La decisión de la Unión Europea de impedir la importación de soja, y carne ( se suman cacao, café, aceite de palma, caucho y madera) de áreas deforestadas a partir de 2020 desde el 1° de enero de 2025 abrió un debate sobre si hay que adaptarse a esa normativa o rechazarla de plano.
En tiempos en los que los matices se dejan de lado y las discusiones derivan en cuestión de bandos enfrentados a los que hay que pertenecer, la normativa europea significa un desafío para la agroindustria argentina.
Desde la exportación, comenzó a generarse hace unos años una plataforma para brindar información a los compradores sobre el origen de la soja y la carne argentinas. Se trata de la Visión Sectorial del Gran Chaco Argentino (Visec). Algunos productores cuestionan esta iniciativa porque se pone en manos de cadena comercial información que debería ser confidencial. También objetan el carácter no oneroso de la plataforma porque creen que, en algún momento, se convertirá en una nueva carga a los costos del productor.
Desde la exportación, en cambio, argumentan que la iniciativa busca dar garantías a los compradores que el origen de la mercadería no proviene de un área deforestada y que permite mantener las corrientes de comercio. Hay que recordar que el 20% de las exportaciones de harina de soja y el 12% de las de carne y los cueros bovinos argentinos tienen como destino la Unión Europea.
¿El cliente siempre tiene razón o en Europa quieren trasladar su política agropecuaria al resto del mundo?, es el interrogante que aparece en esta disyuntiva. Si se elige la primera de las opciones, el camino de la certificación, la trazabilidad y de brindar la mayor información posible es el mejor camino a seguir. La cuestión sobre la que no hay evidencias concluyentes es si esa estrategia permite capturar valor a quien produce o si se trata de una nueva carga sobre la producción.
En el caso de la carne, que tiene un vínculo directo con el consumidor, hay un matiz para tener en cuenta. Según explicó el consultor y productor Fernando Herrera, en la jornada sobre carnes en la Exposición Rural de Palermo, los países competidores de la Argentina vienen explorando ese camino. “Alcanza con recorrer las grandes ferias de alimentación como la SIAL, en París, o Anuga, en Berlín, para ver cómo promocionan sus carnes Australia y Brasil”, dijo. Estos países enfatizan en sus promociones las palabras “natural”, “campo”, “saludable” y otras. “En definitiva, plantean un vínculo de confianza con el consumidor”, explicó. Muchos de ellos ofrecen un QR en el packaging para que el comprador conozca desde la foto del ganadero hasta los datos de los animales donde se originó el corte que está en la góndola, contó. En la Argentina ya hay proyectos productivos que buscan estos nichos de demanda.
La otra cara de esta tendencia es que la Unión Europea pretende que el resto del mundo se adapte a su programa del “Pacto Verde, de la granja a la mesa” que parece más un tiro en el pie que una iniciativa razonable. Los propios productores europeos están padeciendo esa reglamentación que busca ponerlos en el banquillo de los acusados de una suerte de juicio ambiental. Así como en la década de los años 90 gran parte de Europa se negó a incorporar los avances científicos de la tecnología en el agro que vinieron de la mano de la ingeniería genética, ahora se propone reducir el uso de fertilizantes y fitosanitarios. Con razón, muchos se preguntan si después de esa reglamentación contra la deforestación no vendrán nuevas restricciones al uso de productos de protección de los cultivos, detrás del disfraz de buenas intenciones de cuidado del ambiente y de sanidad de los alimentos. Después de la soja, seguramente será el maíz el próximo producto sobre el que caerán las restricciones.
Esto ocurre en un contexto de fuerte retroceso de las instituciones que podían establecer reglas multilaterales lo más parejas posible para todos los países. Las naciones líderes a nivel global han degradado la función para la que fue creada la Organización Mundial de Comercio (OMC), entre otras cosas, para evitar la proliferación de barreras paraarancelarias.
La Argentina tiene la oportunidad de cubrir todos los frentes posibles, tanto el comercial, aprovechando las ventajas de su sistema productivo, como el diplomático, en el que la política exterior enfrente los embates del nuevo proteccionismo. A la cadena productiva, además, le conviene tener una posición común, aún teniendo en claro la existencia de diferencias, en vez de atrincherarse en bandos irreconciliables.
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