Más allá de las adversidades, en 2024 en el sector se consolidaron diversas tecnologías que pueden potenciar la producción
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Terminado un año, normalmente se hace un balance, ya sea formalmente, en charlas sociales o simplemente para uno mismo mientras se viaja o intenta conciliar el sueño. Reflexionamos sobre muchas cosas, algunas en las que tuvimos oportunidad de intervenir activamente, y otras donde solo fuimos testigos o espectadores del proceso o de los resultados.
Si enfocamos esto hacia el agro y la agroindustria en general, y por qué no hacia la bioeconomía del país, fue un año que, como es costumbre, nos puso a prueba constantemente. Varios obstáculos y crisis nos atravesaron.
La famosa “chicharrita” en el maíz se llevó campos enteros, afectando directamente a productores e industrias de las zonas, e indirectamente a los eslabones siguientes hasta llegar al consumidor. Para dimensionarlo, no solo fue eso; también condicionó totalmente la campaña siguiente, la que estamos transitando. Tanto los productores que sufrieron esas pérdidas millonarias como las industrias y otros productores que no tuvieron el problema pero ahora enfrentan el potencial riesgo, debieron rediseñar rotaciones y estrategias productivas.
Semilleros buscaron híbridos que se comportaran mejor frente a este problema. A ellos les afectó significativamente la venta de híbridos de esta campaña y, con ello, toda la cadena de distribución de insumos del agro.
Sumado a sequías y tormentas que arrasaron cultivos, y una ganadería impactada por todo lo mencionado previamente, afectaron al sector, al igual que al resto de las producciones.
En cuanto a lo económico y político, el clima fue muy variado. Hubo mucha expectativa respecto a la baja de impuestos, lo que influyó en la forma en que los productores compraron insumos. Por un lado, veníamos de un mercado con precios por encima de los históricos a nivel mundial, que comenzaron a corregirse a la baja. Localmente, esa corrección se potenció por la menor demanda. Las compras se atomizaron, ajustándose a la necesidad del momento, ya que el impuesto PAIS tenía fecha de vencimiento y se eliminaba en dos etapas.
Esto generó una expectativa de baja de precios que, finalmente, no se reflejó ni en la primera quita del impuesto PAIS ni en la segunda, ya que el mercado se adelantó a estas bajas. El mercado de insumos nunca explotó, y esto también fue evidente tanto en las agronomías locales como en las grandes compañías, varias de las cuales se encuentran en procesos de reducción de estructuras debido a los magros resultados, tanto internamente como en el mundo.
Estas son las malas noticias pero, como se dice en el campo, cuando el carro empieza a moverse, los melones se acomodan. En respuesta al problema de la “chicharrita” se lanzó rápidamente una nueva molécula insecticida. Paralelamente, un bioinsecticida; además, varios están en etapas de estudio. Para los bioinsumos fue un año extraordinario. Muchas empresas, productores y laboratorios entraron en este mundo con tecnologías disruptivas que vienen a generar soluciones amigables: biofertilizantes, bioestimulantes, fertilizantes foliares, nanotecnología, microgranulados, etc.
Muchas de estas tecnologías no son nuevas pero este año se notó un salto importante en su adopción. Lo más interesante es que este fenómeno se dio de manera transversal, entre productores grandes, chicos y medianos, tanto en producciones intensivas como extensivas.
No solo en el campo se vio la adopción de tecnología. Las plataformas de gestión se incorporaron en las empresas, así como las plataformas y aplicaciones para lo que llamamos agricultura digital. Casi sin darse cuenta, muchos productores están entrando en este gran mundo.
Sin dudas, hay dos estrellas, especialmente en estos últimos meses: la Inteligencia Artificial, con sus múltiples usos que solo la imaginación puede limitar, y el uso de drones, que desde hace unos años se ve su uso recreativo y profesional, como vuelos en lotes para mapear múltiples características y tomar decisiones basadas en los resultados, tanto en agricultura como en ganadería y otras producciones.
Sin embargo, en las últimas semanas se amplió la oferta de drones aplicadores, tanto para pulverizar como para sembrar o fertilizar: todo con un mismo aparato. Es súper interesante. Los drones despiertan un interés pocas veces visto entre los potenciales usuarios. Los jóvenes los ven como una buena salida laboral y no están equivocados. Es una tecnología que, aparentemente, llegó para quedarse. El gran crecimiento que tuvo en Brasil es testimonio de esto. Jornadas con presentaciones y demostraciones, especialistas en aplicaciones mostrando ensayos y rápidamente se convierten en referentes en aplicaciones con drones.
Las virtudes de esta tecnología son muchas: reduce el uso de agroquímicos y agua, no genera compactación en el suelo al no pisar y tampoco hay pérdida de cultivo por el mismo motivo, disminuye el consumo energético en todo el sistema y, en consecuencia, contribuye a la reducción de la huella de carbono.
Todo está por hacerse en esta materia, pero con un terreno fértil para avanzar. Las trabas y complicaciones para importar de los últimos años, sin dudas, mantenían a esta tecnología con el freno de mano puesto. La presencia de equipos era baja y sin alternativas. Sin embargo, en las últimas semanas ingresaron al país al menos dos marcas nuevas, acercando la tecnología al productor. No sería sorprendente que, en los próximos días, su agronomía o proveedor de maquinaria le ofrezca un dron, algo impensado hace apenas unas semanas.
Por último, el sector está pensando a futuro, a largo plazo, consciente de que los cambios necesitan tiempo, pero con la confianza y esperanza que lo caracterizan. Se vienen buenos tiempos. Si las políticas y la infraestructura están a la altura, el agro, la agroindustria y, por qué no, la bioeconomía, explotarán.
El autor pertenece a la firma Lartirigoyen & Cia SA
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