Es clave mantener el crecimiento en base a la producción, sin afectarla
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Nadie bien intencionado puede decir que no quiere que las economías se desarrollen, y que, con ello, las personas puedan acceder a bienes y servicios. Ya sean estos básicos como alimentación, educación, transporte, u otros que pueden considerarse más superficiales caso entretenimiento, vacaciones, moda etc. Las personas queremos eso, aspiramos a eso. Y hay todo derecho a trabajar y esforzarse por ello.
En el momento que se empezó a tomar conciencia de los impactos ambientales de la producción, comercialización y consumo de cada vez más bienes y servicios en el planeta a mediados del siglo XX, surgieron las justificadas y naturales preocupaciones al respecto.
El informe Brundland para ONU en 1987, acuñó un concepto nuevo. El de “desarrollo sostenible” (sustainable developement). Ahí se empezó a difundir la idea que es fundamental desarrollarse, pero poner la lupa, en que el desarrollo de hoy no comprometa el desarrollo de las generaciones futuras. Esa idea virtuosa se empezó a difundir en el mundo. Pero al poco tiempo a también se empezó a tergiversar.
El concepto, que es acertado y tiene toda la lógica del mundo, es en sí mismo un “blanco móvil”. Lo que hoy consideramos sostenible, quizás mañana no lo será, o se superará con nuevas tecnologías y procedimientos. Y desde ya, siempre es opinable y sujeto a discusión en cada situación de la economía, si realmente tal cosa es sostenible en el tiempo o no.
Tecnología
El sector privado ha aportado mucho para un proceso de mejora continua al respecto. Un vehículo de hoy, o la agricultura de hoy, son mucho más amigables con el medio que lo que lo era hace más de 30 años, cuando surgió ese concepto. La mejora a través de la mayor conciencia y las tecnologías y procesos, vienen impactando positivamente. De eso no hay dudas en la mejora del impacto ambiental.
También están las regulaciones, que pueden ser bien intencionadas, algunas necesarias, pero en ocasiones (muchas) son de brocha gorda, con contenido político y poco fondo científico. Ahí los Estados no han podido contribuir de manera positiva, y muchas veces han sido hasta un impedimento para el desarrollo de las naciones, dictando regulaciones absurdas y al barrer.
Últimamente la UE a través del “Green deal”, pretende imponer su interpretación de las cosas por la fuerza al resto del planeta. Regulaciones de la Comisión europea que trascienden fronteras, e imponen sus conceptos y prejuicios intentando hasta pisotear las leyes locales de los distintos países.
Lo mismo sucede con aplicaciones de fitosanitarios en muchas municipalidades de nuestro país, que, en lugar de trabajar bajo parámetros científicos, prefieren la brocha gorda de la prohibición a X metros de los cascos urbanos, sin saber bien en que se basan. Con el rudimentario argumento de “mientras más lejos mejor”.
Sin dudas, el concepto de desarrollarnos de manera durable (“durable” es la palabra que utilizaron los franceses para traducir “Sustinable developement” como “Developpement durable” al francés) es la única manera de sacar a millones de la pobreza.
Zonas que hoy no producen, son necesarias se incorporen al proceso de desarrollo. Brasil ha sido un ejemplo. Zonas inhabitadas, hoy disponen de ciudades dinámicas creando riqueza a través de la producción en la zona de “El Cerrado” ¿Quién que haya visto eso tiene el derecho a querer frenar ese impulso que le da oportunidades a cada vez más brasileños? ¿Y quién está en su derecho para frenar el desarrollo sostenible de las naciones?
Nunca olvidar que este concepto de “desarrollo sostenible” antepone la palabra “desarrollo” y así nació, y así hay que conservarlo, no desviar su contenido con malas interpretaciones. Ni nuestro país, ni los 8000 millones de habitantes globales pueden darse el lujo de malinterpretarlo. Más si queremos que el hambre y la pobreza sean cero en nuestro planeta alguna vez.
El autor es productor agropecuario
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