La convocatoria a un cese de comercialización de granos y hacienda para el 13 de este mes que hizo la Mesa de Enlace esta semana retoma el hilo de la confrontación con el Gobierno. Tras los contactos informales con el Ministerio de Agricultura y el diálogo con la oposición, el ruralismo decidió mostrar una señal de descontento. Había quedado fuera de foco frente al tractorazo de Plaza de Mayo el 23 de abril pasado, organizado por los autoconvocados y entidades rurales de base. Ahora, con la escasez de gasoil como catalizadora del malestar, el ruralismo vuelve a la protesta.
La medida llega cuando se acentúa la crisis económica que, a su vez, escala en lo político. Es difícil precisar el impacto que pueda tener una acción de ese tipo con un gobierno que toma cada vez menos decisiones.
Antes de la convocatoria, la Mesa de Enlace logró elaborar un mensaje común junto con una treintena de entidades de la agroindustria. También pidieron una solución al problema del gasoil y a las nuevas restricciones a la importación de fertilizantes.
En primer lugar reafirmaron que la “cadena agroindustrial es parte de la solución y de la salida a esta crisis”. Sostuvieron que con una visión común “el sector está en condiciones de crecer en producción, exportaciones, abastecimiento y en la generación de bioenergía y más empleo”. Esto, señalaron, “debe darse en el marco de un profundo respeto a la democracia, la institucionalidad y la división de poderes”.
Para las entidades “es necesario que haya menos intervenciones dañinas, que se baje el gasto público y que se ponga fin a la crisis energética”. A su vez expresaron que “la política debe recuperar la estabilidad macroeconómica y detener la confrontación, que redunda en mayor desigualdad. Es imprescindible la integración con paz social, para lograr un desarrollo federal, sostenible e inclusivo”.
Quizás para no herir susceptibilidades el documento hizo referencia en este último punto a “la política” y no al oficialismo, principal responsable de la confrontación y la inestabilidad macroeconómica. Aun así, acaso el verdadero valor del documento haya estado en la capacidad de las entidades del agro en lograr un consenso común más allá de las diferencias que tienen entre sí y luego de la renuncia del ruralismo al Consejo Agroindustrial Argentino.
En otros países, la experiencia demuestra que cuando hay una visión común se logran avances importantes. Lo explicó esta semana Glauber Silveira, director ejecutivo de Abramilho, la entidad de la cadena brasileña del maíz, en el congreso de Maizar.
“Hace 20 años nos quejábamos de lo mismo que se quejan hoy ustedes: no nos escuchaban”, dijo Silveira. Empezaron a articular el trabajo de entidades municipales, estaduales y nacionales y crearon el Instituto Pensar Agro (IPA). Allí confluyen 48 organizaciones de la actividad, con un presupuesto anual de dos millones de dólares provenientes de las propias organizaciones del agro. “Contratamos a los mejores técnicos de Brasil; son más de 30 personas que analizan todos los aspectos importantes del agro, desde los ambientales hasta los laborales y económicos”, explicó Silveira. “Vamos a los grandes debates apoyados por un cuerpo técnico que trabaja en forma profesional”, añadió.
El trabajo del IPA se relaciona con el de la bancada rural, un conglomerado de 250 legisladores de diferentes partidos, entre diputados y senadores, que llevan al parlamento brasileño la voz del campo. “Una vez por semana nos reunimos con 30 o 40 legisladores para analizar los temas del sector”, contó el director ejecutivo de Abramilho. Para ilustrar la importancia de la bancada rural, destacó que cuando el actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ganó las elecciones, les preguntó a las entidades agroindustriales quién debería estar a cargo del Ministerio de Agricultura. Así fue que le propusieron a Tereza Cristina, ingeniera agrónoma e integrante de la bancada ruralista, quien dejó hace unos meses su cargo como ministra tras una gestión exitosa.
“Es fundamental la importancia que tienen las instituciones y organizaciones de productores para abrir mercados y responder a los desafíos actuales”, sostuvo Silveira.
Por supuesto que el crecimiento exponencial del agro brasileño no se explica solo por el trabajo conjunto de las instituciones. Hubo un entorno político que, en líneas generales, mantuvo a lo largo del tiempo y más allá de las diferencias ideológicas los ejes básicos para la actividad. La imagen que refleja el espejo de Brasil merece ser tenida en cuenta.
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