el tope establecido a los derechos de exportación.
El autor fue subsecretario de Mercados Agropecuarios
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