Las dudas sobre el plan económico de los Fernández quedaron esclarecidas en estos días. Y lamentablemente se basa en aplastar otra vez a uno de los principales motores de la actividad productiva, como es el agropecuario.
El kirchnerismo parece que se propone dar una pelea más férrea que con la 125. Ya no le alcanza con aumentar las retenciones, desdoblar el tipo de cambio, incrementar impuestos rurales y restringir las operatorias de financiamiento, sino que ahora quiere avanzar contra la propiedad privada, atropellando al Poder Judicial y a la Constitución Nacional.
A ello se le suma que, en los últimos meses, se han evidenciado reiterados delitos rurales como destrozos de silobolsas, incendios intencionales y abigeato, que encienden alarmas en una Argentina que atraviesa una de las cuarentenas más largas del mundo, con caídas en los niveles de producción, problemas en las cadenas de pago y aumento del desempleo. En estos momentos, el Gobierno debería apoyarse en el sector agropecuario para reactivar otros rubros golpeados por esta crisis y no avanzar sobre él bajo el falaz argumento de la "soberanía alimentaria".
Suena al menos paradójico que el Estado argentino, que no puede cumplir con sus roles fundamentales -garantizar seguridad, justicia y reglas claras-, y que es ineficiente hasta para el mantenimiento de las rutas, quiera hacerse cargo de una empresa y ser "árbitro" en un sector que es per-se muy competitivo.
Además, tampoco se entiende por qué un Estado en default asume otro default. ¿Con qué dinero se les va pagar a los acreedores de Vicentín? ¿Con más impuestos?, ¿con más emisión monetaria?, ¿con nueva deuda? Son películas que ya vimos con Aerolíneas, Ciccone, YPF y siempre terminaron mal. Y, por otra parte, si se asfixia al campo, ¿de dónde va a obtener el país la mayor cantidad de divisas genuinas?
Hay que escuchar a las decenas de miles de argentinos que hace unas semanas se manifestaron no en favor de Vicentin, sino por su libertad, por su derecho a la propiedad privada, porque saben que a partir de un capricho kirchnerista, mañana les puede tocar a cualquiera de ellos. Y lo volvemos a decir: desde Juntos por el Cambio no defendemos a nadie en particular; si hubo irregularidades, todos tendrán que dar explicaciones, por eso le pedimos al gobierno nacional que no interfiera ni avasalle las instituciones republicanas.
Porque otra de las preguntas clave que nos tenemos que hacer es ¿qué mensaje y señal de previsibilidad queremos dar como país a potenciales inversores locales o internacionales, que son quienes crean puestos de trabajo? Entonces, la Argentina no puede seguir repitiendo estos episodios que amenazan a los sectores productivos, son "batallas" que ya tendríamos que haber zanjado para debatir, de una vez por todas, el país del 2030, que está a la vuelta de la esquina.
Discutamos cómo ser más competitivos para que las empresas argentinas puedan exportar más; analicemos cómo modernizar la oferta estudiantil para que los alumnos se preparen para los empleos del futuro; pensemos cómo potenciar a la industria y subirnos a la ola de la biotecnología, la genética y las energías renovables, que avanzan a pasos vertiginosos; evaluemos cómo financiar una mejor infraestructura y tecnología para ganar en competitividad, y qué herramientas nuevas podemos sumar para solucionar el déficit habitacional. Esos son los debates que tenemos que dar, entre otros, y para ello tenemos que concebir a todos los sectores de la economía como aliados. Si los aplastamos, no hay futuro que aguante.
El autor es diputado nacional y vicepresidente del PRO
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