Regenerar el planeta es uno de los mayores desafíos de la humanidad y el sector puede ayudar a ese objetivo
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Hace pocos días, muchos fanáticos del fútbol hemos disfrutado de la final de la Champions, el torneo de campeones de Europa. ¿Qué hace que el juego haya evolucionado tanto en velocidad, precisión y capacidad atlética? Sin dudas, la organización del ecosistema del fútbol alrededor del talento hace lo suyo. Pero el gran motor son los jugadores y sus sueños de gloria. Ellos son los que se esfuerzan y se sacrifican, quienes evolucionan y hacen evolucionar.
Silicon Valley es la Champions de las empresas. Allí se inventó hace 60 años el microprocesador y a su alrededor se generó el terremoto que hace ya varios lustros transforma nuestras vidas. Como en el fútbol, al talento se lo rodea de una organización que no la diseñó nadie en particular. Es el emergente de millones de interacciones voluntarias e independientes a lo largo del tiempo ¿Puede esto, entonces, ser definido como una organización anárquica? Si eso significa que no existió un ente diseñador de las reglas de juego, podría decirse que sí. Si esto es el anarcocapitalismo no suena tan mal.
Estas condiciones generaron 5 de las 10 empresas más grandes del mundo (Apple, Google, Meta, Tesla y Nvidia). Su valoración de mercado equivale al 10% del PBI mundial y, medido per cápita, Silicon Valley sería el segundo país más rico del mundo, solo superado por los qataríes. Esto no es algo casual. Como en la Champions, la visión de ambiciosos emprendedores, potenciados por la industria del capital emprendedor, genera un ámbito de competencia extremadamente virtuoso donde van a competir los talentos de todo el mundo.
Este es el lugar al que el presidente Milei fue a presentar a la Argentina. A esta liga fue a anotarnos ¿Cómo se hacen las cosas en este lugar? Allí no hay recursos naturales: ni tierra, ni petróleo ni agua. Pero desarrollaron una cultura que encuentra en los grandes problemas de la humanidad las nuevas minas de oro a explotar. Buscan problemas enormes, aparentemente insuperables y proponen solucionarlos con tecnologías disruptivas. Google Earth, autos autónomos son solo un par de ejemplos. En Google llaman moonshot a la mentalidad que aborda este tipo de desafíos.
Para lograr resultados, el talento es condición necesaria, pero no suficiente. Ese talento tiene que estar insertado en un marco de diversidad. A mayor diversidad, mayor potencial. Diversidades de disciplinas y culturas. Cada uno mira al mundo de una manera particular y siempre alguna de estas miradas tiene implícita una mejor aproximación al problema.
Allí no existe el fracaso, a veces se gana y a veces se aprende. Es más, es imposible para un emprendedor obtener apoyo financiero si llega impoluto. Solo tienen ese estado los que nunca hicieron nada y esas personas solo garantizan fracaso. Así, estos equipos plantean aproximaciones al problema, validan en el mercado y avanzan.
¿Y el Estado? Está presente y todos lo saben, sobre todo a la hora de pagar los impuestos. Este tema hoy es una de las principales amenazas del ecosistema, ya que es una de las razones por la cual muchas empresas han emigrado de California. Fuera de eso, no forma parte de las conversaciones de negocios más allá de su rol como regulador en situaciones específicas.
Hasta aquí uno podría decir, que esto es muy interesante, pero, ¿qué tiene que ver con el agro? Regenerar el planeta en 25 años es tal vez el mayor desafío de la historia de la humanidad. Es un moonshot y como tal es abordado. Los miles de emprendedores que pelean por los más de US$40.000 millones que se invierten cada año ofrecen soluciones para las diferentes industrias basadas en inteligencia artificial (AI), pero tienen la condición de que deben ser al menos sustentables. Sin esta condición no existe el financiamiento.
¿Cuántas industrias pueden secuestrar carbono de manera masiva? Tal vez el agro sea la única con la capacidad de instalar por toda la superficie de la tierra trillones de fábricas dotadas con un software con el que autogeneran su hardware (que además puede editarse) y que con pantallas solares captura energía con la que desarrollan moléculas que pueden ser convertidas en alimentos, energía, fibras, remedios y al mismo tiempo genera servicios ambientales. Esto es el agro reconvertido en bioeconomía.
Milei plantea desde Silicon Valley la visión de una Argentina potencia ¿No es eso un moonshot (sobre todo porque parece imposible)? ¿Qué falta para creérsela? ¿No se tiene acaso el sistema agrícola más eficiente y limpio del mundo? ¿No abunda el talento en nuestro medio? ¿No corre por nuestras venas la sangre de nuestros abuelos que hicieron de la Argentina una potencia? ¿No se reconoce la existencia de empresas como Bio4 o Bioceres que nos marcan en la asociación un camino posible? ¿Falta capital para ponerse en marcha?
¿Cuál es el impedimento para no pensar en grande? Peter Diamandis, fundador de Singularity University, plantea que el impacto de los emprendimientos no tiene que medirse en porcentaje. Debe ser de al menos 10x ¿Podemos multiplicar por 10 la producción de granos por hectárea? Difícil, pero ¿el valor producido por hectárea?
¿Se puede duplicar la producción de granos? Sin dudas. Si, además, se aprovecha el otro 50% de la biomasa producida son 4X. Transformar todo esto en bienes y servicios lleva la cuenta a ocho, a lo que se le deben agregar los servicios basados en conocimiento y servicios ambientales (entiéndase esto como algo conceptual).
Quien busca un moonshot no espera a que lleguen las condiciones ideales. Las genera. El agro (o la bioeconomía) puede intentar generarlas cambiando la mirada, adoptando una visión audaz y disruptiva como la de Silicon Valley y fusionarla con su talento y recursos únicos. Hacerlos no solo revolucionará la industria, sino que redefinirá su papel en el mundo.
En Silicon Valley dicen que hay una sola manera de adivinar el futuro: crearlo. Milei tiene la responsabilidad de ordenar “la macro”. Para los empresarios argentinos, esta es la oportunidad de liderar una transformación histórica. Hagamos que ella ocurra.
El autor es presidente y cofundador de Club AgTech
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