El encuentro de los fertilizantes químicos con la microbiología agrícola brinda un nuevo abordaje para la nutrición de los cultivos. Con la inclusión de cepas bacterianas específicas, la nueva tecnología demuestra que, además de nutrir a la planta, produce cambios positivos en la salud del suelo.
Puntualmente, se ha comprobado una modificación en la microflora y microfauna de la rizosfera, el área del suelo alrededor de las raíces, donde se verificó un aumento de la población de microorganismos fundamentales para el funcionamiento del agroecosistema.
Esta nueva dimensión nutricional representa una buena noticia si tenemos en cuenta que el INTA viene advirtiendo que un 30% de los suelos de la Argentina se encuentran en un proceso de degradación por la acción antrópica (intervención del hombre), y que si bien el productor lo reconoce y está respondiendo año tras año con un aumento en la fertilización química, aún estamos lejos de lograr los porcentajes que se requieren de estos insumos para balancear el sistema de manera sustentable, donde la fertilidad física y biológica del suelo también están llamadas a ser parte de un esquema regenerativo de largo plazo para reparar las superficies afectadas.
La nueva fuente de fertilización llega en forma de microgránulos que reúnen micro y macro nutrientes en mezcla química -esenciales para un buen arranque-, y la cobertura de una solución que contiene cepas específicas de bacterias del género Bacillus.
La acción principal se produce en las raíces que se ven muy favorecidas por la actuación de las bacterias. Entre ellas, se establece una relación endófitica: las bacterias viven dentro de las raíces pero entran y salen de ellas para entregarles los nutrientes provistos por el fertilizante y aquellos presentes en el suelo.
Esta disponibilidad de bionutrientes se logra a través de los metabolitos que estas bacterias liberan al medio (sustancias orgánicas que disuelven moléculas complejas), estimulando en simultáneo el crecimiento de las raíces.
El circulo virtuoso se completa con la respuesta de las raíces, que comienzan a producir exudados orgánicos fundamentales tanto para la estructuración física del suelo (porosidad) como para el crecimiento de hongos y bacterias, organismos beneficiosos específicos conocidos como promotores del crecimiento de las plantas (PGP), todos ellos con acción bioestimulante.
Estas raíces colonizadas por las bacterias y bien nutridas logran un mayor volumen desde los comienzos de la germinación (efecto arrancador). Este nivel de desarrollo aumenta la capacidad de exploración del perfil de suelo, haciendo más efectiva la captación del agua y del resto de nutrientes esenciales para la vida de las plantas.
La fertilización químico-biológica puede ubicarse dentro del paradigma ganar-ganar, ya que beneficia el rinde de los cultivos, al suelo y a toda la logística y capacidad operativa del productor que puede lograr mejores resultados utilizando una dosis justa, menor a la de los fertilizantes tradicionales.
El autor es Responsable Línea Fertilizantes Rizobacter
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