El calor y la falta de lluvias afectan a los granos gruesos y a la ganadería; insistir con la suba de los derechos de exportación sería un error
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La cosecha esperada y tan necesitada para ayudar al plan de estabilización de la nueva argentina, se encuentra con un alto nivel de estrés hídrico en diversas regiones del país.
La producción de granos, se está perjudicando por la elevada radiación, altas temperaturas, vientos fuertes y escasez de precipitaciones. Así los rindes esperados caen, diversos lotes de maíz cambian su destino a reservas forrajeras, a través del picado de los lotes, con volúmenes bajos y calidad poca optima, mientras otros se pastorean. Esta situación se manifiesta especialmente los maíces de segunda, que han sufrido más la falta de lluvias, mientras que la soja se amarillenta y se le caen las chauchas ante las altas temperaturas. Este escenario se repite y profundiza en diversas regiones productivas. En estas condiciones climáticas, la evapotranspiración de las plantas es muy elevada y requieren mayor cantidad y frecuencia de precipitaciones. El cultivo que hasta ahora viene sorteando mejor las dificultades climáticas es el girasol.
A pesar de que se esperan algunas lluvias en los próximos días, ya existe un daño irreversible y los márgenes comienzan a estar muy acotados, tengamos en cuenta que en el caso de la soja de primera más del 64 % está en llenado de grano sufriendo estrés hídrico aumentando el mal estado de los cultivos.
Por otra parte, la ganadería y la lechería también está siendo fuertemente golpeada por la ola de calor y falta de agua, a tal punto que algunos productores han tenido que comprar agua para hidratar a sus rodeos, debido a la caída en el nivel de napas y la mayor concentración salina y de otros elementos químicos que intoxican a los animales. Además de la perdida de raciones y productividad se agrega el costo de proveer de alimento y agua a sus animales. Para tener una idea una vaca consume en verano hasta 50 litros de agua, y hoy el litro se está comprando a alrededor de 9 pesos, si se encuentre cerca del proveedor.
Pérdidas de rindes, de calidad y aumento de costos son los factores que están generando una profunda preocupación a los productores agropecuarios y por ende a toda la cadena agroindustrial, que con ansias al igual que toda la población esperan una cosecha salvadora.
Independientemente de cómo el factor climático y los mercados afecten a nuestra producción durante la presente campaña y año productivo, es primordial consolidar el rumbo a seguir.
Tres acciones políticas necesarias
En este escenario sería un grave error político volver a insistir con el aumento de la presión fiscal sobre el agro a través de incrementar los Derechos de Exportación. La estrategia a seguir para brindar previsibilidad e impulsar una mayor inversión, sería comenzar a programar la eliminación progresiva y continua de los mismos.
La reducción o eliminación del “Impuesto País”, para las importaciones de los insumos estratégicos del agro, como es el caso de los fertilizantes, fitosanitarios, tecnología de alta precisión, maquinaria y sus repuestos, entre otros. Hoy los valores de estos insumos se encarecen en un 17.5%.
Además, el tipo de cambio evoluciona muy por debajo de la inflación esperada en el primer semestre, lo que daría a pensar que el crawling peg debería acelerarse, para evitar un nuevo shock devaluatorio.
Todas estas señales impulsaran una mayor inversión y previsibilidad, generando un aumento de oferta alimenticia, creando empleo, arraigo, un mayor dinamismo en todos los rincones del país, de esta manera se combatirá mejor la inflación y se impulsará la actividad económica. En definitiva, combatiendo más energéticamente la estanflación que nos dejó la mala gestión anterior.
De ahora en más, la Argentina tiene la posibilidad de reinsertarse en un mundo competitivo y a la vez altamente exigente con restricciones ambientales, de seguridad alimentaria, entre muchas otras. Para esta aldea global, el rol de la Argentina como abastecedor confiable de alimentos, fibras y energía renovable es relevante.
La oportunidad esta, depende de nosotros el aprovecharla. El país estaba en alerta roja, económica, financiera, social y ambiental, en este nuevo escenario podríamos decir que estamos pasando a alerta naranja, encaminándonos a una alerta amarilla para el 2025, entre todos los sectores debemos llegar dejar las alertas para el 2026 y posicionarnos como la potencia que hemos sido en nuestra historia.
El autor es consultor en agronegocios y energías renovables