La quita, o cuanto menos su drástica disminución acompañada de un corto cronograma de descenso hasta su desaparición, ya no debería ser objeto de reiterados y recurrentes reclamos, sino motivo del anuncio de una política de Estado
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Los tiempos que maneja la política, claramente, no son los mismos que condicionan la producción. Y quienes desempeñan su actividad económica íntimamente ligados al campo pasan de experimentar un sentimiento de esperanza de cambio que los incitó a tener paciencia con el nuevo gobierno nacional, a tener que lidiar con las necesidades que les impone la realidad cotidiana que les lleva una sensación de resignación como antesala al hartazgo y por qué no, a las consecuentes acciones de visibilización de su enojo y decepción que podrían llegar a eventuales protestas. No hay políticas equivocadas que puedan verse bien con un gobierno y mal con otro, siempre serán equivocadas.
Parece increíble que después de tanto tiempo desde la grave crisis del año 2001 a esta parte, aún exista la duda en diferentes estamentos de distintos gobiernos respecto a si primero debe aumentar la producción y con ella la recaudación impositiva para llegar al tan ansiado escenario que posibilite la disminución de la pesadísima carga tributaria, o bien, una reducción impositiva genera el estímulo necesario para promover un aumento de la inversión y, consecuentemente, un crecimiento tal de la producción que posibilite un incremento de la recaudación, aun en un contexto de disminución de la presión impositiva.
Aparentemente, la respuesta a esta inquietud depende de qué lado del mostrador encuentre al interlocutor de turno: si se trata de un candidato en campaña, la promesa de rebaja impositiva se grita como plataforma de gobierno, pero si el candidato efectivamente llega al ejercicio del poder, su discurso y acciones viran con inusitada rapidez a la conocida actitud de rapiña con que los diferentes gobiernos asfixian a toda actividad productiva hasta volverla inviable. Tal parece ser la lógica de los “estadistas argentinos” contemporáneos. Cualquiera sea el signo político del gobernante y la argumentación de los recursos retóricos utilizados para justificar acciones (desde la necesidad de redistribución de la riqueza para promover una pretendida justicia social hasta la importancia de los recursos impositivos para asegurar el equilibrio fiscal) el resultado siempre será el mismo: aumento de la presión tributaria sobre la actividad privada.
Muy a pesar de la producción, el proyecto de Ley de presupuesto presentado por el presidente, Javier Milei, no parece ser la excepción a esta regla. Lamentablemente, la estimación de cálculo de recaudación tiene su sustento más fuerte en el aumento de los recursos obtenidos por medio de impuestos altamente distorsivos como el impuesto a débitos y créditos, que proyecta un incremento interanual del 24%, el IVA, con un crecimiento del 28,6% y la inentendible continuidad de los derechos de exportación por los que el Gobierno aspira a recaudar un 100% más que en el corriente año 2024. Difícil imaginar un escenario de incremento productivo con la continuidad de esa carga pesada que asfixia a la actividad privada.
El trabajo necesario para remover todas las trabas que imposibilitan el crecimiento económico de la Argentina es inconmensurable y seguramente excede el plazo de un solo período de gobierno, pero hay reformas que, en virtud de circunstancias globales cambiantes, requieren de una mayor urgencia de implementación. La realidad nos muestra que el precio de las commodities agropecuarias se desplomaron el último año, agravando un cuadro de falta de rentabilidad ya de por sí complicado como consecuencia de la sequía que golpea a nuestro país desde hace tres ciclos productivos y potenciando las pérdidas económicas que se predicen para la próxima campaña, para la que ya se anuncia un pronóstico climático de escasas precipitaciones.
Frente a tan condicionante cuadro productivo, la eliminación definitiva de los derechos de exportación, o cuanto menos su drástica disminución inmediata acompañada de un corto cronograma de descenso hasta su desaparición, ya no debería ser objeto de reiterados y recurrentes reclamos, sino motivo de anuncio como una nueva política de Estado que propicie el crecimiento de la deprimida economía argentina.
Insistir con las mismas viejas y malogradas recetas de gobiernos anteriores nos condenará a continuar en el mismo círculo vicioso de decadencia en que nos encontramos atrapados. Estamos convencidos de que no por resistirnos a asumir actitudes obsecuentes, nos ubicamos en la vereda de la oposición a un gobierno al que todos los argentinos necesitamos que le vaya bien. Por ello, es nuestra obligación advertir las consecuencias negativas que prevemos sobrevendrán en caso de seguir insistiendo con herramientas fracasadas. La eliminación de los derechos de exportación no tolera más postergaciones.
El autor es productor agropecuario y fue vicepresidente primero de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)
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