El campo necesita que el nuevo gobierno le quite el pie de encima
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Javier Milei resultó el claro vencedor del balotaje del pasado 19 de noviembre y ahora deberá liderar el gobierno que inicie el camino de recuperación de una Argentina devastada, arrasada y partida en dos.
Seguramente, en los tiempos que se avecinan surgirá con fuerza la resistencia falsamente patriótica de todos quienes miraron para otro lado frente a la realidad dolorosa y vergonzante de un país con una pobreza que supera el 40%, con más del 60% de niños pobres y un índice de indigencia que alcanza al 10% de la población.
Seremos testigos de todos aquellos que se lanzarán a las calles frente al anuncio de medidas antipáticas que el nuevo gobierno deberá asumir para revertir un déficit fiscal primario de 3% de PBI y déficit fiscal total (aquel que incluye intereses de deuda) superior al 5% del PBI, en un marco de atraso cambiario, tarifas de servicios públicos artificialmente fijadas, adelanto de impuestos y partidas de gasto que se incrementaron alevosamente en los últimos meses con el “Plan Platita” impulsado por el ministro/candidato Sergio Massa haciendo uso personal de recursos que son públicos con el solo objeto de hacer creer a la población que vivíamos en un estado ficticio de benevolencia preelectoral.
¿Nadie va a responder frente a la Justicia por tan desenfrenado despilfarro? ¿Nadie cargará la responsabilidad por tantos hechos de corrupción y por la inoperancia en ejercicio de un cargo público? ¿Nadie será responsable de los muertos por la corrupción?
La realidad nos pega de frente con un cuarto gobierno kirchnerista que entregará el poder dejando una deuda que supera los 400.000 millones de dólares, una inflación anual por encima del 140% que nos deposita a las puertas de la hiperinflación, precios relativos totalmente distorsionados y una inercia inflacionaria que, anualizada, coquetea con el 300%. Pero escucharemos las voces falsamente “progres” que hablarán de ajuste despiadado. Mientras tanto fueron cómplices del despilfarro con su silencio.
En medio de tanto descalabro económico y social, quienes desde el campo, en el interior del interior de la Argentina, intentamos llevar adelante una actividad productiva lícita, debemos afrontar diariamente las consecuencias derivadas de un Banco Central completamente quebrado, con reservas netas negativas de 12.000 millones de dólares, cepo cambiario, múltiples y antojadizos tipos de cambio, derechos de exportación que no existen en otros rincones del planeta, restricciones de comercialización y exportación, innumerables intervenciones distorsivas en diferentes eslabones de la cadena agroindustrial que desalientan, dificultan, cuando no, definitivamente, imposibilitan la producción de cara a una presión impositiva insoportable que se suma a un aparato crediticio absolutamente absorbido por la voracidad de un Estado que compite deslealmente con el esfuerzo de los privados. Aún así, el 70% de las divisas que ingresan genuinamente al país proviene del campo.
En este contexto complicado y conflictivo, el destino, de la mano de millones de jóvenes que eligieron un cambio, nos pone frente a la oportunidad de plantar aquel árbol que proveerá de sombra a nuestros nietos. Para ello deberemos mirar al futuro, pero sin desconocer y mucho menos olvidar lo que ocurrió con nuestro pasado inmediato, teniendo muy presentes a Cristina Fernández, a Lázaro Báez, a De Vido y la obra pública, a las presiones a la Corte Suprema de Justicia, López y sus bolsos con plata, la cuarentena interminable por una pandemia que sin embargo no imposibilitó los festejos de Fabiola en Olivos, el vacunatorio vip, Antonini Wilson, la embestida contra la libertad de prensa, la Ley de Medios, a Alberto Nisman y su misterioso suicidio, el intento fallido de estatización de Vicentin, el Plan Qunita y esa predisposición tan especial para lucrar a partir de la necesidad ajena, Boudou, Insaurralde y su yategate, Chocolate Rigau… la lista es interminable.
Nuestro pasado es tan rico en ejemplos que no debemos permitir nunca más que nos incita a preguntarnos si es posible que quienes se robaron el futuro de nuestros hijos queden impunes. El sacrificio que deberemos afrontar para poner de nuevo de pie a nuestro país será mucho más fructífero, ejemplificador y sustentable en el tiempo si somos testigos de que quienes fueron responsables de este ruinoso presente rindan cuentas de sus desatinos e inoperancias ante la Justicia, sin ánimo de venganza, sólo en busca de justicia imparcial e independiente.
Mientras tanto, el campo, una vez más, puede ser el principal motor responsable de la recuperación de nuestra Argentina, el sector que genere aumento de ingreso de divisas genuinas, el creador de nuevos puestos de trabajo que ayuden a salir a tanta gente de su situación de pobreza sin depender para siempre de un subsidio estatal que le quita dignidad e independencia.
El eslabón productivo agropecuario puede erigirse en el gran generador y multiplicador de riqueza desde el interior del país. Se requieren reglas claras acordes a un mundo contemporáneo, respeto por la propiedad privada, independencia de los poderes del estado y un gobierno decente y honesto que mire a los próximos 50 años por venir antes que a la próxima cita electoral. A la sociedad argentina se le presenta una nueva oportunidad. Ojalá le quiten el pie de encima al campo para poder hacerlo.
El autor fue vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas
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