Los incendios ocurridos en los últimos meses incluyen campos con cultivos listos para cosechar (en particular, en Santa Fe, Entre Ríos, Chaco, Santiago del Estero), tierras de pastoreo (delta del Paraná), sierras de poca productividad para agricultura o ganadería (por ejemplo, en Córdoba), así como valiosas plantaciones forestales en pleno crecimiento (Entre Ríos, Corrientes). Los incendios de grandes superficies ocurren no sólo en nuestro país: periódicamente ocurren incendios de magnitud en, por ejemplo, Australia, la selva amazónica y el estado de California.
Los orígenes de los incendios son diversos: rayos y otros accidentes, descuido y vandalismo. Incluyen también acción deliberada que apunta a facilitar labores, reducir costos de desmonte o mejorar condiciones para eventual explotación agrícola.
Un primer punto a destacar en relación a incendios es que estos son un fenómeno recurrente en muchos ecosistemas. En el clásico texto Ecología, Eugene Odum distinguen entre fuegos de corona, que destruyen la totalidad de la vegetación, y fuegos de superficie, de menor intensidad y selectivos. Estos últimos pueden tener impacto positivo: por de pronto, reducen la acumulación de materia vegetal seca, y por lo tanto los riesgos de grandes incendios futuros. Favorecen también la descomposición de plantas, y aumentan la disponibilidad de elementos minerales. La reflexión que surge de esta lectura es que el uso controlado del fuego puede tener efectos beneficiosos, no sólo sobre la productividad de los ecosistemas, sino también – y muy importante - en lo relativo a la prevención de incendios de consecuencias potencialmente catastróficas.
El concepto de "análisis beneficio-costo" es relevante para analizar acciones a emprender en relación a incendios. Todo proyecto focalizado en prevenir y/o controlar en forma temprana incendios tiene como "beneficio" los daños evitados. Cultivos, animales, plantaciones comerciales, y la destrucción parcial o total de edificaciones pueden valorizarse a precios de mercado. Otros daños son más difíciles de valuar: en particular, pérdida de biodiversidad, emisión de gases a la atmósfera, daños por cenizas etc. Se han desarrollado, sin embargo, metodologías que permiten estimar – aún en forma aproximada, daños como los mencionados, no relacionados a transacciones de mercado.
Existen múltiples formas de reducir la probabilidad de incendios catastróficos. Una es mantener bajo control la acumulación de materia seca, ya sea mediante pastoreo, limpieza mecánica o inclusive quemas controladas en el momento adecuado. Los sistemas de alerta temprana son también importantes. En algunos casos se puede alternar cultivos de forma tal que exista siempre una "franja verde" que actúe como barrera ante fuego en franjas de material seco altamente inflamable.
Pero tal vez la acción de mayor impacto es modificar la percepción de la población sobre el fenómeno de los incendios. El objetivo es instalar en el "imaginario colectivo" la idea del costo que estos incendios tienen. La simpática figura del osito "Smokey Bear" que se ve con frecuencia en bosques de los EEUU ha hecho mucho por concientizar a la población de la necesidad de estar alerta con respecto a incendios. Es de esperar que las acciones de vandalismo se verán reducidas en la medida que se generaliza un fuerte "castigo social" hacia no solo aquellos sospechados de estas actividades, sino también hacia aquellos que las toleran. Y aquí es de importancia central el mensaje transmitido desde la autoridad política y las organizaciones de la sociedad civil hacia la población.
Una propuesta reciente de legislación propone "castigar" al propietario de tierra donde ocurre un incendio con la prohibición de modificar el uso de la parcela afectada. Como frecuentemente ocurre, el impacto de esta pieza de legislación puede tener costos superiores a los eventuales beneficios. Al respecto cabe preguntarse: ¿cuál es la razonabilidad de castigar a un propietario cuando el incendio puede haber ocurrido no por elección suya sino por muchas otras causas? Además, legislación de este tipo convierte al propietario en rehén de cualquiera que lo amenace con incendiar su campo. Caldo fértil para la extorsión.
El costo de mantener una parcela improductiva será en general mayor al de darle un uso productivo: aun cuando el objetivo sea regenerar flora nativa, alguien va a velar porque la parcela no sea ocupada por terceros y no sea el origen de futuros incendios. Trasladar esta responsabilidad del actual propietario a la burocracia municipal o provincial no parece una buena idea.
Balancear en forma equilibrada producción agropecuaria y forestal, actividad inmobiliaria, desarrollo regional y mantenimiento de la biodiversidad resulta un problema complejo que no puede resolverse sin la activa participación de individuos, organizaciones intermedias y el Estado. El riesgo siempre latente es que los que toman el timón no asuman en forma plena los costos de lo que proponen. El riesgo también es anteponer anteojos ideológicos al análisis racional de costos y beneficios. Buenas intenciones pueden terminar en malas iniciativas.
El autor es docente de la Ucema. Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la casa de estudios
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