Las “doctrinas” de pensamiento o creencias pueden en ocasiones instalarse y perpetuarse por siglos. A partir de un hecho nuevo, o una circunstancia de impacto, pueden terminar desembocando en un conjunto de ideas, a las que denominamos como “doctrina”. Luego, esa nueva manera de ver las cosas se va instalando en el tejido social de países y civilizaciones. Acertadas o no, influyen en el accionar y comportamiento de las personas y, por lo tanto, impactan en el destino de las naciones. Hay doctrinas escritas y otras no escritas.
En la Argentina, ha tenido mucho éxito y se ha profesionalizado hasta los más mínimos detalles la doctrina del “sálvese quien pueda”. El precursor y fundador de esta doctrina en nuestro país, fue quien personificó el sagaz Jose Hernández como el Viejo Viscacha. El Viejo Viscacha, disponía de un símil de consultoría gauchesca, de servicios de asesoramiento allá por el siglo XIX. Este señor aconsejaba, que era indispensable para ser exitoso: “hacerse amigo del juez, y nunca darle de que quejarse, ya que siempre es bueno tener palenque para donde ir a rascarse”. Y advertía que al funcionario: “Nunca le lleves la contra que el manda la gavilla”. Las enseñanzas de este pícaro asesor se fueron instalando en parte del tejido del empresariado local.
Empíricamente, siguiendo esos consejos, se consiguen duraderos o tal vez fugaces, pero jugosos frutos sectoriales en detrimento del bien común. Este accionar nos ha traído hasta donde hoy estamos. Una economía donde pareciera que solo es atractivo invertir si es que se cuenta con alguna prebenda o ventaja en especial. Las empresas más serias tienden a irse, y las más adaptadas a estas aguas turbias tienen mayores posibilidades de prosperar, mismo dentro de un espiral descendente económico creándose así una fauna empresarial adaptada a no extinguirse en este ambiente.
Vía trocar supuestos beneficios fiscales para unos (en detrimento de otros), en ocasiones se logra retornar con alguna recompensa sectorial de vuelta de los despachos oficiales. Y con ese frágil botín, vuelven victoriosos a sus gerencias. Justificando que: “así son los negocios en Argentina”.
Pero digo “frágil”, ya que así es la naturaleza de esas prebendas otorgadas. Quizás tal sector puede importar por algún motivo más mercaderías que otro, y aprovechar una brecha cambiaria del 100 %, o bien, tal otro sector puede exportar con menos derechos de exportación (retenciones) que el resto. Pero la vida de esas concesiones siempre pende de un hilo. Y detrás de ese hilo se arman en ocasiones estrategias empresariales, tan débiles como el hilo mismo que la sostiene. Y el día que ese hilo se corta, el castillo de naipes se desploma por completo.
Recientemente se eliminó el “diferencial aceitero” del 2 % del valor de las exportaciones de soja. Unos US$400 millones que cambian de mano, con una nueva suba de impuestos. Pero queda aún pendiente en diciembre una nueva conversación, ya que supuestamente es solo un cambio “transitorio” hasta esa fecha.
El ministro de Agricultura, Julián Domínguez, explicó que ese 2% eliminado nunca llegaba al productor, por lo cual se desprende que siempre quedó en bolsillos de la industria. Un cebo demasiado apetitoso como para no hacer lo imposible para que retorne la prebenda. Tanto industria como Gobierno han puesto sobre la mesa claramente de qué estamos hablando. Hablamos de US$400 millones al año.
Indispensable concurrir a la astucia para revertir. “¿Será renguera de perro?” Cuestionaría astutamente Viscacha.
Hubo un intento sincero del empresariado de juntarse y buscar denominadores comunes y plantear ideas por la vía de la transparencia e intentando hacer propuestas que permitan un desarrollo genuino como lo fue el Foro de Convergencia Empresarial el cual lamentablemente se fue apagando de a poco.
La salida de Argentina será o no si podemos salir de esta trampa: el “Sálvese quien pueda”. Que para algunos ya es un vicio. Un vicio que nunca termina ahí. Martin Fierro, sabedor del bien y del mal, aconsejaba a sus hijos con sabiduría y cariño:
“Procuren de no perder ni el tiempo ni la vergüenza/ Como todo hombre que piensa proceder siempre con juicio/ y sepan que ningún vicio acaba donde comienza”.
Las fuerzas de los Martin Fierro y los Viscacha siempre en pugna. El fiel de la balanza confío se va a poder mover para el lado de una argentina mejor.
El autor es productor agropecuario
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