El año pasado terminó con precios internacionales bajos, algunas empresas importantes con problemas para cumplir compromisos y una fuerte caída de ventas de insumos; el clima para este trimestre de 2025 es una incógnita
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El año 2024 fue un año de quiebre para los argentinos. El gobierno nacional, con un gran coraje, tomó medidas que habitualmente no se tomaban en los distintos gobiernos, ya sea por ideologías, por no poder hacerlo, por un contexto, etcétera, pero finalmente el hablar de lo que hablan todos de tener déficit fiscal cero, equilibrio fiscal, no emitir, y por supuesto bajar abruptamente (y bien y sosteniblemente) la inflación, este Gobierno que arrancó hace un año, lo está haciendo, o recorriendo el camino para hacerlo. Eso es meritorio y para destacar.
A nivel agroindustrial, los análisis no son los mejores, ni durante el año ni en el final de este 2024. Con una mejora sustancial (inicial) del tipo de cambio, los productores comenzaron esperanzados, aunque los resultados de las campañas 22/23 habían sido malos, con problemas (chicharrita incluido) veníamos de períodos de sequía difíciles de remontar. Esas ventajas que aparecían se fueron diluyendo con el correr del año, cuando a medida que la inflación iba disminuyendo cada mes y también se diluían las ventajas cambiarias obtenidas, el cepo continua, los costos en dólares seguían altos y los precios internacionales de los commodities se estabilizaban a la baja, producto de muchos factores: guerra Ucrania/Rusia, buenas campañas en el norte y en Brasil, y las reformas impositivas esperadas por los productores (principalmente) y por las cadenas no llegaban.
El agro, como siempre digo, el gran motor de la economía, acompaña a este Gobierno y espera (esperanza viene de espera) que, más pronto que lejos, se comiencen a cumplir y llevar adelante las reformas impositivas que siempre se reclaman (y este Gobierno prometió también), principalmente la eliminación de los Derechos de Exportación (mal llamados retenciones), además de reformas impositivas municipales, provinciales, que en algunos casos han comenzado, al igual que la eliminación de muchos procesos y trabas y restricciones que existían.
El año terminó con algunas noticias que mueven el avispero más de lo normal: precios internacionales siguen bajos, algunas empresas importantes mostraron ya problemas en no poder cumplir con compromisos, las ventas de agro insumos bajaron (un 30% promedio) internamente y el clima para este trimestre próximo es una incógnita (por más que aparentemente no sería tan malo durante el verano). En este contexto se sembrarán casi 200.000 hectáreas menos de soja y bajó la superficie de maíz también.
Lo cierto es que la verdad se verá en 90 días cuando vayan terminando las campañas de la gruesa, y sabremos cómo se financiaron los productores, cómo siguen las empresas, si hay problemas para cumplir compromisos de pagos, cuáles son los precios finalmente y cuántas divisas generará la agroindustria para el país en exportaciones de productos primarios y cuánto será el ingreso de los derechos de importación.
No hace falta aclarar a esta altura que la Argentina fue, es y será agroexportador y productor de alimentos, para nosotros y para el mundo, y es allí donde siguen estando las oportunidades en forma permanente, si hacemos las cosas bien, si logramos competitividad real y si somos inteligentes en producir lo que el mundo quiere, de la manera más eficiente, en cantidad y calidad. Las políticas públicas para el agro ayudarán en un contexto de estabilidad que se puede lograr.
Alguna vez alguien dijo que los únicos países del mundo que tienen oportunidad de crecer en producción de alimentos son Brasil y la Argentina porque tienen hectáreas y agua dulce para regar. Es así. Habría que agregarle (en nuestro caso), reglas claras, seguridad jurídica, estabilidad, reformas impositivas, certidumbre, previsibilidad, mayor apertura de mercados, acuerdos bilaterales, eficiencia en el Mercosur, cierre del acuerdo UE/Mercosur, ampliar el comercio con los países árabes, Medio Oriente y sudeste asiático. Muchas de esas cosas empezaron a pasar.
La Argentina además puede ser líder en producción de biocombustibles de segunda generación, promoviendo los cultivos como camelina, carinata, etc. Podemos producir y exportar muchas más frutas y verduras y ni qué hablar de los beneficios que se pueden obtener para el país con un desarrollo sostenible de la bioeconomía, además de las agtech, la innovación, servicios, etc.
La frase de que estamos condenados al éxito es cierta, pero al destino se lo tiene que ayudar. Cada uno haciendo su parte, porque si el péndulo está demasiado desbalanceado no se logrará el equilibrio deseado. Arranca un 2025 plagado de preguntas: ¿qué pasará con las cosechas?; ¿cómo serán finalmente los rindes?; ¿cuántos dólares entrarán al país?; ¿cuál será la situación de los productores?; ¿habrá alguna buena noticia en el año respecto a la disminución de los Derechos de Exportación y alguna reforma impositiva más para el agro? Todas preguntas que esperemos tengan respuestas y positivas.
Pero, no olvidemos que es un año de elecciones y seguramente será un verano movido para comenzar a definir alianzas (o no), y también siempre estará presente lo que pasa en la Argentina en cada año electoral: la sensación de la parálisis de acciones, porque las campañas devoran las acciones que se pueden llegar a realizar para impulsar cosas. O pasan a ser promesas electorales también. Esperemos (esperanza...) que no. Que esto cambie finalmente alguna vez. El contexto y la gente “bancan” muchas cosas que antes no. El Gobierno lo sabe y lo debe aprovechar, porque en algún momento la gente también comienza a demandar más y, por ende, a disminuir su paciencia.
El agro, como siempre, da, escucha, espera, tiene todo para dar y ayudar al despegue permanente de la economía del país. El Gobierno lo tiene que aprovechar, espero. Y esta vez debería ser sin pedirle más nada al “campo”, sino mostrarle lo que se le va a conceder.
El autor es director general de Confiagro, exministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires y vocal titular del Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos
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