En 20 años ese estado brasileño incrementó su producción en maíz en un 2820% y la de soja en 249%
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Las comparaciones suelen ser odiosas, también discutibles, a veces son claramente injustas, y muchas otras asimétricas y hasta tendenciosas, pero donde francamente cabe menos discusión es cuando se contrastan los resultados obtenidos por unos y por otros luego de veinte años.
Si tomamos la evolución de las performances de la agricultura argentina versus la de un solo estado brasileño como es el de Mato Grosso, ambos con fecha de inicio en 2001, vemos una evolución dispar. Con el mismo contexto internacional, mismo bloque comercial (Mercosur), pero con resultados que hace parecer que fuesen agriculturas que se desempeñaron en mundos distintos.
Vayamos primero a las cifras y luego pasemos a intentar ensayar algunas explicaciones tomando fuente IMEA Mato Grosso y exMinisterio de Agricultura de la Argentina. En 2001, Mato Grosso producía 1,5 millones de toneladas maíz y 11,7 millones toneladas de soja. Ese mismo año, la Argentina produjo 14,7 millones de toneladas maíz y 29,9 millones de toneladas soja. Nuestro país llevaba una clara delantera.
En la campaña 2021-2022 (20 años después), Mato Grosso produjo 42,3 millones de toneladas maíz (un aumento de 2820% versus su propia marca en 2001) y de soja cosechó unas 40,8 millones de toneladas (aumento del 249% versus 2001).
Por otro lado, la evolución de la Argentina fue bastante más tímida: en 2021 produjimos 60 millones de toneladas de maíz, y de soja se cosecharon 46 millones de toneladas (un aumento del 311% y 54% respectivamente contra el 2001).
Durante estos años, Mato Grosso tuvo una clara expansión de área sembrada, se incrementó en un 195%, lo cual es “poco” si lo comparamos con los aumentos de producción logrados. Tengamos en cuenta que la inmensa mayoría del maíz se siembra sobre soja en la misma campaña, con lo cual, con una hectárea de expansión, se computan dos cultivos sembrados, un doble cultivo anual, símil a la Argentina con la doble cosecha de trigo/soja. Por lo tanto, la expansión de área en Brasil explica en gran medida el aumento de producción, pero está muy lejos de explicarlo todo.
Mato Grosso dedica hoy un 12,7% de la superficie del estado a agricultura, 24% a ganadería y el resto (63,3%) son tierras indígenas, áreas de conservación y áreas propiedad privada que no se siembra por restricciones legales de protección del “Cerrado” (monte nativo).
Ahora intentemos comprender por qué sucedió esta asimetría tan llamativa con la Argentina. Desde ya Brasil nunca tuvo DEX (retenciones) de ninguna índole. Esa es una enorme diferencia. Será un argumento contra fáctico, pero el hermano país jamás hubiese desarrollado el agro con semejante gabela.
El “agregado de valor” de la industria se da en Mato Grosso de manera real, sin pedir quitar una tajada al productor con objeto de cubrir alguna ineficiencia propia. Pagan el maíz lo que vale al igual que la soja. De esa manera, florecen plantas de biodiésel, etanol y molienda, cosa que en la Argentina pareciera que la única forma de industrializar estos dos productos es vampirizando parte del precio al productor, solicitando prebendas que permitan transferir la eficiencia del chacarero a la industria elaboradora.
Por otra parte, una estabilidad macroeconómica de 20 años sin variaciones espantosas del tipo de cambio e híper inflaciones dieron un marco de previsibilidad a los brasileños. Lo contrario le sucedió al productor y a la economía argentina.
Brasil jamás cerró exportaciones; en cambio, la Argentina se ha dedicado a interrumpir el comercio, dando cuotas de exportación, repartidas de manera dudosa, afectando la confianza y desalentando el comercio y la producción.
Hoy, un productor de Mato Grosso tiene que vender la mitad de la soja que un argentino para acceder a una cosechadora. Esa es una diferencia abrumadora en lo referente al acceso a tecnologías.
Asimismo, Mato Grosso está a 2000 kilómetros del puerto, con serios problemas logísticos, que se van solucionando de a poco, y los costos de implantación, tanto de maíz como soja, llegan a más que duplicar a los de nuestro país, debido a mayor necesidad de fertilizantes, corrección de suelos e insecticidas. Claramente ahí tenemos una ventaja.
Pero el resultado más contundente es ver cómo este aumento exponencial de producción maíz, soja y carne, se refleja en el desarrollo de nuevas pujantes ciudades enteras que nacieron en los últimos 20 años. Las oportunidades y la posibilidad de crecer se dan naturalmente.
Hoy, un productor de Mato Grosso tiene que vender la mitad de la soja que un argentino para acceder a una cosechadora
Como los casos de Lucas do Rio Verde o Sinop, que no figuraban en el mapa en el siglo XX, y hoy no solo son florecientes, sino que a base de ganadería, algodón, soja y maíz, crecieron. Una arrolladora industria de la construcción trabaja día y noche para dar soporte a las necesidades de las nuevas ciudades basadas en la agricultura en expansión.
En detalle, el PBI de Mato Grosso se incrementó desde 2002 a 2020 a un ritmo de 5,4% acumulado/año, el triple que del resto de Brasil. Demás está mencionar los temas ambientales que rodean esta expansión. Muchas presiones a nivel global sufre Brasil sobre la manera que desarrolla su territorio. Algunas pueden ser bien intencionadas, pero es sumamente injusto intentar castigar a un país, que tiene sus propias leyes ambientales al igual que el resto del planeta.
Y para concluir, me gustaría dejar algunas preguntas: ¿Qué hubiera sucedido con el precio de los granos y los alimentos a nivel global si Mato Grosso no se hubiese desarrollado en los últimos años? ¿Qué hubiese pasado con los índices de pobreza y capacidad de generar oportunidades en Brasil sin esta expansión productiva? ¿Qué hubiese sucedido si la Argentina durante estos últimos 20 años hubiese imitado las políticas brasileñas del agro? ¿Cómo serían hoy las ciudades rurales argentinas en tal caso?
El autor es productor agropecuario
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