En la vida hay dos cosas inexorables: la muerte y los impuestos, decía Benjamín Franklin. Falta poco para conocer la definición ciudadana, y saber quién nos gobernará los próximos cuatro años e intentará resolver la severa crisis que nos atraviesa.
Los ciudadanos de este país estamos preocupados acerca de cómo nos tratará el futuro, sabiendo que nada será fácil ni mágico, que requerirá políticas muy serias destinadas a remover las causas que década tras década nos ha llevado a un mismo punto un escalón más abajo en cada crisis.
Es bien sabido que los impuestos que ciudadanos y empresas pagamos representan la fuente de recaudación fiscal que, junto a otro tipos de ingresos, el Gobierno utiliza para financiar el gasto público. Sin embargo, la crisis económica también está afectando a los impuestos, y está siendo la principal responsable de la merma real de la recaudación fiscal.
Los impuestos más ligados a la actividad económica, como el IVA y el impuesto a las Ganancias, son los que más se resienten, por la pérdida de valor de la moneda ante el proceso inflacionario y las descomunales proceso de devaluación del peso.
La recaudación de impuestos de julio pasado creció 53,4% respecto de igual mes del año pasado, apoyada sobre todo en las retenciones a las exportaciones. La misma quedó a entre 1,4 y 1,6 puntos del IPC anual estimado (54.8% - 55%). En marzo la brecha fue de 17 puntos y en junio se redujo a 3,8 puntos.
Los ingresos totales por impuestos tuvieron un incremento interanual del 50,4%. De ello, corresponden a IVA +43,3% a su vez +52% correspondieron al componente impositivo vinculado al consumo interno y +28,1% al aduanero.
¿Pero qué es lo que nos espera en 2019/2020? Los datos correspondientes a los meses post-PASO serán peores hasta completar el año 2019, con lo cual cabe preguntarse si los candidatos -con chances de ganar en el proceso eleccionario- tienen previsto un incremento de la recaudación fiscal mediante el aumento de la presión tributaria.
Dado que las previsiones de crecimiento para 2020 son negativas, la previsión de recaudación fiscal futura presagia un aumento de la presión soportada por la sociedad en su conjunto.
No se puede aumentar el gasto público con el fin de implementar medidas para paliar la crisis sin aumentar la recaudación fiscal, pero el aumento de la presión fiscal difícilmente puede ser la solución. Para los economistas es bien conocido el efecto Laffer: cuando los tipos impositivos son suficientemente elevados, si se suben aún más, los ingresos recaudados terminarán disminuyendo, y más en tiempos de crisis.
No sabemos si nuestros gobernantes desconocen o simplemente ignoran la teoría económica, ya que una de las medidas comentadas periodísticamente los últimos días ha sido la probabilidad de incrementar la alícuota del Impuestos a los Bienes Personales, gravamen aplicable a una parte sustancial del ahorro de los contribuyentes. Aunque dicha medida se implementase para incrementar la recaudación, su efecto podría reducir el ahorro, ya de por si mermado por la crisis económica, y por tanto disminuir la base impositiva y, en consecuencia, la recaudación.
En momentos de crisis como la actual, lo que se busca son políticas de reactivación económica y una de ellas es la política fiscal: a través de la reducción de los impuestos, los ciudadanos tenemos más renta disponible para el consumo y el ahorro. Por tanto, a través del consumo, se fomenta la demanda agregada, el crecimiento económico y el empleo y, a través del ahorro, se aumentan los niveles de liquidez del sistema bancario y se potencia la oferta de créditos.
Hasta ahora, las principales soluciones ofrecidas para paliar la crisis han sido el incremento del gasto público –principal responsable de todas nuestras crisis durante décadas- como política de reactivación económica y el endeudamiento del sector público para sustentar dicho gasto. Habrá que plantearse también si una medida más adecuada, eficiente e inmediata de reactivar la economía es quizá la reducción de impuestos para que el que aumente el gasto sea el ciudadano y no el sector público.
Lo que se debe perseguir es eliminar los obstáculos al ahorro, a la inversión y al desarrollo del tejido productivo, de modo que la política fiscal se centre en la reducción de las cargas impositivas y en la reducción del peso del sector público en las actividades productivas. ¿Qué mejor momento que el actual para reducir los impuestos e implementar reformas económicas profundas?
El autor es especialista en temas tributarios del agro
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