El campo requiere señales claras que no se pueden alimentar con discursos: hay que sacar las retenciones
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¿Por qué el campo no está pudiendo expresar a pleno el enorme potencial de generación e ingreso de divisas genuinas que el presidente Javier Milei y el país en su conjunto necesitan? ¿Por qué les resulta tan complicado a los sucesivos gobiernos interpretar las necesidades del productor agropecuario en tal sentido? ¿Por qué no aparece un interlocutor capaz de transmitir con claridad las tareas que un gobernante con visión de estadista no debería eludir ni posponer para que los productores agropecuarios seamos capaces de convertirnos, por fin, en la locomotora de recuperación que posibilite el comienzo de una época de crecimiento sostenible, verdaderamente inclusivo y sustentable de nuestra economía?
Tres preguntas que a la luz de los acontecimientos continúan aún sin respuesta. Mientras tanto, algunos sectores de la cadena agroindustrial profetizan la desaparición de nuestro producto estrella, la soja, quizás en un intento por preservar para sí beneficios disfrutados durante años, al amparo de un Estado plagado de intervenciones distorsivas que invariablemente castigaron el eslabón productivo y transfirieron su renta a la industria exportadora al punto de instarla a amenazar con su colapso si tales beneficios desaparecen cuando finalmente lleguen a cumplirse los preceptos tantas veces enunciados por quienes profesan la filosofía del pensamiento libertario y hoy conducen las riendas de nuestro país.
Lo cierto es que nos encontramos recorriendo el camino que nos puede conducir a las puertas de un ciclo de prosperidad casi sin precedentes para nuestra patria o a un nuevo escenario de fracaso recurrente que, en caso de suscitarse, será aún más doloroso que tantos otros que ya hemos transitado por cuanto ocurrirá luego de haber atravesado meses de profundo sacrificio económico para buena parte de nuestra sociedad.
Res non verba
Las fuerzas productivas de la Argentina necesitan señales claras, concretas y contundentes por cuanto ya no pueden alimentarse de promesas o discursos esperanzadores. Para el campo argentino esas señales se resumen en premisas demasiado básicas, tales como la eliminación inmediata y definitiva de los derechos de exportación que aún pesan sobre la comercialización de trigo (en un momento en el que su anuncio podría potenciar la siembra de este cereal), de maíz, carne y leche y un cronograma claro de reducción hasta su desaparición para el caso de la soja y sus derivados.
De igual manera, el anuncio de la eliminación automática del Impuesto PAIS para todos los insumos productivos y la unificación del tipo de cambio deberían ser una prioridad en la agenda del Ministro de Economía. Asimismo, debería terminar la discriminación absurda que imposibilita a aquellos productores que poseen un 5% de soja en sus inventarios a acceder a una tasa de financiación igual al resto de los productores (aún cuando esa tasa sea considerada usuraria en cualquier país serio).
Cualquier alternativa intermedia será interpretada por el productor como más de lo mismo, otro parche con diferente nombre o puesta en escena, pero con las consecuencias ya conocidas para la agobiada actividad productiva, asfixiada por el peso de un Estado insaciable, obsceno y fracasado, al que, paradójicamente, el presidente Javier Milei desprecia, pero, al dilatar estas decisiones, continúa alimentando a expensas de los ingresos del productor agropecuario.
Mientras tanto, el productor continuará agazapado, defendiendo lo que constituye su modo de vida, intentando no desaparecer y refugiado en su producción –su verdadera moneda de cambio– y no habrá fuerza del cielo que lo saque de esa estrategia que nada tiene que ver con la especulación o la avaricia, sino que se inscribe en el más primitivo de los instintos: el de supervivencia.
Seguir sin comprender su idiosincrasia, puesta de manifiesto en esta realidad, llevará al actual gobierno a continuar cometiendo viejos errores del pasado y nos conducirá a una nueva frustración colectiva. Todos necesitamos que a este Gobierno le vaya bien, que escuche y que se deje ayudar, como también que quienes conforman el Poder Legislativo no se vean tentados de asumir actitudes de especulación partidaria y en virtud de la gravísima situación que está viviendo la Argentina, aprueben sin más dilaciones la Ley Bases y el paquete fiscal. El campo argentino todavía puede ayudar a dar vuelta la historia. Pero todavía seguimos caminando por el desierto.
El autor es productor agropecuario
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