Desde los productores hasta toda la cadena agroindustrial, necesitan recibir señales claras de certidumbre, seguridad -jurídica y general-, saber hacia dónde va el país, qué camino se tomará, si el de la protección del mercado interno sobre las oportunidades que nos dan los mercados internos o exportaciones, o un mix de ambos.
Lo cierto que desde hace dos meses –por más que la agroindustria y todos sus segmentos fueron de los únicos que nunca dejaron de trabajar en esta cuarentena extensa y en la pandemia– las señales que reciben fundamentalmente los productores no son buenas: la intervención y posibilidades de expropiación de Vicentin (empresa que está en concurso) –como símbolo de que se puede pensar en que el Estado intervenga empresas-, la rotura y corte de silobolsas (demasiados casos en distintas provincias, raro, ¿no?), incendios de campos, roturas de maquinarias, falta de proactividad en las autoridades, etc.
La agroindustria es, justamente, el mayor generador de mano de obra o empleo directo e indirecto de nuestra economía. De allí salen las posibilidades de producir alimentos que podremos exportar cada vez más –como dato, los países que están saliendo de esta pandemia ya comenzaron a comprar alimentos al mundo en más del 18% de lo que lo hacían en el mismo tiempo en 2019-, se necesitan créditos y financiamientos adecuados, realistas y ágiles –Brasil pone en el circuito productivo cerca de US$65.000 millones todos los años para la agroindustria en todos sus niveles-, necesitamos tener certeza que se cumplirán los acuerdos que tenemos con distintos países, y que se acelerarán los acuerdos que beneficiarán a nuestro país en el mediano y largo plazo (UE/Mercosur, por ejemplo).
Podemos preguntarnos también porqué el Mercosur (quiere, no quiere, ¿no se puede?) no tiene acuerdos concretos con Estados Unidos, China, Japón, India, África, Corea, Pakistán. Si aumentamos las exportaciones podremos salir más rápido de esta crisis. Esto debe ser una prioridad del Gobierno si realmente pensamos en una forma de salir de la pobreza estructural, además de hacer (o de planificar) otras muchas cosas (reformas impositivas, laborales -Estados Unidos generó 4,8 millones de puestos de trabajo durante el mes de junio-, baja de gasto) y no lo estamos viendo en el escenario inmediato como señal.
Las exportaciones no salen solas, no nos vienen a buscar porque saben que tenemos buenos productos. Tenemos que salir a mostrar que podemos proveer de alimentos en serio al mundo, con sanidad, calidad, seguridad agroalimentaria, trazabilidad, que podemos producir con modelos sustentables de producción, cuidando los recursos, el medio ambiente, con un compromiso con el cambio climático, pensando en que la bioeconomía, la biotecnología, los proyectos de Agtech. Eso tenemos que hacer.
Lo público tiene que hacer su parte y rápido. Dar señales. Los privados ya vienen haciendo lo suyo hace tiempo. Para alcanzar las cosas se necesitan ambos. El subibaja está desbalanceado.
El autor es director general de CONFIagro, exministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019)
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